martes, 3 de octubre de 2017

LA SUBVERSIÓN DE LA BELLEZA


 Rescatamos con todo respeto un capítulo del libro "El suicidio de la modernidad" de nuestro admirado Aquilino Duque. Aunque el texto tiene ya más de 35 años, me sigue sorprendiendo por su gran lucidez y vigencia y porque, hoy más que nunca, podemos extraer de él muchas lecciones de provecho. Claro que el nivel intelectual del autor está muy por encima del nivel del discurso que domina entre el rebaño en la actualidad, apacentado por Atresmedia y Mediaset, y tal vez escape a la comprensión de la mayoría... Por fin las minorías selectas, sobre todo en las Españas, han sido por completo sustituídas por las abyectas (los Soros, Roures y compañía) y estas se están salido con la suya. 
Al menos, quisiéramos rendir un homenaje a Aquilino Duque, y despertar el interés de los lectores curiosos por su obra literaria y ensayística, que no tiene desperdicio.


 
"Hablar de Nietzsche en tiempos de fetichismo igualitario es sumamente peligroso, a menos que se le tergiverse. Hoy se habla mucho de Nietzsche, es decir se tergiversa mucho a Nietzsche, que es la única manera de que cabe ocuparse de él sin irritar al rebaño. Nietzsche sin tergiversar irrita tanto a las ovejas del rebaño cristiano como a los borregos del rebaño socialista; de aquí que se intente la pirueta dialéctica de convertirlo en precursor del rebaño anarco-hedonista. Por fortuna el lenguaje de Nietzsche no tiene nada de equívoco ni de polisémico, cosa que entorpece los intentos de manipulación. Tanto es así que un moderno filósofo español afirma que, siendo Nietzsche un gran pensador y un gran poeta, es decir, un gran creador de lenguaje, tiene el gran defecto de acuñar su pensamiento en fórmulas infelices. Mucho me temo que la infelicidad de esas fórmulas no consista sino en que son imposibles de manipular. El radicalismo aristocrático de fórmulas como el superhombre, la moral de esclavos o la voluntad de potencia, a diferencia de esos textos constitucionales concebidos a a escote, como diría Quevedo, no admite más que una lectura y esa lectura quien mejor la ha hecho en nuestro tiempo es Martin Heidegger."




"El descrédito del marxismo en el terreno de la praxis y su agotamiento en el de la especulación han hecho que los pensadores más avisados eleven la dialéctica al plano de la metafísica y transformen la cuestión social en cuestión moral.  En ese tránsito del materialismo dialéctico al idealismo dialéctico, propiciado por los mentís continuos que la ciencia y la historia dan al "socialismo científico", hay quien llega más lejos y hace de la cuestión moral una cuestión estética, y aquí es donde Nietzsche vuelve a ser insoslayable. Dentro de esta línea, si no me equivoco, he oído decir a otro filósofo en agraz que la belleza es lo que nos protege del miedo, pero cuando la belleza es usurpada por el Poder, el Estado, la Burocracia, es decir por los centros que ejercen el miedo o que lo inspiran, la protección del hombre, o mejor, de la masa está en lo feo elevado a categoría estética, en la estética de lo feo, en la fealdad como belleza. La aparición de las estéticas de vanguardia sería así una reacción subversiva contra los cánones de la belleza asumidos e institucionalizados  por la burguesía, clase entonces dominante y opulenta. Esta subjetivación de lo bello lo vincula por fuerza a la historia, ese espantoso dominio del azar y lo absurdo, que dijo Nietzsche. Que la belleza sea un engendro de lo absurdo y el azar mediante un acto de inversión en lo opuesto es cosa que saca a la belleza del plano de la estética y lo sitúa en el de la ética. La belleza no es ya como en Keats, a joy for ever, un gozo perpetuo, sino una cuestión polémica. Así, en un momento dado, la Gioconda, juzgada estéticamente inmoral, fue objeto de atentados por parte de artistas de vanguardia.
La contraposición entre el miedo y la belleza cobra todo su sentido si se considera al miedo como una forma de la moral o, dejando a Nietzsche que nos vuelva la oración por pasiva, considerando a la moral "como una forma de la timidez". La timidez, el temor, el miedo es, pues, la forma que reviste lo que Nietzsche llama la moral del rebaño, moral que no es más que el instinto de conservación de la especie. La belleza sería por tanto, según esta línea de razonamiento, el refugio más seguro frente a esa moral timorata. Así, entre otros, lo entendió  D'Annunzio."



 
"El azar y el absurdo han hecho que la moral que en tiempos de Nietzsche se cifrara en el instinto de conservación se cifre ahora en el instinto de autodestrucción, y que el Poder, el Estado, la Burocracia, en una palabra, la administración del miedo o de la moral, que en otros tiempos tal vez se haya apoderado de la administración de la belleza,  se apodere ahora de la administración de la fealdad. En España, para no ir más lejos, ya en tiempos del antiguo régimen, el Poder se complacía en pasear por el mundo sus Chillidas, sus Mirós, sus Tàpies, sus Sauras, sus Violas, sus Pabloserranos y, al cambiar el régimen, nadie dirá que esos artistas, más el más deleznable de los muchos Picassos conocidos, no constituyan el arte oficial de la Burocracia, del Estado, del Poder, desde la filatelia a los murales, pasando por los carteles del Mundial de Fútbol.
Ahora que lo feo vuelve a ser feo gracias al Estado; que el Poder, más coherente que nunca, hace suya la fealdad para mejor inspirarnos su miedo, para mejor imponernos su moral; ahora, digo, es más necesario que nunca refugiarse en la belleza, en esa belleza que, pese a los tergiversadores de Nietzsche, es metahistórica, no depende del azar y de lo absurdo y nunca tuvo que ver nada con esta moral pecuaria del anarco-hedonismo de masas."

"Viñamarina", a 19 de febrero de 1982

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