viernes, 15 de septiembre de 2017

LOS FACHAS QUE NO AMABAN A LOS FILÓSOFOS, Y OTRAS ESCENAS TUDENSES


  Desempolvando viejas historias de la guerra civil, y siguiendo el más estricto criterio de la "memoria histórica", vamos a continuación a contar otra historia de signo contrario, para confirmar aquello de que en todos los sitios cocieron habas en el 36. Es un episodio como otros muchos que sucedieron hasta en los más perdidos rincones de la España profunda, excitada por los tambores de una guerra salvaje y fraticida.
En aquel fatídico año de 1936 impartía clases de dibujo y modelado en el instituto de segunda enseñanza de Tuy don Benito Prieto de Coussent (Ribadeo, 1907-Granada 2001). Era un profesor joven , muy en la línea de la Institución Libre de Enseñanza, cuya gran labor antes y durante la Segunda República para elevar el nivel cultural del pueblo español nunca podrá ser lo suficientemente ponderada, a pesar del krausismo que inspiraba el movimiento y que sus buenos resultados en materia educativa no fueran  suficientes para impedir que más de la tercera parte de los españoles siguieran siendo todavía analfabetos radicales al comienzo de la contienda. Pero al menos sirvió para traer aires renovedores  y laicos a la enseñanza, demasiado dominada en España por un clericalismo caduco, anclado en el espíritu del concilio de Trento. Este maestro realizó, con ayuda de sus alumnos, un busto de Valle-Inclán que sería situado en la ciudad de Pontevedra, y otro de Sócrates para  colocarlo en los jardines del Instituto de Tuy. Este último monumento, tallado en granito y de 700 kilos de peso incluyendo el pedestal,  fue inaugurado por las autoridades republicanas el 3 de mayo de 1936.
En el zócalo del busto podían leerse algunas frases del filósofo:
"Estoy sobre el pueblo como mosca sobre caballo. Para picarle y tenerle despierto. La mejor manera de vivir consiste en practicar la justicia y la virtud" 
Unas pocas semanas después se iniciaba la guerra civil, cuyo principal desencadenante fue el asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo, por parte de un grupo de guardias de asalto que servían en la escolta personal del socialista Indalecio Prieto. Previamente, Calvo Sotelo (natural de Tuy) había sido amenazado en las mismísimas Cortes por el miembro del gobierno Casares Quiroga. Como se comprenderá, entre los familiares, amigos y conocidos de don José estaban los ánimos muy caldeados por semejante crimen...


Réplica actual de la estatua de Coussent, en los Jardines de Troncoso (Tuy)


El caso es que en las vísperas de la matanza generalizada algunos energúmenos que vestían la camisa azul de Falange (que desempeñaban un parecido papel al de los milicianos del Frente Popular) la emprendieron contra la estatua del filósofo ateniense. No se sabe bien si confundieron a Sócrates con Carlos Marx o Bakunin (como todos llevaban barba, pudiera ser) o bien se enteraron  de que el profesor que la había hecho tenía fama de simpatizar con los anarquistas y los obreros.

El resultado fue que decapitaron bárbaramente la estatua, la embadurnaron de alquitrán y la arrojaron a las profundidades del río Miño. Al profesor Coussent lo arrestaron en Ribadeo, y lo trasladaron precisamente a la cárcel de Tuy, donde pasó algún tiempo entre otros presos que esperaban un incierto destino. A los que iban siendo fusilados contra el muro del Instituto, el artista les hacía antes un retrato para podérselo enviar a sus familiares.

