miércoles, 20 de diciembre de 2017

¿ESTÁ RESURGIENDO EL VOLKGEIST?

Reflexiones sobre la "cultura popular", la "cultura de masas" y el "capitalismo cultural"

"Salve popolo di eroi..." Fotograma de Amarcord de Fellini


 Cuando parecía que vivíamos en un mundo globalizado, homogéneo,  racional y relativista, que habíamos salido por fin de la historia gracias al universalismo del Dios-Mercado y sus leyes, las únicas que permanecen sacrosantas e inmutables, hete aquí que resurgen las identidades nacionales por doquier. La Patria de los antiguos romanos, el Volkgeist o "espíritu del pueblo" del romanticismo germánico o el Cuerpo Místico del pueblo ruso, del que hablaban Tolstoi y Dostoievski, da igual. El caso es que lo nacional-popular, la identificación del pueblo con la nación (a la búsqueda de un Estado que exprese la voluntad popular) está de nuevo en la palestra. Un mundo tan mudable, tan cambiante, tan incierto como el que nos prometen las nuevas tecnologías hace que la gente necesite agarrarase a asideros, como el sentimiento de pertenencia a una comunidad orgánica, a un grupo que los ampare frente a la rapiña neoliberal o la deriva autodestructiva del pensamiento progre.
 Vuelven los impulsos irracionales y carismáticos, el populismo, que siempre estuvo ahí latente, la necesidad de fortalecer la cohesión y el espíritu comunitario con valores, creencias y una auténtica Cultura Popular que ofrezca seguridad, estabilidad y durabilidad, algo que tenga al menos la apariencia de ser inalterable. Sirva de ejemplo la crisis catalana, y esa agresiva Kulturkampf que desde hace décadas intenta modelar a los individuos de los territorios periféricos a través de la enseñanza y los medios de comunicación, imponiendo la lengua vernácula como sujeto abstracto y acreedor de derechos por encima de las identidades individuales, y a favor de un proyecto de "construcción nacional". Hasta qué punto la deconstrucción de lo español y la construcción de las nuevas nacionalidades ha rendido sus frutos, lo veremos en los próximos meses. Para empezar, el pancatalanismo, con su correspondiente Anschluss de los territorios limítrofes, no es más que una imitación mediocre del pangermanismo y paneslavismo decimonónicos, y el hecho de creer que la nación no es algo que viene dado, sino que puede surgir de un referéndum (algo que no ha sucedido jamás) demuestra hasta qué punto los impulsores del procès están imbuidos de ese estructuralismo constructivista progre que comparten con los inventores de la "memoria histórica" o con la "teoría de género" de las feministas... Pero, por mucho daño que puedan ocasionar, los utópicos experimentos de ingeniería social están siempre abocados al fracaso y generan poderosas respuestas de signo contrario.


Aeropintura de Mussolini de Alfredo Ambrosi
 

 
 De qué forma los intelectualillos orgánicos marxistas asumieron que había que darle la vuelta a los planteamientos de Marx y poner la superestructura (lo sociocultural, lo espiritual, lo moral...lo que Carlos Marx consideraba formas de alienación) por encima y por delante de la estructura material, social y económica, sería algo arduo de explicar. Decir que la idea surgió en Italia, y en realidad de la mano de dos socialistas  heterodoxos: uno fue Benito Mussolini, el inventor del fascismo; el otro Antonio Gramsci, comunista y represaliado por el primero. Pero bien se puede decir que la praxis inicial correspondió al primero y la teorización posterior al segundo. Analizando por qué las revoluciones marxistas habían fracasado en  las sociedades avanzadas, y sólo habían logrado triunfar en las primitivas como la rusa, Gramsci llegó a la conclusión de que antes era necesario cambiar las conciencias de los obreros, para lograr su absoluta adhesión a la causa. Al estar inmersos en una cultura capitalista y burguesa, los proletarios de los países occidentales no eran capaces de ver sus intereses de clase; por eso era necesario impulsar una vanguardia de intelectuales que realizara el camino largo del "combate cultural". El objetivo sería crear un bloque histórico, la "expresión coherente y organizada del pueblo", una comunión basada en un amplio consenso y que tuviese la misma fe y  los mismos valores,  lo que haría innecesaria la dictadura del proletariado. Esta nueva Fe  vendría a sustituir en el pueblo a las religiones obsoletas, en concreto a la católica cuyo valor como factor de cohesión social ya había sido señalado por el pensador francés Charles Maurras. Lo novedoso era que para afirmar esos valores había que crear una nueva Cultura Popular, que no dudaría en servirse de los medios que ofrecía la moderna Cultura de Masas: el teatro, la radio, el cine, la prensa... y sobre todo la propaganda, que es una forma de arte y una técnica, que llega a todo el mundo, y que apela en especial a las emociones.

