lunes, 27 de agosto de 2018

los viajes de Dagga Ramba

 EL TEMPLE EN PORTUGAL



Uno de los enclaves medievales más conocidos de Portugal es el inconcluso Monasterio de Batalha, construido en el siglo XIV para conmemorar la mítica batalla de Aljubarrota (1385) en la que fue derrotada la caballería de Juan I de Castilla, aspirante al trono de Portugal...

Se trata de uno de los grandes hitos nacionalistas de nuestro país vecino, que no se cansa de recordar que una vez los alevosos espanhois quisieron conquistarlos, pero no lo consiguieron y fueron rechazados por el bravo pueblo luso, la panadera de Brites... y el inapreciable apoyo de los arqueros ingleses, que pocos años después harían de las suyas contra los franchutes en la Guerra de los Cien Años. 

  
Ese edificio gótico, algo chapucero pues el arquitecto no fue capaz de cerrarlo con una cubierta en condiciones, sirve para recordar que aquella vez "sucumbió la flor y nata de los caballeros de Castilla" a manos de los anglocabrones. A partir de entonces empezaría la secular alianza anglo-portuguesa, que tan malas consecuencias ha acarreado casi siempre a nuestros amargados y melancólicos vecinos del oeste, que en tantas ocasiones han hecho de putas y se han visto obligados a pagar además la cama.


Los ingleses aprendieron de los portugueses los modales finos y hasta a tomar el té de las cinco, al tiempo que iban convirtiendo poco a poco a Portugal en una de sus colonias, que incluso servía para proporcionar carne de cañón barata para sus guerras imperialistas, como se comprobó en la I Guerra Mundial. Sin embargo, cada vez que los portugueses necesitaron que les echaran una mano en algún asuntillo con sus antiguas colonias, los anglos siempre encontraron algún buen pretexto para escaquearse


 Eso es lo que suele ocurrir cuando no se sabe escoger a los aliados adecuados, que sin darte cuenta acabas por lamerle las botas a John Bull o al Tío Sam ¿Tanto empeño tiene el portugués medio en anglosajonizarse, en hablar inglés a la perfección, para acabar sirviendo de camarero y mendigando las propinas de los british? Ahora, el actual ejecutivo luso de izquierdas está poniendo las bases para convertir a su país, como sucedió antes con otras colonias inglesas como Gibraltar, etc, en un paraíso fiscal. En eso han ido a parar los descendientes de los heróis de Aljubarrota... pero esa es otra historia, y en todo caso tampoco estamos los españoles de hoy como para dar lecciones a nadie.

 

A unos 36 kilómetros de Batalha y a unos 21 km de ese tinglado de la Virgen que es el santuario de Nuestra Señora de Fátima se encuentra un pueblecito que ha llamado especialmente nuestra atención. Se trata de Tomar (Thomar en portugués antiguo) que ha sido considerado como el último bastión de la Orden del Temple en la Europa occidental.


 De hecho fue fundado en 1160 por un caballero templario, el gran maestre Gualdim Pais, siguiendo un trazado en forma de cruz y situando un convento en cada uno de sus extremos. Uno de ellos, integrado dentro de la fortaleza edificada en un altozano también por los caballeros de Salomón, es el Convento de Cristo, que fue sede de la Orden del Temple en Portugal y de su continuadora, la Orden de Cristo, cuando tras la disolución de 1307 los caballeros de Salomón decidieron cambiar de nombre bajo el patrocinio del rey Don Dinis.

 

Como caso insólito en esta nuestra decadente Europa occidental, globalizada y claudicante con el islam, toda la villa está adornada con la famosa cruz roja y patada de los templarios, algo que debe resultar doblemente ofensivo para nuestros amigos los musulmanes, habida cuenta de que los templarios llegaron a este rincón de Europa precisamente para dar caña y repartir estopa entre los fieles del profeta Mahoma, que lo habían invadido por vez primera en el 711. Un mal recuerdo para los que ahora apuestan por la "multiculturalidad".



