jueves, 14 de junio de 2018

PINTORES DEL 36

"Autorretrato (Accidente)"1936, de Alfonso Ponce de León

La mal llamada "Memoria Histórica" ha sido uno de los pilares ideológicos que han sustentado los últimos gobiernos de España (Zapatero, Rajoy) y hay sospechas,  algo más que sospechas, de que vamos a asistir a su reforzamiento  en este período continuísta que ahora comienza. Sobre este concepto, y su interpretación sesgada y sectaria formulada por los hooligans de las izquierdas, se ha articulado un discurso ensayístico, a base de  textos de Paul Preston, Ángel Viñas y afines, pero sobre todo mediático (usando el cine y la TV como principales arietes de propaganda) y, por último, se ha legislado y se pretende seguir legislando todavía más, con el objetivo de imponer una sola verdad, que es la que le interesa al poder, y aplastar cualquier opinión disidente o disonante.


A sabiendas de que nos jugamos algo más que la censura, vamos a seguir siendo fieles a nuestra costumbre de tocar los cataplines de algunos y, si es necesario, de cortar por lo sano. Y ya que nos acercamos a una fecha tan señalada como el 18 de julio, vamos a dedicar una entrada a hablar de algunos pintores españoles cuyas vidas quedaron marcadas por aquella fecha, principalmente de dos  trayectorias vitales que siguieron rumbos completamente distintos.
No se trata de dos vidas paralelas como las de Plutarco, sino más bien divergentes y enfrentadas, diametralmente opuestas, situadas cada una en uno de los bandos que se combatieron en aquella guerra salvaje, cuyas consecuencias más terribles se sufrieron sobre todo en la retaguardia. Ambos tuvieron papeles muy destacados tanto en la gestación del 36 como en sus consecuencias más terribles, una vez desencadenado el conflicto. Y veremos como la exposición de sus biografías contrasta con buena parte de los tópicos del discurso simplista y oficialista sobre aquellos acontecimientos, de los que casi todo el mundo habla hoy sin tener a menudo ni pajarera idea de lo que significaron.


"Un fascista nunca puede ser un buen artista"

Esa frase así de lapidaria aparecía en un catálogo editado hace algunos años por MAPFRE sobre la obra de Pancho Cossío, y revela lo obtuso que resulta aplicar criterios ideológicos cuando de lo que  se trata es de valorar  cuestiones artísticas. Al pobre pintor hispano-cubano le han reprochado de todo, desde su condición de tullido, pasando por su tenebrosidad pictórica y hasta su testosterona falangista. Pero si hubiera evolucionado hacia el marxismo, como bien podría haber ocurrido, su valoración por cierta crítica hubiera sido muy diferente. Formado en la Escuela de París y gran admirador de Braque, intentó trascender el realismo académico formulando un lenguaje nuevo, postcubista, indudablemente de vanguardia. Una vez regresado a su patria sintió la inquietud política del momento y contactó con Ramiro Ledesma, al que ayudó a fundar las JONS. Más tarde apoyó la fusión con el grupo de José Antonio y ayudó a organizar la Falange en Santander. Se le ha acusado sin mucho fundamento de haber participado en actividades represivas del bando nacional, cuando lo cierto es que por su condición de hedillista él mismo fue represaliado por el régimen de Franco, y su obra condenada algún tiempo al ostracismo.