Pues bien, lo del "bloque histórico" lo estaba poniendo en práctica por vez primera, y con relativo éxito, Benito Mussolini, cuyo nuevo régimen había logrado un amplio consenso que se mantuvo durante casi veinte años, el ventennio nero. Eso se logró por haber asumido no los anti-valores que proponían los marxistas sino una curiosa síntesis entre los valores tradicionales del pueblo (la familia heteropatriarcal, como se dice ahora, el amor a la patria y el respeto a su historia y a sus héroes, la religión) y otros de inspiración socialista (mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores, eliminación al menos teórica de las desigualdades sociales) o incluso nietzscheana (exaltación de un estilo de vida peligroso y audaz, atractivo para la juventud). En el fascismo, como pasaría en otros socialismos nacionales del siglo XX, el factor estético jugaba un papel fundamental, y el aprovechamiento de la cultura de masas para difundir y asentar las ideas del régimen sería de gran importancia, ya que pretendía crear una nueva y dinámica Cultura Popular alejada del folklorismo museístico y, en cierto modo, momificado del enfoque tradicional, y al mismo tiempo en rivalidad con la cultura de masas que llegaba de los Estados Unidos. Resonaba así la frase de Nietzsche cuando aconsejaba no cuidarse de la "patria de nuestros padres", sino de la "patria de nuestros hijos".


Carteles contra los bombardeos americanos (1944)


La irrupción de la "Cultura de Masas" de factura norteamericana en la Europa descompuesta y desmoralizada de después de la Primera Guerra Mundial, supuso un enorme shock, además de una de las peores amenazas para la Cultura en general, tanto para la popular como la de las élites  ilustradas. La propia palabra "masas" lo dice todo: "aglomerado informe de individuos, muchedumbre sin alma". Auspiciados por una poderosa industria del entretenimiento, las películas de Hollywood, la literatura pulp, los cómics, los nuevos bailes y el jazz, etc. lo inundaron todo, y por su carácter novedoso fascinaban al público europeo de entonces. Lejos de tratarse de diversiones inocuas, eran poderosos medios para transformar los gustos y las costumbres, al servicio casi siempre del Soft Power yanki en el sentido económico y también en el político. Ya en los años veinte Bernays, un sobrino de Freud y discípulo suyo, el inventor de la profesión de "relaciones públicas" y  uno de los principales impulsores de la "sociedad de consumo",  puso el psicoanálisis  freudiano al servicio de la publicidad y de las grandes corporaciones. Este dato resulta fundamental para entender qué técnicas de manipulación de las conciencias y las voluntades se estaban poniendo en juego ya por aquel entonces, por parte de la gran industria capitalista norteamericana. Ya en época tan temprana, los publicistas y las productoras de cine empezaron a explorar las posiblidades de esta nueva cultura del ocio para enganchar a la gente a sus productos, inculcando de forma colateral hábitos de consumo que en muchos casos eran nocivos, antisociales o disolventes: como el tabaquismo, el abuso del alcohol y otras drogas, el juego, la explotación sexual, etc.


