lunes, 26 de enero de 2015

 



GASTOS SUNTUARIOS EN TIEMPOS DE CRISIS (2)

Respuestas desde el arte y nuevas formas de corrupción

Frente a los manejos del poder, y la rapacidad o voracidad sin límites de aquellos que lo detentan indignamente, siempre surgieron artistas en Europa que alzaron su voz crítica. Al menos podríamos remontarnos a la Edad Media, en la que abundan ejemplos en los capiteles y los códices miniados, que muestran incluso a miembros de la jerarquía eclesiástica de la época bajo un prisma muy poco favorecedor. Esta corriente crítica sería continuada por algunos maestros del renacimiento nórdico, como El Bosco o Brueghel, pero curiosamente estará muy poco presente entre sus contemporáneos italianos, que evitaron sin duda disgustar a sus principales mecenas: la Iglesia católica y la nobleza. Más tarde, durante el Barroco (Caravaggio, los maestros flamencos y españoles) se  va abandonando la idealización a favor de un mayor realismo en la representación del mundo, y en algunos casos se llegan a recuperar tímidamente estos temas, aunque muy mezclados con el costumbrismo y el gusto por lo anecdótico. La pintura realista del  XIX, iniciada en Francia por pintores como  Courbet, supuso la irrupción en el arte no sólo de temas hasta entonces desacostumbrados (el "proletariado") sino también con un tratamiento distinto, menos académico y más "vulgar". Un compromiso con la realidad que tenía un sentido crítico, aunque éste no fuera siempre explícito.



"Solicitantes de votos en las elecciones de 1754" por William Hogarth. El artista nos muestra que ya entonces, como en la actualidad, estas convocatorias no eran más que un espectáculo de trileros. En este caso se alude a la compra-venta de votos. También se podría hablar de la financiación de los partidos políticos...


La caricatura artística conocería un notable impulso ya desde el siglo anterior, siendo cultivada por artistas de la categoría del británico William Hogarth, quien supo satirizar a los tipos humanos de la época: la ascendiente burguesía, los llamados libertinos, los tejemanejes de la democracia liberal...
La prensa satírica  se desarrollará sobre todo en la Francia del siglo XIX, con artistas de la categoría de Daumier, y su importancia como resultado del ejercicio de la recientemente conquistada "libertad de expresión" llegará incluso hasta nuestros días, en que acabamos de asistir al episodio sangriento del atentado contra el semanario Charlie Hebdo.  
Pero, por encima de todos, será el pintor español Francisco de Goya el que mayor impronta dejará en el arte crítico posterior, que hará uso de un lenguaje más o menos realista, con tintes esperpénticos, "expresionistas" o caricaturescos, para desafiar a los poderes establecidos, aportando casi siempre una mirada amarga y al mismo tiempo veraz sobre la sociedad de su tiempo.

 
"El Pelele" de Goya (1791). Un país decadente en manos de una corte pusilánime y corrupta

La Noche del Rico (1928) por Rivera


 Durante el convulso período de entreguerras y el famoso crack del 29, se producen  cambios profundos en el panorama artístico mundial, que se va a debatir entre el esteticismo art decó (el estilo lujoso, elegante y despreocupado de las clases ociosas),  el puro juego experimental de las vanguardias y un arte más implicado socialmente, que no dudará en denunciar con realismo las lacras  de la sociedad capitalista. En  México se da un primer paso, con la aparición de la escuela muralista, imitada durante el New Deal en los Estados Unidos (realismo social) y en otros países
 Pero será la Alemania de la república de Weimar la que aportará los mejores ejemplos de esta tendencia, y donde va a surgir una corriente realista que algunos llamarán La Nueva Objetividad, y en la que se incluye a Otto Dix, Grosz y otros, que teniendo como referentes a pintores y caricaturistas del pasado, emplean un lenguaje esperpéntico e incisivo para retratar sin contemplaciones un paisaje en el que la corrupción campaba a todos los niveles. Estaría a punto de nacer la figura del "artista comprometido" con carnet de partido político de izquierdas, tanto en el mundo de las letras, como en el cine y, cómo no, en las artes plásticas (siendo Picasso el ejemplo más representativo). Algunos cultivadores del realismo crítico en Alemania, México y otros países tendrán como referente a la URSS, aún cuando su arte iba a ser algo impensable allí y en los demás regímenes totalitarios que se avecinaban, donde se amparaban otras formas de "realismo" más "serenas" y "positivas", y en las que la sátira sólo se reservaba a los enemigos políticos. La imagen que a los totalitarismos de entreguerras les interesaba transmitir era la de la Nueva Era que con ellos empezaba y que estaba en fase de construcción, una idea luminosa que sirviera de guía a los pueblos que gobernaban.