Retrato de Ramiro Ledesma por Pancho Cossío


Un realista mágico con camisa azul

Otro autor con un parecido posicionamiento ideológico, también injustamente olvidado y para mí mucho más interesante fue el artista malagueño  Alfonso Ponce de León (1906-1936) cuyos apellidos evocan al héroe descubridor de la Florida. Este pintor se contaba entre los más inquietos y creativos de la llamada Generación del 27. Llegado a Madrid en 1911, estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, trabando allí amistad con Dalí y Maruja Mallo, entre otros, y participando en la tertulia de la Granja del Henar, donde conoció a Buñuel y  al poeta García Lorca, el cual le dedicaría su Primer Romancero Gitano. También conoció en  San Fernando a la que sería su compañera y esposa desde 1933, la pintora Margarita Manso, discípula de Julio Romero de Torres y una fémina muy avanzada y liberal para su época, adalid del sinsombrerismo, y musa entre otros de Lorca y de Dalí.
Ponce de León entabló contacto pues con la vanguardia, estableciéndose durante medio año en París donde pudo conocer a Picasso. De regreso a España, participó activamente en el ambiente cultural madrileño de los años 20 y 30,  contribuyendo a la Exposición de pintura y arquitectura moderna de San Fernando, ayudando a organizar el Salón de los Artistas Independientes en 1929 o la exposición de Artistas Ibéricos en la Galería Flechtheim de Berlín en 1932. Su primera exposición individual llegaría tres años después, en 1935.
Además, colaboró estrechamente con García Lorca en el diseño de decorados para el teatro de La Barraca, donde debió coincidir con el artista gallego Urbano Lugrís; y con el director Edgar Neville, recién llegado de Hollywood y con el que hizo algunos pinitos cinematográficos, ayudándole en el rodaje de sus primeras películas.
El estilo pictórico de Ponce de León fluctuaba entre el surrealismo y lo que se conocía en Alemania como "La Nueva Objetividad", aplicado el nombre a la obra de artistas como Otto Dix. Los artistas españoles tuvieron conocimiento de esta tendencia vanguardista desde que se editó por primera vez en castellano, en 1927, el libro de Franz Roh "El realismo mágico". En los cuadros de Ponce se perciben algunas características atribuídas a la Nueva Objetividad, como el rechazo al impresionismo y una recuperación de los objetos aunque muy distinta a la de los pintores académicos, atendiendo al detalle preciso, prescindiendo de la perspectiva y manteniendo un distanciamiento con el objeto representado que huía de lo sentimental. Pero al mismo tiempo conseguía una mezcla de elementos naturalistas y misteriosos, que lo acercaban a la obra de los surrealistas. Entre sus influencias estaban los pintores Vázquez Díaz, Giorgio de Chirico y Salvador Dalí.
Entre sus cuadros se pueden citar "De Andalucía" (1930) en el que ironizaba sobre el señoritismo andaluz, institución todavía imperante en esa autonomía gobernada por los socialistas desde hace décadas; los murales para el teatro-cine Fígaro de Madrid titulados "El descanso/El sueño" (1930-31) donde logra una atmósfera irreal y onírica, y sobre todo su "Autorretrato (Accidente)" presentado en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1936, y que supuso una premonición de su propia muerte.



Retrato de Margarita Manso por Ponce de León

En el cuadro vemos a un personaje que ha salido despedido de un coche con matrícula de Bilbao, tras estrellarse contra una valla semejante a una trinchera. Un cartel roto tiene inscrita la frase "Se Prohibe". El cuerpo del personaje está tendido en diagonal, lo que aporta gran dinamismo a la escena, en contraste con el rictus hierático del rostro, iluminado por uno de los focos del coche. Con su mano izquierda agarra unas hojas secas mientras que con la derecha sostiene la piedra que le ha golpeado la cara, de tal manera que el personaje parece mirarnos con gesto desafiante y combativo, mientras empuña un hacha de sílex. Parece ser que el tema está inspirado en un accidente real que tuvo el artista unos meses antes en la Sierra del Guadarrama, pero en cualquier caso resultó más bien profético.
Ponce de León era amigo personal del fundador de la Falange y se afilió el mismo año de su fundación, en 1933. Desde entonces colaboró muy activamente realizando carteles de propaganda, maquetando el semanario FE y diseñando el logotipo del SEU, a partir del cisne del escudo del Cardenal Cisneros. Rafael García Serrano recuerda una viñeta suya publicada en el  "Arriba" en la que un falangista enviaba a los curas a la iglesia, a los militares al cuartel, a los obreros a la fábrica, mientras le arreaba una patada en el trasero a un capitalista... Este tipo de imágenes comprometidas con un "falangismo de izquierdas", por así llamarlo, contribuyeron a que posteriormente Ponce cayera en el olvido durante el régimen de Franco.
De todas formas, su destino estaba sellado al iniciarse la Guerra Civil. Lo secuestraron unos milicianos del Frente Popular un 20 de septiembre, mientras caminaba en compañía de su esposa por el Paseo de la Castellana, y luego fue trasladado a la trístemente célebre cheka de Fomento, donde tras torturarle le dieron el matarile. Su padre y sus dos hermanos también serían asesinados durante aquellos días. Nueve días después el cadáver de Alfonso apareció abandonado en una cuneta de Vicálvaro. Así, con apenas treinta años y de un modo brutal y miserable se truncó la vida de uno de los talentos más prometedores de la preguerra.