Berlin durante la República de Weimar, hacia 1930

Record Guiness de modificaciones corporales (2016)


Ante esta situación, los socialismos nacionales que surgieron de las cenizas de la Primera Guerra Mundial reaccionaron, pero no sólo de una forma meramente defensiva. Se trataba de encauzar esa poderosa cultura de masas y darle un enfoque nuevo, "nacionalizarla" en cierta manera, como se había hecho con las masas proletarias, la economía y la vida social. En particular, el fascismo mussoliniano se interesó bastante en la promoción del cine, los cómics y otras manifestaciones culturales de producción propia, que contrarrestaran la cosmovisión que difundían los productos yankis. Se creó para este fin un ministerio della  cultura popolare (MINCULPOP) y se inauguraron los estudios de Cinecittà y la Bienal de Venecia. Al tiempo que se creaban películas y fumetti hechos por autores italianos y con raíces italianas, la Accademia d' Italia procuró acercar el arte culto a la gente común. La música clásica y no tan clásica (Igor Stravinsky, por ejemplo) era bien conocida por el público italiano, que podía asistir a conciertos, representaciones de teatro, además de actividades deportivas y al aire libre, a través de  la Opera Nazionale Dopolavoro (OND) exigencia de los sindicatos fascistas y encargada de ofrecer a través de una amplia red de organizaciones culturales, toda clase de actividades recreativas para los trabajadores que antes estaban reservadas tan sólo a las élites. Hacia 1930 se contabilizaban unas 8.000 bibliotecas, 2.000 sociedades de arte dramático, 1.350 teatros, 3.000 bandas de música, además de los principales clubes de fútbol que estaban incluidos en la OND. A imitación suya, se crearía en Alemania la Kraft durch Freude (KdF) que además de lo anterior, ofrecían vacaciones pagadas  y otros servicios para que los disfrutaran los trabajadores; y en España, más modestamente, la Organización de Educación y Descanso del franquismo.
 Por sugerencia del régimen, las artes plásticas, incluso en sus vertientes más vanguardistas (futurismo, aeropintura) debían ser comprensibles y conectar con el pueblo y alejarse del subjetivismo burgués. Por eso se privilegió ante todo el arte realista, ejemplo que se imitaría luego en Alemania y la Unión Soviética de una manera mucho más restrictiva hacia el arte de vanguardia, considerado como decadente y burgués.


Milicias de la Cultura de FETE-UGT
 



En la URSS, cuyo artículo 36 de su Constitución proponía como uno de sus objetivos"elevar contínuamente el nivel material y cultural de los trabajadores", tras la experiencia vanguardista y un tanto caprichosa del Proletkult, que había aspirado a crear una estética nueva de la clase obrera revolucionaria, el propio Lenin decidió concentrar sus esfuerzos en la educación básica de los trabajadores y en la erradicación del analfabetismo del pueblo ruso. El camarada Zhadanov les hizo la vida imposible a los artistas de vanguardia, es verdad, pero hay que reconocer que el folklore y la cultura popular de las distintas nacionalidades que componían la URSS fue ampliamente promovido por el régimen, y gracias  a ello todavía perduran y están más vivos que sus equivalentes en la Europa occidental. Y gracias al mecenazgo oficial, la música clásica, al igual que en la Alemania hitleriana, con sus festivales wagnerianos de Bayreuth o mozartianos de Salzburgo, gozó de un prestigio social y popular hoy en día inimaginable. Basten recordar algunos nombres: Khatchaturian, Prokofiev, Shostakovich; o bien Richard Strauss, Werner Egk, Hans Pfitzner o Carl Off. 
 A un nivel más popular, las producciones cinematográficas soviéticas de un Eisenstein o un Pudovkin, o los bergfilms (películas de montaña) de Leni Riefenstahl y otras grandes producciones de la UFA, demuestran el nivel de calidad alcanzado por el cine en estos países. De hecho, Alemania durante los años 30 era la principal competidora de los USA en el séptimo arte, llegando a desarrollar  hasta un sistema para ver películas en 3D.