 
"Adán y Eva"(1932) por Tamara de Lempicka

 
"A la belleza" (1922) de Otto Dix

Dos visiones muy diferentes de los glamurosos años 20. La primera, hedonista y autocomplaciente, poblada por metrosexuales y "cuerposdanone". En la segunda hay cierta fascinación por lo americano, que empieza a estar de moda entonces, pero al mismo  tiempo se respira una atmósfera inquietante detrás de las apariencias. El arte revela cosas que no se perciben a simple vista.

 
Los totalitarismos lograron tanta vigencia en aquel tiempo porque se alzaron como una respuesta enérgica ante tanta obscenidad, que provocaba el lógico resentimiento entre las masas populares. Se erigieron estos sistemas en intérpretes de la voluntad popular, encumbrando a líderes que surgían del "pueblo", y para ello se sirvieron del arte como un vehículo de comunicación e influencia sobre las masas.
El primero de ellos triunfa en Rusia en 1917, siendo la revolución bolchevique y la guerra civil subsiguiente tan sangrientas e iconoclastas como lo había sido en su día la revolución francesa, antesala de la democracia liberal. Resulta curioso que, pese a sus escasos escrúpulos destructivos, todos los totalitarismos se presentaron como "defensores de la cultura" en especial frente a los otros totalitarismos, a los que tachaban de "bárbaros". Los bolcheviques no desaprovecharon  la oportunidad de orquestar desde el poder una política cultural (proletkult) al estilo marxista, con una fuerte componente propagandística y "pedagógica". A los soviets sólo les interesaba el arte por sus efectos prácticos sobre las masas, por eso se fueron descartando progresivamente todas las experiencias vanguardistas que se conciliaban poco o mal con este fin, acusando a sus autores de subjetivos y reaccionarios. De hecho el arte soviético resulta en conjunto muy poco innovador, si se compara por ejemplo con el muralismo que se desarrolló en México tras la revolución, donde sí se produjo hasta cierto punto un "arte social", gracias al padrinazgo de Vasconcelos.
En la práctica, el triunfo de las ideas comunistas llevó, tras la euforia inicial, a la instrumentación del arte al servicio de la ideología marxista o del aparato del Politburó. Así cuando el bolchevismo triunfó en Rusia, los artistas se vieron obligados a servir de propagandistas del nuevo estado y a seguir las consignas, sufriendo en caso contrario la condena al ostracismo o a desaparecer en algún que otro gulag (Sokolov o Nicolai Getman, p.ej.).


El camarada Iósif representado según la iconografía del Buen Pastor


Con Stalin al frente de la dictadura del proletariado, está claro que interesa sobre todo establecer una comunión mística entre las masas y su líder, al que se glorifica y rinde culto. En 1934 el zar rojo prohibe el arte abstracto y vanguardista (llamado decadente), y poco después inicia los grandes planes urbanos, remodelando la capital moscovita, creando arquitecturas colosales como el Palacio de los Soviets o realizando las soberbias obras del Metro de Moscú. El lenguaje que hablará la revolución desde entonces será el llamado "realismo socialista" (Guerasimov, Brodski, Mukhina) lo que pronto pondría de manifiesto que para los dirigentes comunistas, pensaran lo que pensaran sus fans en occidente, el arte era algo meramente superfluo, un adorno propagandístico para ensalzar los logros del paraíso socialista...lo que no quiere decir que todo el arte realizado en el largo período soviético haya sido malo o desechable.


Exposición Universal de París (1938) .El pabellón del III Reich y el de la URSS frente a frente


En la Italia del duce estuvo clara desde el principio la voluntad del nuevo regimen de llevar acabo una política cultural, y servirse del enorme poder del arte sobre las pasiones y sentimientos de los hombres (algo que ya Platón había temido y que Nietzsche  reivindicaba como un valor positivo) para crear un hombre nuevo. A diferencia de la URSS, en Italia no se persiguieron las vanguardias, sino que se incorporaron en lo posible al proyecto fascista, contando con notables aportaciones de futuristas, metafísicos y hasta de algún pionero de la pintura abstracta. Mario Sironi escribió en su manifiesto de la pintura mural de 1933 (donde recogía algunas ideas ensayadas por los pintores de la revolución mexicana):
"En el estado fascista, el arte adquiere una función social: una función educativa. Ha de traducir la ética de nuestro tiempo(...) el arte volverá a ser aquello que fue en las épocas más grandes y en el corazón de las mayores civilizaciones: un instrumento perfecto de dirección espiritual".