Tampoco el busto de Valle-Inclán , el padre del "esperpento", se salvó de la furia de los alzados, y fue arrastrado por las calles de Pontevedra hasta quedar abandonado en un monte.
Coussent se salvó casi de milagro de ser fusilado también en aquellos días, pues fue indultado poco después con la orden, en un principio, de incorporarse al batallón Zaragoza 530 para combatir con los nacionales. Por suerte para él, terminó recluido durante la contienda en el Monasterio de Guadalupe, y allí pudo seguir llevando una vida de artista, retirado del ruido y de la furia, pintando cuadros alegóricos y retratos de los monjes capuchinos.
Algunos cuadros que pintó Coussent durante el nacional-catolicismo le pudieron granjear algún disgusto, sobre todo con las autoridades religiosas, que consideraban irreverentes algunas crucifixiones que pintó en un estilo expresionista, muy cercano a Grünewald. Pero, afortunadamente, tampoco en esas ocasiones llegó para él la sangre al río.


Mucho tiempo después, en 1994, la Xunta de Galicia le encargó a Coussent que pintara el retrato oficial de Manuel Fraga, y entre sesión y sesión el pintor le explicó al político lo que le había pasado a su Sócrates, y consiguió la promesa del omnipotente don Manuel de que haría todo lo que estuviera en su mano para recuperarlo de las aguas del Miño. Pero a pesar de todo, ahí sigue todavía, sin poder ser rescatado.

Pasados los años, y con el cambio de régimen, otros energúmenos llegaron para sustituir a los anteriores, pero con mucha menor intensidad. Ya no se dedicaban a dar palizas a la gente, ni a arrojar al río estatuas de Sócrates, pero desde entonces y de forma cíclica las pintadas de cualquier signo, aunque generalmente  ácrata, antifascista o separatista, manchan los muros de la monumental Tuy, como ocurre en muchas otras poblaciones españolas.


Monumento a Calvo Sotelo en Tuy


Basta con cruzar la frontera del Miño o de los Pirineos para percatarse de que esto no ocurre con tanta asiduidad en otros países de Europa: he aquí un bonito tema de estudio para una tesis sociológica.
Especialmente se llevan ensañando estas acémilas con el monumento a don José Calvo Sotelo, pero tampoco se han respetado ni los lugares históricos, como el Convento de Santo Domingo del siglo XIV, donde hasta hace poco podían leerse en su ábside pintadas con la soflama "ni Dios ni amo" y otras por el estilo, acompañada de simbología ácrata o "illuminati".
Ahora parece que el actual ayuntamiento está preocupándose más por mantener limpios de pintadas los muros, pero de vez en cuando rebrotan. Las últimas denotan un cambio de tendencia, y al parece esta temporada se lleva más lo "facha". Pero da igual que se pinte una hoz y un martillo, una estrella independentista o la bandera de España, siempre se trata de la misma clase de acémilas, que no saben respetar ni su propio patrimonio, por falta de sal en la mollera y poco aprovechamiento de las enseñanzas de la LOGSE-LOMCE.

No hace mucho, en 2007, en los tiempos del memo-rión histórico Zapatero, un grupúsculo de iluminados separatistas denominado Nós- Unidade Popular le dió por descuartizar el busto de bronce de Calvo Sotelo, y no se les ocurrió otra cosa que arrojarlo también al Miño, a hacer compañía al de Sócrates; aunque esta vez sí pudo rescatarlo de las aguas un pescador de lampreas. Como se ve,  seguimos instalados en el "esperpento", como diría Valle-Inclán...



 En vista de que la búsqueda del Sócrates perdido era infructuosa, una asociación tudense llamada Levada Libre decidió recaudar fondos para realizar una réplica del mismo. Los alumnos del IES San Paio de Tuy modelaron en barro el retrato, y el escultor Rosendo González se encargó de tallarlo en granito. Hoy puede verse el monumento en los Jardines de Troncoso, desde que se inaguró el 26 de junio de 2010, con el propósito de que aquel acto sirviera de "reconciliación para los tudenses y de reconciliación nacional". De momento, los destrozos no han vuelto a reproducirse, y esperemos que por muchos años no vuelva a asomar la siniestra sombra de los decapitadores.



 

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