viernes, 25 de abril de 2025

 

LA IA QUE NO CESA

Cuando apareció la fotografía a mediados del siglo XIX, irrumpió con una fuerza tal que amenazó con trastocar todo lo que se había entendido hasta entonces como el arte, la forma principal en que los humanos somos capaces de interpretar y de dar forma al mundo. Se pensaba que ya no iban a ser necesarios los pintores de retratos, por ejemplo, porque la fotografía era capaz de obtener un facsímil del original por medios más rápidos y económicos. La lente, desde luego, llegó a cambiar el modo en que la gente percibía las cosas, y ahí están los trabajos de Muybridge para demostrarnos que los pintores de caballos de carreras se habían equivocado siempre hasta entonces a la hora de representar el movimiento de las patas de los equinos cuando estos se lanzaban al galope.
La fotografía no se convirtió con el tiempo en una enemiga de la pintura (aunque quizás sí de la mala pintura) sino más bien en una aliada, en una herramienta que ayudaba a comprender mejor el mundo, de una manera más precisa. Y no impidió, sino que más bien estimuló la búsqueda de nuevos territorios para ejercitar la creatividad; así aparecieron nuevas corrientes en el arte como el impresionismo o el simbolismo, que en su origen no tenían nada de fotográficas, y que sin embargo llegaron a influir más tarde en el estilo de algunos practicantes de la fotografía artística.

Hoy es la Inteligencia Artificial la que está provocando en el siglo XXI una revolución parecida a la que supuso en su momento la fotografía, pero posiblemente con efectos mucho más devastadores a corto o medio plazo. Aunque la cosa está por ahora en pañales y todavía sea prematuro hacer esa clase de afirmaciones, muchos intentan convencernos (en especial los adalides del transhumanismo) que lo que hace un ser humano lo puede hacer mucho mejor una máquina que trabaje con IA. Y como conclusión, dicen que los artistas llegarán a desaparecer porque en un futuro próximo los programas informáticos serán capaces de realizar muy fácilmente exquisitas creaciones artísticas que serán indistinguibles de las consideradas antaño como obras maestras. De hecho ya hace algún tiempo que uno de estos programas "trabaja" como Rembrandt, y otro se ha atrevido recientemente a recrear un cuadro perdido de  Diego Velázquez.

El otro día un chisme de esos me hizo un retrato artificial, a partir de una fotografía tomada ad hoc, representándome como un personaje de la Odisea. Es un alivio que no saliera parecido a Polifemo, sino más bien hecho un Adonis. Pero aunque agradezco el cumplido, sinceramente no consigo reconocerme del todo en el resultado final. Eso sí, sólo tardó unos cinco minutos en parir la caricatura. El estilo me recuerda un poco al de esos cómics modernos de la Marvel que son todos iguales (qué diferencia con los clásicos de Jack Kirby, Steve Ditko, Romita o Buscema) incluso en el tratamiento informático del color. Me imagino que tendrá una base de datos que utilizará como recursos diseños preexistentes y creados por los que se dedican a hacer esta clase de cómics.

Asisto con cierta preocupación a la proliferación en los últimos años de dibujantes más bien mediocres, que con un estilo muy estereotipado y despersonalizado reproducen los clichés de los cómics de superhéroes o del manga, creando al por mayor páginas y páginas que es posible que una IA pudiera hacer a la perfección, sin que nos diéramos cuenta del cambiazo. Es como si las editoriales estuvieran preparando el terreno, la transición a esa nueva realidad, que para ellas sería muy ventajosa, porque se ahorrarían tener que pagarle el sueldo a los dibujantes humanos asalariados. Si el público sigue tragando, sin duda este escenario llegará a imponerse muy pronto algún día; lo mismo que las películas o los programas de televisión protagonizados por actores virtuales.

En cualquier caso, no creo que la culpa de esta tendencia la tenga del todo la IA, ya que en gran medida se ve favorecida por la comodidad de los autores que se avienen a repetir esos clichés y a la voracidad de las empresas (editoriales o productoras de cine en este caso) que sólo se preocupan de su margen de beneficios y de abaratar los costes de producción.

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