EL TINTÍN MÁS INSÓLITO (4): Por tierras de Escocia, Europa del Este y Palestina
Viñeta de La isla negra (versión de 1943) |
En nuestro análisis de las primeras aventuras de Tintín a partir de las primeras versiones de las mismas, llegamos a una etapa especialmente convulsa en la historia de Europa, con el III Reich alemán pisando fuerte, y que como no podía ser de otro modo, tendrá su reflejo en la obra de Hergé. Entre 1937 y 1940 dos nuevos álbumes saldrán a la luz y otro en proyecto se quedará a medias por el camino; estas tres historias serán muy interesantes por diversos motivos. Por lo general, aquellos que sostienen que Hergé era un "fascista", por unas razones o por otras, acostumbran a saltarse estos trabajos, mientras que los partidarios de un Hergé "antifa" y mucho más homologable con el sistema impuesto tras la guerra mundial , suelen darles mayor relevancia. La primera de estas historias, La isla negra, constituye un caso especial dentro de la serie, porque conocerá hasta tres versiones diferentes. Lo mismo ocurrirá con la tercera aventura, Tintín en el país del oro negro, que sin duda es la que más vicisitudes sufrió, ya que fue interrumpida por la guerra y reanudada ocho años después, alterando de un modo considerable el guion original. En medio tenemos Las aventuras de Tintín en Syldavia, rebautizado un poco más tarde como El cetro de Ottokar, una de las historias más conocidas del personaje y que ha dado lugar a más especulaciones acerca de cuál sería en realidad la ideología que sostenía su autor por aquel entonces.
Conviene recalcar que si bien nos encontramos con los álbumes que más podían agradar a los anglófilos, no estuvieron exentos de problemas con los editores británicos, como pronto vamos a ver, mientras que pudieron pasar la censura sin demasiados problemas durante los años de la ocupación alemana. Y eso que El cetro de Ottokar alude bien a las claras al Anschluss de Austria de 1938, presentando a un estado totalitario en expansión que amenaza con invadir (o reincorporar) los territorios de sus vecinos; y que en La isla negra hace su aparición uno de los grandes villanos de la saga, el Doctor Müller, de penetrantes ojos azules y de apellido inequívocamente germánico. Es cierto que por prudencia Hergé decidió interrumpir la aventura Tintín en el país del oro negro, en la que reaparece este personaje, justo cuando las tropas alemanas empezaron la ocupación de Bélgica. Sin embargo, no tendría problemas para seguir dibujando otras historias con argumentos de pura evasión y menos comprometidos políticamente de su personaje durante la que se conoce como la Edad de Oro de Tintín (1940-1944).
La isla negra se empezó a publicar en 1937 y ya al año siguiente Casterman la publicó en formato álbum en blanco y negro. Nos cuenta una trama de intriga y suspense, de espionaje y operaciones de desestabilización que algunos han comparado con los guiones de las películas de Alfred Hitchcock. El argumento está bastante bien desarrollado y asistimos a una confrontación entre dos cosmovisiones aparentemente incompatibles, la aportada por la moderna tecnología y la que remite al pasado mítico y legendario, que resuena en la literatura fantástica y de terror, tan cultivada desde siempre en las Islas Británicas. No cabe duda que también hay algo de romanticismo a lo Robert Louis Stevenson en la recreación del escenario del ruinoso castillo de Ben More.
Siguiendo la pista de unos falsificadores de moneda Tintín viaja hasta Inglaterra donde se encuentra con un tal Doctor Müller, el cual dirige el Hospital de enfermedades mentales de Eastbury, donde quiere ingresar a Tintín. En esa institución se realizan experimentos algo dudosos, como los llevados a cabo según algunos en el Instituto Tavistock, y tienen la peculiaridad de que tras aplicar un tratamiento especial transforman en locos a los individuos sanos. Después de escapar gracias a un incendio, el reportero llegará a Escocia donde descubrirá en la Isla Negra, que los lugareños creen habitada por un Monstruo, la guarida de los falsificadores. Estos forman una banda internacional, que pretende desestabilizar la economía británica inundándola de libras esterlinas falsificadas, liderada por un personaje de apellido ruso, Wronzoff en la primera versión, cuyo chófer Iván también debe ser de esa nacionalidad y con un socio alemán, el Doctor Müller que ya conocemos. Es probable que Hergé estuviera aludiendo en esta historia a cierta afinidad entre la URSS y la Alemania nacionalsocialista, a punto de firmarse los acuerdos Ribbentrop-Molotov.
