martes, 20 de noviembre de 2018

SUEÑOS DEL BARROCO

"El sueño del caballero" (hacia 1650) por Antonio de Pereda
Del Siglo de Oro, que en realidad fueron dos (la centuria del XVI y la del XVII) ya no nos quieren dejar ni tan siquiera el recuerdo, ocupados como están nuestras actuales "clases rectoras" y nuestros intelectuales de altísimo nivel en machacarnos un día y otro día con la consabida ley  de desmemoria histérica, el franquismo, la segunda república, el 36, etc. Esos son los episodios nacionales que, como un disco rallado, nos repiten machaconamente hasta la saciedad, para que cual perros rabiosos de Nietzsche nos pasemos la vida royendo en la piedra de los resentimientos colectivos, hasta quedarnos sin dientes (1).
Pero, como decía don Pedro Calderón de la Barca, "la vida es sueño". Y aquellas otras glorias de nuestro pasado histórico que nos han hurtado, a la par que nos robaron nuestra soberanía como pueblo, tal vez sólo se puedan vislumbrar ahora en los sueños, aunque para los de la leyenda negra francmasónica puedan antojárseles pesadillas... Reclinémonos pues en nuestro sillón estilo Felipe II y, tras posar una mirada sobre alguno de esos hermosos lienzos del Barroco, la mejor época de  la pintura occidental sin ningún género de dudas, echémonos en los brazos de Morfeo para soñar, si acaso unos instantes, con los tiempos dorados de la Arcadia feliz o con las gestas de los tercios imperiales, que tanto monta. 

"El sueño del caballero" o el "Desengaño del mundo", como prefería llamarlo su autor, fue un cuadro pintado por ANTONIO DE PEREDA (1611-1678)  artista vallisoletano  y una de los más importantes representantes de la llamada Escuela castellana de aquel Siglo de Oro. Influido por el tenebrismo y por el colorido de la paleta veneciana, realizó en su juventud obras sobresalientes que estuvieron a punto de abrirle las puertas de Palacio. Pero más tarde, al quedarse sin protectores, la fortuna le fue adversa. 
En este lienzo, que remite a otro homónimo de Rafael, y que ha sido versionado más recientemente y a su manera por un notable pintor español contemporáneo, Mikel Olazábal, podemos ver a un joven caballero ricamente ataviado, que dormita junto a una mesa repleta de objetos de significado alegórico y simbólico. Estos componen una vanitas, es decir una exhortación con sentido moralizador sobre lo inexorable del paso del tiempo, la fugacidad de la vida y lo absurdo de amontonar honores y riquezas, que en este mundo se han de quedar.
Sobre la mesa encontramos toda clase de objetos, todos ellos de carácter simbólico y que sirven para reforzar este mensaje: la bola del mundo, la calavera, una máscara que representa la hipocresía social, el reloj, la armadura y la pistola, una vela que se apaga, monedas y joyas esparcidas por doquier, unas flores que se marchitan, etc. Esta clase de pintura de vanitas emparenta a Pereda con otro artista coetáneo, Valdés Leal, especializado en los temas macabros. Antonio de Pereda también es autor de algunos curiosos bodegones compuestos con calaveras, un precedente de los que pintaría Cézanne unos trescientos años más tarde.
Junto al caballero aparece un ángel que sostiene un cartel con el lema "Aeterna pungit cito volat et occidit" (Eternamente hiere, vuela veloz y mata) en referencia al tempus fugit y a las agujas del reloj, que se parecen a las flechas y que en este caso apuntan con un dibujo al corazón del  durmiente.

"San Serapio" (1628) por Francisco de Zurbarán

FRANCISCO DE ZURBARÁN (1598-1664) nos proporciona otro ejemplo del tema del sueño en el barroco español, aunque esta vez se trata del sueño de la muerte.  Si la vida es sueño, la muerte no lo es menos. Este pintor extremeño de origen vascongado y gran amigo de  Velázquez, tuvo una producción bastante variada (cuadros de batallas, de tema mitológico, naturalezas muertas) pero ha pasado a la historia como el "pintor de los frailes". Hasta el punto de que hay quien ha llegado a creer erróneamente que se trataba de un monje, al igual que ese otro maestro de la pintura, el cartujo Sánchez Cotán (2).
Lo cierto es que los religiosos eran buenos clientes de aquella, y Zurbarán era un maestro capaz de reflejar todo el profundo misticismo y el ascetismo de la espiritualidad castellana.