Más que de un adorno o de un reclamo para el turismo, los tomarenses deberían ser conscientes de que se trata este de un símbolo de orgullo, algo que contrasta vivamente con esa religiosidad algo ñoña, maternal y sensiblera que representa demasiado bien Our Lady of Fátima, I'm sorry very much, y con esa forma de ser flemática, cautelosa y algo masónica que tienen a gala tantos portugueses lacayos de Su Graciosa Majestad Británica y lamedores del jugoso trasero de John Bull. Porque aquí estamos ante un concepto bien distinto del cristianismo, tal vez menos "tierno y amoroso" (empleando las untuosas palabras de SS Bergoglio I) pero mucho más natural y varonil, que es capaz de reaccionar adecuadamente ante la ola de los invasores que amenazan con destruir toda una cultura y una visión del mundo. Un catolicismo que visto desde una óptica contemporánea sería más bárbaro, si se quiere, pero que sabía muy bien cómo castigar en la hoguera a los sacerdotes impíos, sodomíticos y pederastas (incluso a los acusados falsamente de estas u otros delitos, como los del Temple) en lugar de ampararlos y esconderlos, como han hecho los prelados de la Iglesia postconciliar durante tantos años...















Por cierto que este emblema de los templarios es el mismo que Don Cristobal Colón ordenó poner en las velas de sus carabelas en el viaje del Descubrimiento. Cristóforo ("el que lleva a Cristo") había aprendido sin duda muchos secretos durante sus años de estancia en Portugal y tal vez tuviera algún vínculo con la Orden de Cristo, de la que había sido gran maestre nada menos que el Infante Don Enrique el Navegante. Tanto se ha especulado, con escasa base a mi juicio, sobre el tema de la llegada de los templarios al Nuevo Mundo algunos siglos antes que Colón, que hay teorías para todos los gustos y todos los colores. Pero lo de que el Almirante portó en sus naves este mismo símbolo, parece ser un hecho cierto e indiscutible.


Volviendo a Tomar, el lugar entero impresiona al visitante por su belleza, pero muy especialmente el Convento de Cristo edificado en el siglo XII, y más tarde reformado por el rey Don Manuel I en pleno siglo XVI, con ese estilo suyo tan "manuelino" y renacentista, pero que casi anuncia ya el barroco por su gusto por la exhuberancia ornamental y por los extraños motivos en forma de nudos pétreos que animan la fachada. Por cierto que esos nudos remiten a la alquimia y a la simbología del mandala y del laberinto, y recuerdan a ciertos diseños de Leonardo da Vinci y de Durero.
 




 








En otro lugar se haya la judería del siglo XIV, crecida al calor de la prosperidad que trajeron las actividades del Temple. Esto parece ser una constante, que se repite en otros lugares donde se afincaba la Orden, la gran potencia financiera de la Europa de su tiempo. Los judíos acuden allí donde hay dinero como las moscas a la miel, eso es un hecho que está más que demostrado, y tal vez los cristianos de entonces no los consideraban peligrosos por tratarse de una minoría, y porque no supieron medir las consecuencias, no todas ellas positivas, que la presencia hebrea suele traer consigo. En Tomar se haya la sinagoga más antigua de Portugal, pero como casi siempre está cerrada por reformas, no hay forma humana de poderla visitar. Aunque, igual que pasa en España con todo lo que tenga que ver con los judíos, es algo que se publicita, se exagera para atraer más al turismo, vendiendo el rollito de las tres culturas y de Sefarad...Por aquí tenemos los casos, de sobra conocidos, de Ribadavia, Hervás, Toledo, Gerona, etc. Se supone que los ricachos yidish neoyorkinos no perderán la ocasión de visitar algún día el solar de sus "antepasados" (hablamos de coña, claro , porque esos proceden de Khazaria) y dejarán algún dollar que otro a los tiralevitas de Sión que puedan encontrar por estos lares...




No hay comentarios:

Publicar un comentario