Se suele indicar que para el personaje de Müller, al que volveremos a ver trabajando para los árabes en El país del oro negro y en Stock de Coque, el autor de Tintín se inspiró en un personaje real bastante turbio, el ingeniero y espía alemán de origen escocés Georg Bell (1898-1933) que en 1927 estuvo envuelto en el Asunto Chervontsia, un intento promovido por exiliados antisoviéticos y elementos de la derecha alemana para desestabilizar a la URSS introduciendo moneda falsa en aquel país. Más tarde estuvo vinculado durante un tiempo a las SA de Ernst Röhm, pese a que algunos miembros del partido NS desconfiaban abiertamente de él. Finalmente, terminó colaborando en una campaña periodística para desprestigiar al NSDAP y murió en extrañas circunstancias mientras intentaba cruzar la frontera con Austria en 1933. Resulta curioso que Hergé se adelantara también en esta historia a la Operación Bernhard, que durante la guerra, en 1940, llevaron adelante los alemanes falsificando moneda británica para provocar de este modo el colapso financiero de los aliados.
En la primera versión los bobbies de la Scotland Yard aparecen con profusión. |
El "Monstruo" del castillo de Ben More finalmente resulta ser un gorila amaestrado por los falsificadores para ahuyentar a los pescadores, combinando en una sola entidad dos fenómenos extraños y muy mediáticos que causaban furor en los años 30: uno cinematográfico (la criatura de King Kong) y otro criptozoológico (el monstruo del Lago Ness).
La isla negra se volvió a reeditar en color en 1943, y no hubo apenas problemas con los ocupantes germanos, pese a que la acción discurriera en un país enemigo, Tintín apareciese ataviado a la escocesa y uno de los villanos tuviera un apellido alemán. Sin embargo en 1966 los editores ingleses le plantearon a Hergé que debía cambiar bastantes aspectos formales y de ambientación que, a su juicio, no habían quedado bien resueltos. Sobre todo se alegaron razones "estéticas" (no les debió parecer suficientemente distinguida la visión que ofrecía el dibujante sobre su querida Gran Bretaña). El autor accedió y aprovechó para remodelar por completo toda la historia, manteniendo el guión y la planificación original, salvo en algunos detalles de poca relevancia (la localidad ficticia de Eastbury pasó a denominarse Eastdown, el vagón de whisky Johnnie Walker cambió su nombre por Loch Lomond y cosas así).
En la nueva versión la ambientación está mucho más cuidada y resulta más británica; para ello se trasladó Bob de Moor, uno de los colaboradores de los Studios Hergé, hasta Inglaterra para tomar bocetos y notas para los decorados. Los paisajes se volvieron más frondosos y exuberantes, como sucede en la campiña inglesa, y la arquitectura y elementos urbanos más reconocibles. En este remake se modernizan también los coches, los trenes, los aviones y los atuendos de los personajes, para hacerlos más sesenteros, diluyéndose bastante las coordenadas históricas que correspondían a esta aventura de Tintín de preguerra. En general, y como sucede con la mayoría de estas revisiones, mejora el aspecto visual del cómic (en este caso de un modo rotundo) pero pierde algo de su encanto y espontaneidad original.
Portada de una edición de 1942. Obsérvese el uniforme de los guardias del castillo de Kropow. |
El cetro de Ottokar, la octava aventura de Tintín, la primera que se editó en el Reino Unido y en la que debuta la Castafiore , es quizás la que más ha dado que hablar y de las más icónicas de la serie. Coincidiendo con el fallecimiento de Hergé en 1983 se popularizó el fenómeno de la "línea clara", un estilo de dibujo de historietas europeo que tomaba al belga como su autor de referencia, frente a la moda de los cómics norteamericanos como los de los superhéroes de la Marvel o los cómics adultos de Warren, que por entonces hacían furor en el mercado mundial. Aunque esto sea un poco simplificador, porque como ya vimos Hergé estuvo también influido por autores estadounidenses como McManus (y Edgar P. Jacobs nada menos que por Alex Raymond en sus comienzos) y en los USA ha habido dibujantes que han reconocido la influencia de Tintín como Charles Burns. Pero en aquel momento las posiciones estaban muy enfrentadas, incluso a nivel ideológico. De repente, de ser considera una lectura más bien para niños Tintín se convirtió en un cómic de culto; surgían especialistas de una nueva ciencia llamada la Tintinología, los intelectuales o los presuntos tales se dividían en tintinófilos y tintinófobos, según sus tendencias políticas, estaban los que reivindicaban la obra de Hergé y la consideraban como un emblema de la identidad europea, etc.
Incluso aquí en España una banda musical con un toque de sofisticación y que iba de posmoderna sacó una canción titulada Sildavia, como homenaje al país imaginario donde se desarrolla la aventura de El cetro de Ottokar. Como contraataque, los refractarios de la "línea clara" volvieron a sacar a la luz los trapos sucios del pasado de Hergé, los contenidos presuntamente racistas y colonialistas de su obra y su colaboracionismo con los malvados nazis.