El cuadro que comentamos, uno de los mejores de este artista, fue encargado por la Orden de los Mercedarios para la sala De Profundis de su monasterio. Conviene recordar que estos monjes eran los que se ocupaban de rescatar a los desdichados cristianos que, como Miguel de Cervantes y otros muchos, habían sido hechos prisioneros y esclavizados por los piratas musulmanes.
Representa a san Serapio, un guerrero cruzado irlandés que combatió en la Reconquista al lado del rey Alfonso VIII de Castilla, y que más tarde tomó los hábitos de fraile mercedario, marchando luego en misión de rescate al Norte de África, donde sufrió el martirio en 1240. Por lo visto, los corsarios benimerines de Argel le dieron un trato "especial", clavándole sobre una cruz en forma de aspa, arrancándole los intestinos y cortándole las extremidades después (trato parecido recibieron algunos soldados españoles siglos después en la batalla de Annual).
A pesar del tema escogido y el estilo algo tenebrista de la pintura, Zurbarán no cae ni en lo macabro ni en lo sanguinolento. Poesía, misticismo y sutileza son las características de este genio de la pintura española, nada más alejado de esa estética decadente a lo halloween que adorna a tantas manifestaciones "artísticas" contemporáneas. El cruel destripamiento del santo permanece oculto y está tan sólo sugerido por la caída y el pliegue de los hábitos monacales. El rictus de la muerte se transforma en un dulce y sereno sueño, gracias a ese tratamiento tan especial  de la luz, que envuelve a la figura en un halo de espiritualidad y misticismo.



"El sueño de Jacob" (1639) por José de Ribera

Vamos a terminar este viaje onírico por los derroteros del tiempo con un conocido cuadro de JOSÉ DE RIBERA (1591-1652) llamado por los simpáticos spaghetti por su reducida estatura "Lo Spagnoletto". Formado en su tierra natal valenciana en el taller de Ribalta, marchó muy joven a Italia donde pudo conocer a fondo el estilo tenebrista del Caravaggio, caracterizado por un extremado realismo, nunca visto en pintura hasta entonces. Ribera llegó incluso más lejos que el milanés en esta senda, llegando a representar personajes deformes como el patizambo o la mujer barbuda y escenas terribles de martirologios paganos o cristianos. Una de estas pinturas se dice que causó tal impresión en una embarazada que la hizo malparir un monstruo. 
De todas formas, Ribera era un artista muy afamado y que contaba con la protección de los sucesivos virreyes de Nápoles (ciudad donde creó escuela) lo que le hizo blanco de la envidia de sus colegas italianos que no cesaban de calumniarle. Como a su admirado Caravaggio se le rodeó de una leyenda negra, presentándolo como una especie de sádico sanguinario y como el gran capo de la camorra napolitana, un paradigma del cabrón hispanicus vaya, cosa que no se correspondía con la realidad. 
Esto se extendió a la apreciación de su pintura en épocas posteriores, llegando Lord Byron a escribir: "El Españoleto mojó su pincel en la sangre de todos los santos".
Sirva este cuadro para demostrar que no toda la obra de Ribera tiene ese carácter tétrico que se le atribuye. Esta pieza encuentra lo poético en lo cotidiano, representando al patriarca bíblico Jacob como un sencillo pastor que descansa sobre una piedra tras una  jornada de trabajo al aire libre. 
El único elemento sobrenatural es ese espacio de luz que se abre en las nubes sobre su cabeza, y en el que aparece muy sutilmente pintada la escalera de caracol por la que ascienden y descienden los ángeles del Señor para prometerle en sueños la grandeza futura de Israel (3). Hay que fijarse mucho en la tela para llegar a reconocer esta presencia celestial, y este es uno de los atractivos que tiene este cuadro que se encuentra en el Museo del Prado. Ahora que se va a a celebrar el segundo centenario de la gran pinacoteca es una buena ocasión para examinar de cerca este y otros detalles de nuestra pintura barroca; no sea que a algún ministro o concejal de Podemos de turno se le ocurra reciclar estas obras maestras  para dar un toque más inclusivo al museo, que cualquier cosa puede ocurrir.


NOTAS:
(1) Aunque el efecto que están produciendo sea el contrario al deseado. Están apareciendo más y más "fachas" y "franquistas" donde antes no los había.

(2) En realidad Zurbarán estuvo casado hasta tres veces, tras haber quedado viudo de dos mujeres, y entre todas ellas le dieron una prole numerosa (entre sus hijos está Juan que llegó también a ser pintor) . También tuvo una vida complicada, con altibajos en su carrera y amarguras, ocasionadas por las envidias de sus colegas de profesión o la muerte prematura de su hijo Juan.

(3) Este símbolo sería utilizado también por la Masonería, que precisamente comenzaba en aquel siglo XVII su andadura en tierras de la Gran Bretaña, para representar la ascensión de sus miembros dentro de las logias. Aunque el Pilar del Aprendiz de la Capìlla de Rosslyn parece apuntar un uso más antiguo de este símbolo por parte de los templarios.

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