martes, 2 de abril de 2013

ÁLBUM INSÓLITO DE SEMANA SANTA

"Ilia Muromez en la taberna" por Konstantin Vasiliev (1974)
La primera vez que ví una reproducción de este lienzo pensé que se trataba de una parodia blasfema de la "Última Cena" de Leonardo, al estilo de la broma sacrílega que perpetró Buñuel en su película "Viridiana". Recordaba algunas caricaturas de la revolución bolchevique en las que Cristo y sus discípulos aparecían como un grupo de beodos, entregados a la "indecorosa" costumbre de cenar con un vaso de vino ( no debía ser tan "indecoroso", empero, permanecer alcoholizado con vodka a diario, como tantos comisarios políticos y autoridades del Kremlin de antaño y hogaño). Pensé que tal vez Vasiliev se viera presionado, a pesar de ser un artista que iba "por libre" en plena época soviética, a hacer un comentario irónico sobre la religión como "opio del pueblo", aunque sabía que ese no era su estilo.


Pero pronto me di cuenta que no podía ser Jesucristo ese guerrero con cota de malla que aparece presidiendo la composición, ni los apóstoles los que le acompañan. Después descubrí que representa una de las muchas leyendas atribuidas a Ilia Muromez, un héroe épico "bogatyr" o caballero andante del siglo XII, oriundo de Kiev. Tras destacarse en la defensa de su tierra frente al invasor tártaro, y vivir muchas peripecias legendarias, este gigantesco guerrero abandonó las armas en su ancianidad para convertirse en monje. Tras su muerte fue canonizado por la Iglesia ortodoxa. Aquí lo vemos en una escena que es sin duda un homenaje a la obra de da Vinci, acogiendo entre sus enormes brazos en cruz al pueblo campesino, que bebe a la salud de su protector. Muromez sostiene en su mano un casco a modo de grial, y en su figura hay algo de cristiano y de pagano a la vez, reconciliando ambas formas de espiritualidad. En este cuadro Vasiliev rinde un cariñoso tributo a la religiosidad popular de los eslavos, reprimida durante el reinado de los zares rojos, sin mucho éxito por cierto.

Mandylion siglos XII-XIII. Pinacoteca del Palacio Pontificio del Vaticano

Sin salirnos del ámbito eslavo-bizantino, aquí vemos uno de los muchos iconos que representa el Mandylion ("la cara de Cristo creada por una mano que no pertenece a un hombre"), una reliquia que se veneraba en Edasa, y que fue llevada luego a Constantinopla, donde desapareció durante el saqueo perpetrado por los cruzados en 1204. Ante esta imagen sentimos como ante ninguna otra la sensación de que nosotros no miramos el icono, sino que éste nos mira a nosotros. El Mandylion original consistía en una tela sobre la que aparecía impreso el rostro de Cristo, como el paño de la Verónica, aunque al decir de algunos se trataba del santo sudario, doblado de tal forma que sólo estaba a la vista el rostro de Dios. Posteriormente la tela pudo haber sido custodiada por los templarios, ya que estos veneraban una "cabeza de Cristo", que ha dado lugar a muchas leyendas y malentendidos, como las relacionadas con el famoso ídolo Baphomet. Se supone que ésta sería la célebre y controvertida Síndone de Turín, declarada una superchería por algunos expertos, que tampoco son capaces de explicar de una manera satisfactoria cómo demonios (con perdón) se hizo, si se trata realmente de una hábil falsificación.




Detalle de la Crucifixión del Altar de Isenheim, por Mathis Neithart Gothart (Grünewald) 1515

Muchos han criticado el filme "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson por "gore" y por presentar al crucificado como un preparado de "carne picada para hamburguesas". Lo cierto es que esta campaña anti-Gibson se debe al disgusto de ciertos medios judios por una película que no oculta (como otras) el alto grado de implicación de las autoridades de la Sinagoga en la muerte de Jesús, al haber sido estas las que presionaron a los romanos hasta que al fin se salieron con la suya.
De todas formas no faltan ejemplos de representaciones igual de truculentas del calvario de Cristo en la iconografía cristiana de la Vieja Europa, siendo tal vez el más señero la crucifixión del teutón Grünewald, donde el Mesías aparece como un gigantesco dios nórdico sacrificado (recordemos que Odín sufrió el tormento de ser clavado en el ärbol Iggdrasil).
España es un país especialmente pródigo en imágenes sangrientas del Crucificado, sólo basta echar un vistazo a las procesiones de estos últimos días. Destacan los cristos yacentes del escultor barroco nacido en Sarria (Lugo) Gregorio Fernández, por su gran perfección formal pese al patetismo del tema. Pero existen además ciertas tallas del siglo XIV (se supone que vinieron de Alemania) cuya truculencia no tiene parangón, y cabe situarlas en la frontera entre la devoción y el espanto. Para más información, consultar este post:http://mtogetafe.blogspot.com.es/2012/06/el-enigma-de-los-cristos-siniestros.html






Ilustración de Conan, por Ernie Chan









En el mundo contemporáneo no faltan personajes reales o ficticios que asumen el papel de "imitadores de Cristo" de forma consciente o inconsciente, tal es la fuerza que tiene la iconografía mesiánica. Sobre todo entre los divos del pop- rock y los políticos abundan esta clase de actitudes, generalmente con afán de endiosamiento y de captar devociones, jugando a manipular el subconsciente colectivo. Ahí están esos iconos modernos que son los retratos de Jim Morrison o el del Che Guevara. En este caso he preferido traer un dibujo de Conan el cimmerio, otro que tampoco fue un "santo" en realidad, pero que también padeció su particular calvario, como Kirk Douglas en la escena final de "Espartaco". Este superhombre nietzscheano de la Era Hiboria seguía la máxima de Zaratustra de "no prestar oídos a los que hablan de esperanzas supraterrenales, y por tanto desconfiaba de brujos y sacerdotes. No tenía vocación de redentor del género humano, y por eso no aceptó mansamente el sacrificio, sino que prefirió ante todo salvar su pellejo y sobrevivir, aunque fuese a zarpazos y dentelladas. De hecho, acabó por decapitar a mordiscos a los carroñeros que merodeaban  el lugar de su tormento, y arrancando con sus propias manos los clavos que le habían atravesado.Esta ilustración corresponde al relato "Nacerá una bruja", escrito por Robert E. Howard, el creador  literario de Conan.



Hasta pronto, cofrades!




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