Utopías que como casi todas nunca llegaron a cumplirse o se quedaron a mitad de camino. En el caso del fascismo, las realizaciones como el EUR y otros espacios públicos, estaban pensadas para que sirvieran  de mera propaganda del régimen mussoliniano, y se optó por una estética que pretendía ser clásica, pero que según sus detractores recordaba bastante a los decorados de las películas de espagueti-peplum. Los fascistas pretendían crear un arte triunfal y colosal, que emulara las pasadas glorias del Imperio romano, pero la triste realidad es que (salvo en el caso abisinio, que no tuvo mucho de heroico) no había muchas victorias que celebrar, y sí algunos notables fiascos que convirtieron a las tropas italianas en el hazmerreír de la segunda guerra mundial.

¿Arte soviético? De eso nada, nazi. Monumento al trabajo de Thorak


¿Arte ario? Ni hablar, soviético. Chicas corriendo, de Deineka

La actitud del nacionalsocialismo hacia el carácter especulativo del mercado del arte moderno fue de abierta hostilidad, dado que Hitler (que había sido un pintor diletante en su juventud y compartía las teorías de Wagner al respecto) se tomaba las cosas del arte muy poco a la ligera. Había, según él, que regenerar el arte alemán que se hallaba en manos de especuladores y marchantes judíos, lo que no dejaba de ser una verdad a medias. El arte de vanguardia, y  en especial el expresionismo y el realismo crítico fueron proscritos, y sus autores clasificados como degenerados. Hay que reconocer, no obstante,  que algunas de las obras de estos últimos eran tan obscenas y sarcásticas que difícilmente serían admitidas incluso por nuestras sociedades modernas, tan liberales y democráticas. De todas formas, los artistas afectos al regimen disfrutaban de una protección especial, porque Hitler gustaba de presentarse como un mecenas de las bellas artes. Curiosa esa obsesión por la pureza y la salud por parte de alguien que se convirtió en un politoxicómano gracias a los "cuidados" del doctor Morell. El colosalismo arquitectónico, al igual que en la Italia fascista o en la Unión Soviética, fue el estilo predilecto del führer, quien contaba con la colaboración de Speer para llevar a cabo sus megaproyectos para la refundación de Berlín o para el Gran Museo de Linz,  que no llegaron a culminarse debido a la derrota bélica.

El ejemplo más delirante de política cultural totalitaria dirigida a rendir  pleitesía a la personalidad del líder es el proporcionado por la "Revolución Cultural" de Mao. Para afianzarse en el poder en los años 60 y desplazar a aquellos de su partido que podían hacerle sombra, el gran timonel chino se apoyó en los elementos más jóvenes y  fanáticos de su partido (la Guardia Roja) para realizar una vuelta a la "ortodoxia" revolucionaria. Eso significó una formidable operación de lavado de cerebro colectivo, sirviéndose de una especie de biblia (El Libro Rojo, algo así como el Mein Kampf maoísta) y se llevó a cabo una destrucción sistemática de los símbolos del pasado, como los templos budistas y otros tesoros artísticos, y una represión brutal de los disidentes, sobre todo contra los intelectuales y artistas (Pol Pot, el khemr rojo camboyano llegó aún más lejos, exterminando a la gente sencillamente por llevar gafas).

Cartel maoísta: "Destruye el Viejo Mundo, Construye el Nuevo Mundo"
El común denominador de todas estas ideologías es que luchaban hasta el fanatismo por un ideal de pureza (de clase o de raza) para combatir precisamente a la corrupción liberal o burguesa, pero que sin embargo fueron generando en su  andadura otras formas aún más abyectas de corrupción (el holodomor decretado por Stalin, que condenó al pueblo ucraniano a morir de hambre mientras se vendía todo el  trigo al extranjero con fines propagandísticos, o la primera industria del holocausto, la que benefició a algunos magnates de la industria alemana, la segunda beneficiaría de rebote a los productores  de hollywood y al Estado de Israel).

Surgidos con la guerra, los totalitarismos van desapareciendo con la nueva guerra (sólo sobreviven más allá del telón de acero) y bajo la tutela de los USA se van asentando de nuevo las democracias liberales de posguerra. Ahora aspiran a mostrarse como modelos de virtud (democristiana) y austeridad, pretendiendo hacer olvidar que su mal ejemplo fue un factor decisivo en el auge de los fascismos. De hecho, desde entonces se ha venido instrumentalizando el espantajo nazifascistacomunista para instalar en nuestras mentes la idea de que no hay alternativa  posible al status quo demoliberal y a la alternancia neoliberal-socialdemócrata, que eran casi las únicas opciones políticas admitidas por el sistema hasta fechas muy recientes. Ambas posiciones, por otra parte, cada vez se parecen más entre sí tanto en sus objetivos a corto o medio plazo, como en sus vicios y corruptelas. La deriva que está tomando el demoliberalismo en los últimos tiempos, con la globalización en marcha y el uso persistente de la amenaza terrorista para anular las pocas libertades auténticas que aún nos quedan (el caso del Charlie Hebdo resulta muy significativo, ya que en nombre de la "libertad de expresión" nos van a vigilar mucho más y mejor) hacen presagiar la aparición inminente de una nueva forma de totalitarismo, aún más cobarde, implacable y corrupta que las precedentes.