Frescos de Luis Quintanilla Isasi

El pintor Jeckyll y Míster Hyde al servicio del Frente Popular

Hubo no pocos pintores, y de gran calidad, que se adhirieron al bando sublevado por muy diversos motivos: Ignacio Zuloaga, José María Sert, Salvador Dalí (cuya hermana había sido represaliada por los milicianos izquierdistas) etc.
No faltaron tampoco apoyos entre los artistas y escritores al bando rojo, el famoso "batallón del talento" del que hablaba Miguel Hernández. El más famoso adepto fue Pablo Ruiz Picasso, aunque su compromiso con la República frentepopulista fuese puramente testimonial y jamás se le pasara por la cabeza empuñar las armas para defenderla (como imagina Daniel Torres en uno de sus últimos cómics). Más bien prefirió quedarse bien lejos de la jarana, en París olalá, disfrutando de su fortuna y de sus mujeres, y sin tener luego especiales dificultades con los ocupantes nazis que le compraban sus obras.
De entre los que sí se quedaron en España porque confiaban en la victoria de las fuerzas del dividido Frente Popular, resulta sorprendente que varios fueran capaces de alternar sus servicios artísticos en pro de la causa con otros "servicios" no tan nobles ni sublimes.
Ya hemos comentado en otra ocasión los casos de Rafael Alberti o de Alfonso Laurencic, "el pintor de las checas" y de las celdas psicotécnicas, que contribuyeron directamente a la depuración de los elementos considerados como enemigos de la República.
Otro personaje que destacó especialmente en estos menesteres fue el pintor socialista Luis Quintanilla Isasi (1893-1978). Vástago de una familia de la burguesía mercantil santanderina, su posición acomodada le permitió viajar a París en 1912, e instalarse en Montmartre en plan bohemio. Durante algún tiempo pensó en dedicarse al boxeo, pero conoció a Juan Gris y descubrió su vocación para la pintura. Regresó a España al estallar la Primera Guerra Mundial y empezó a trabajar realizando decorados para películas como "La madona de las rosas", basada en una obra de Jacinto Benavente.
En 1920 volvió a París y allí se hizo amigo de Hemingway, estuvo algún tiempo en Alemania, regresó otra vez a España para realizar un  encargo para la Biblioteca Nacional, y decidió aprender la técnica del fresco, para lo cual obtuvo una beca de la Junta de ampliación de Estudios para viajar a Italia en 1924.
De regreso le llovieron más encargos, ingresando en el PSOE en 1929 de la mano de Araquistáin. A partir de entonces realizará trabajos para su partido, como los frescos de la Sala de Conferencias de la Casa del Pueblo (1931);y otros encargos oficiales como los del Pabellón del Gobierno de la Ciudad Universitaria (1932) y del Monumento a Pablo Iglesias (1934-36).

Cuando se produjo la intentona golpista del 34, fue encarcelado por prestar su estudio al Comité Revolucionario, y pasó una temporada en la sombra. Luego, durante la primavera trágica y al desencadenarse la Guerra Civil, Quintanilla participó de forma muy activa en los acontecimientos de entonces: encontronazos a tiros con los falangistas que acabaron con muertos en las calles (él era el veterano que conducía a los famosos chíviris, los matones de las juventudes socialistas), asalto al Cuartel de la Montaña y la subsiguiente carnicería, etc. También llegó a dirigir una red de espionaje en la zona vascofrancesa conocida como la "red Quintanilla". Pero lo peor de todo es que no faltan testimonios que lo señalan como el responsable de la checa del Cuartel de la Montaña, instalada allí tras la toma por los republicanos. Allí, como en todas las checas, se torturaba y asesinaba a los no afectos al regímen, a los sospechosos e incluso a sus familiares. Era bastante corriente el secuestro de algún familiar, madre o hermana, para obligar a algún "fascista" emboscado a entregarse al brazo ejecutor de la revolución. Este detalle suelen ocultarlo celosamente sus hagiógrafos.

Aunque vista hoy la pintura de Quintanilla nos parezca más bien blandengue y poco interesante (no parece que le aprovechara gran cosa haber viajado tanto por el mundo) era del gusto de las autoridades frentepopulistas, que le encargaron varios dibujos del frente de batalla que se llegaron a exponer en el Hotel Ritz de Barcelona en diciembre de 1937. Al año siguiente enviaron al pintor a los Estados Unidos para preparar una serie de frescos que representaran a la Segunda República en la Exposición Universal de Nueva York de 1939. Al conjunto le puso el idílico nombre de "Ama la paz, odia la guerra", pero al ser derrotados los rojos en el conflicto no pudo ser expuesto en el lugar para donde había sido concebido.

Convertido en una especie de héroe antifascista durante algún tiempo, permaneció en los Estados Unidos donde contrajo matrimonio con una yanki, probó suerte trabajando en  decorados y carteles para Hollywood, como pintor de retratos e incluso intentó dedicarse a la cerámica. Pero las cosas no le fueron bien, acabó arruinado y con problemas de alcoholismo. Luego abandonó a su mujer y se estableció en Francia en 1958, para regresar a España, a pasar sus últimos años tras la muerte del general Franco.
Años después reaparecieron sus cinco frescos para la Exposición Universal de Nueva York y que se creía perdidos. Cuando el público neoyorkino de la época los vió en el Museo de Arte Moderno quedó bastante defraudado, así lo refleja la prensa del momento, porque no mostraban ni la brutalidad de la guerra ni el patetismo que se esperaba de un compatriota de Goya. Más bien eran un conjunto de postales de inspiración sovietizante y almibarada...
 Las pinturas aparecieron en los pasillos de un cine porno-gay, el Bleecker Street Cinema, próximo a la que había sido residencia del pintor en la Gran Manzana.

"Rescate" de los frescos de Luis Quintanilla

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