Hoy en día todos estos logros culturales son minimizados y calificados de cultura dirigida, censura y propaganda por los defensores del capitalismo neoliberal y por sus "compañeros de viaje", los intelectuales orgánicos supuestamente de izquierdas. Pero si lo comparamos con la situación de indigencia actual y el descenso del coeficiente de inteligencia de las nuevas generaciones, alarmantemente involutivo, sólo es posible afirma que los socialismos nacionales consideraban al pueblo como una fuerza política a la que había que cuidar y educar, convirtiendo tanto al proletariado como al Volk como destinatarios de su acción cultural. Mientras que el capitalismo lo quiere como carne de cañón, para producir y consumir sus productos-basura, manso y domesticado. Si bien a la larga el resultado inesperado, o no tanto, sea la creación de una masa descerebrada, embrutecida y corrompida.

Gran Exposición de arte alemán

Y queda por ver la responsabilidad de los calificados a sí mismos como "marxistas culturales" ("capitalistas culturales" deberían llamarse) los "intelectuales orgánicos " de los que hablaba Gramsci, en todo este proceso degenerativo de la cultura occidental. Todos los que han contribuido a la creación de la "Teoría crítica", desde el propio Gramsci, pasando por George Lukács, la Escuela de Frankfurt con sus análisis psicoanalíticomarxistas, para desembocar en el movimiento del mayo del 68, han ido dibujando un proyecto de ingeniería social que tristemente se está haciendo realidad en nuestros días. Y lo está llevando a la práctica la élite capitalista de la globalización, conviene no olvidarlo, personajes como George Soros por ejemplo, que en estas cosas coinciden totalmente con los postulados de la "izquierda kosher" (como la llama Gilad Atzmon). Hoy en que el marxismo político ha sido prácticamente eliminado del mapa en occidente, a pesar de lo que se diga acerca de los nuevos populismos de izquierdas (totalmente controlados por el poder) el llamado "marxismo cultural" es la ideología dominante del sistema. Ya no se trata de seducir a través de los productos culturales de consumo como se hacía antes. En efecto, antaño las producciones cinematográficas americanas, los cómics, incluso la música, tenían un  nivel de calidad que se ha ido perdiendo progresivamente...
Ahora se trata de inculcar y de imponer totalitariamente una Weltanschauung, una  nueva visión del mundo sustentada en la subversión de todos los valores que han fundamentado las sociedades europeas y occidentales durante siglos. Hay que socavar la familia, la religión, el arte, la sexualidad, en fin todo aquello que los intelectuales del sistema han señalado como "intolerable" y "opresivo". Primero se deconstruye la identidad nacional de los pueblos (los lazos que cohesionan a una comunidad y la hacen fuerte) para luego ir a la deconstrucción de la personalidades individuales. Y para ello se sirven no sólo de las universidades donde han sentado cátedra desde hace más de cuarenta años, de la enseñanza y de los poderes públicos, sino también de toda la industria llamada "cultural", del ocio y del entretenimiento, que controlan através de las grandes productoras de cine, videojuegos y series de televisión, los canales de TV, prensa y radio, Internet y sus redes sociales, que extienden sus tentáculos hasta en el ámbito privado de las telecomunicaciones...
Ideologías como la "teoría de género", el feminismo radical, el "calentamiento global", el  multiculturalismo, el animalismo, etc. se han convertido en los nuevos dogmas de fe del "bloque histórico" posmoderno. Y a lo que vamos, a donde nos llevan, es a un compost multicultural de individuos adocenados, sin criterio propio y programados a base de las "santas mentiras" suministradas a tutiplén por los medios de manipulación de masas. Cada día nos dicen que somos más libres, cuando en realidad es que somos cada vez más esclavos; mientras los pueblos, las razas, las culturas, el arte desaparecen o nos dicen que nunca han existido, porque todo es relativo, todo es una construcción que se puede deconstruir para construir de nuevo el gran universo Matrix.


Cartel de Boccasile: No prevalecerán



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