Mitterrand con su pirámide masónica en el Louvre

Volviendo atrás en el tiempo, los sacrificios exigidos a los civiles durante la posguerra, y el "miedo al rojo" mientras duró la amenaza comunista, impulsaron que la "casta" procurasen ofrecer una imagen lo más austera posible y concedieran poco a poco algunos derechos sociales a sus gobernados, naciendo así la llamada "sociedad del bienestar". Se admitían eso sí algunas cotas de corrupción, porque los políticos y demás fauna son al fin y al cabo personas humanas y la carne es débil, pero todo quedaba muy discreto y no trascendía demasiado a los medios.Al desarrollarse la sociedad de consumo en los años sesenta, el estilo hedonista  y desenfadado de algunas celebrities se convirtió en un tentador modelo a imitar por mucha gente relacionada con las altas esferas, que no tardaron en apuntarse a la Dolce Vita. Por otro lado, en esta misma época, el sujeto revolucionario había dejado de ser el obrero de las fábricas, y  las organizaciones de izquierdas se nutrieron cada vez más con los universitarios de clase media y alta, a los que sin embargo poco convencían las zarandajas sobre la superestructura aprendidas en el catecismo de Marx. Esta juventud narcisista y que presumía de  superioridad intelectual respecto a los catetos izquierdistas que les precedieron, intentaron conciliar sus gustos culturalmente sofisticados con su compromiso político y social, pero sin mancharse de grasa ni de hollín, a ser posible. De sus filas saldrían, tras el lapsus creado por la crísis del petróleo de los 70, los yuppies y la beatiful people de los 80, y poco a poco asistiremos al trasfugismo desde los sectores de la socialdemocracia y posiciones aún más izquierdistas ( pensemos en Angela Merkel ) hacia el neoliberalismo o la neocodicia, que es lo que ahora predomina en las sociedades avanzadas. Se trata de esa misma ideología que ante la última (por el momento) crisis del capitalismo preconiza más austeridad para las clases medias y bajas, mientras el derroche, el lujo y el despilfarro se disparan entre los más pudientes. Por no decir de otros hábitos más inconfesables que se extienden por la sociedad (vía internet muchas veces) y que tienen como caldo de cultivo el mal ejemplo que ofrecen los que se supone son nuestras "élites" (la casta, en una palabra).



 La Unión Europea, sin ir más lejos, ha ido ofreciendo un muestrario abundante de presidentes y jefes de estado mafiosillos como Berlusconi o Sarkozy; corruptos y amantes del lujo como Giscard d' Estaing (el que inauguró el Centro Pompidou, modelo europeo de los museos de arte contemporáneo) o el megalómano François Mitterrand, del que tanto aprendieron nuestros felipistas de los años del pelotazo. A todos ellos les gusta representar el papel de protectores de las artes (contemporáneas), inaugurar museos de arte (contemporáneo)... a saber al servicio de qué oscuros intereses. Muchas cantidades de dinero en forma de subvenciones han ido a parar a manos de las "esgaes" y otros amiguetes, y no solo en los países que ahora están arruinados por la crisis. Se trata de un modelo que empieza a ser cuestionado ahora por movimientos más o menos populistas, que están dirigiendo también sus invectivas a la política cultural de estos últimos tiempos (el círculo de internet  Podemos Desenmascararte p.ej.). Otra crítica al occidente decadente y corrupto procede en la actualidad del islamismo emergente en Europa (de nuevo terminamos como empezamos, con la religión a vueltas) sobre todo en su vertiente más radicalizada, próxima a esos grupos terroristas que están financiados por los petroleros saudíes (si los emiratos teocráticos esos son los modelos de "decencia" que nos quieren imponer los morancos, estamos perdidos definitivamente). Bueno, a grandes rasgos así pintan las cosas hoy en día.


Para terminar, recomendamos el visionado de esta magnífica película de animación "Rebelión en la Granja"(1954), creada por Joy Batchelor y basada en la novela homónima de George Orwell. Un retrato de una de las peores formas de corrupción posibles, la de aquellos "revolucionarios" que se aprovechan de las esperanzas  del pueblo en su propio beneficio... Advertencia para navegantes.









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