No obstante, esta historia de El cetro de Ottokar se considera como la más "antifascista" de Tintín, aunque no se debe entender este apelativo, ni mucho menos, en el sentido que se usa por parte de la izquierda globalista actual, que asume sin fisuras el relato oficial de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, de los mismos arquitectos del sistema vigente a día de hoy. Debemos recordar que Hergé fue toda su vida y ante todo un seguidor del escultismo católico (no de la rama masónica) que defendía valores como la solidaridad y la justicia, un "hombre de orden" que procedía del ambiente conservador (él rechazaba el término "burgués") aunque llegaría a estar muy cercano a los nacionalistas belgas, e incluso a los rexistas, con los que llegó a colaborar en alguna ocasión. Su postura ante las tensiones que se vivían entonces en Europa, con las anexiones por parte alemana de Austria y más tarde de los Sudetes (1938) Bohemia y Moravia (1939) era ante todo la de defender la neutralidad de Bélgica, el no alineamiento del rey Leopoldo III ni con los alemanes ni con los aliados, para evitar la amenaza de una invasión de su país por parte de unos u otros.
Jubilosa celebración del Anschluss en las calles de Viena (marzo de1938) |
En una línea similar estaba por aquellos años el Partido Rexista de Léon Degrelle , con alguna facción ultramontana en su seno que incluso llegaba a oponerse a Hitler, por suponerle afín a la Rusia comunista. Eso cambiaría bastante al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El afán documentalista de Hergé lo aplicó en esta ocasión para describir un país imaginario en todos sus detalles: geografía, historia, sistema de gobierno, folclore, hasta el idioma, el syldavo, una mezcla del neerlandés con el dialecto Marollien bruselense, además de algunos aportes eslavos. Todo eso viene explicado en el folleto turístico que hojea Tintín mientras viaja en avión hacia Klow, la capital syldava.
Syldavia vendría a ser un pequeño reino de la Europa del Este, que algunos han identificado con Rumanía, aunque al igual que Borduria no se refiere en concreto a ningún lugar realmente existente. Tiene claras reminiscencias del desaparecido Imperio Austro-húngaro, ya que en el idioma. las costumbres y los nombres combina características de origen germánico y eslavo. Por ejemplo, Ottokar fue el nombre de varios monarcas de Bohemia. También hay elementos de la ambientación y en los trajes populares que recuerdan a los Balcanes, con presencia de minaretes y otros vestigios de un pasado otomano. Eso se nota aún más en la versión redibujada en color, en la que intervino la mano de Edgar Pierre Jacobs. El pelícano negro, emblema que aparece en la bandera syldava se parece mucho al águila negra del reino musulmán de Albania.
Tampoco debemos obviar la influencia de las novelas de ficción como El prisionero de Zenda (1894) de Anthony Hope, con su invención de Ruritania, y de la que ya se habían hecho varias versiones cinematográficas. En cualquier caso, Syldavia parece esconder también una metáfora de la situación de fragilidad en la que se encontraba el Reino de Bélgica en aquellos tiempos de incertidumbre prebélica.
El régimen político vigente en Syldavia es la monarquía, aunque en ningún momento queda claro si es parlamentaria o no. Se tolera eso sí la existencia de partidos políticos, ya que existe hasta uno probordurio, la Guardia de Acero, cuyo nombre recuerda a la Guardia de Hierro rumana de Codreanu. Lo dirige un tal Müsstler,, cuyo nombre tan alusivo es una combinación del de Mussolini y Hitler. Durante una época en la que los reyes eran débiles existió una constitución parecida a la Carta Magna inglesa, pero Ottokar IV hubo de hacer frente a la rebelión de los nobles empuñando su cetro, que desde entonces se convirtió en símbolo de su soberanía y legitimador de la realeza. Por lo tanto, la monarquía Syldava tiene un matiz algo autoritario, a lo Antiguo Régimen.
¿Un Heinkel derribado por el enemigo? Inaceptable para el Departamento de Propaganda del Reich |
A Borduria, el ambicioso país vecino, se le ha identificado a menudo con la Alemania hitleriana, o más bien con algún pequeño país afín con ribetes totalitarios. En el pasado los bordurios invadieron Syldavia, hasta que fueron expulsados por el barón Almazut. Las similitudes con Alemania se ven muy sutilmente en los uniformes de los pocos militares bordurios que aparecen, en el saludo ritual amaïh que recuerda al heil, y sobre todo en el avión bordurio que utiliza Tintín para escapar hacia Syldavia de vuelta con el cetro, que finalmente es derribado, y cuyo aspecto en la versión original era muy similar a un Heinkel 118. Tanto es así que Hergé recibió en 1942 un toque de atención de los censores alemanes (quizás el único) que se saldó con un "no habrá que repetir a menudo este tipo de bromas". En la versión en color lo redibujó como un Messerschmitt Bf 109.
Los bordurios intentarán desestabilizar el gobierno syldavo con el fin de anexionarse el país, pero al final este intento fracasará gracias a la intervención de Tintín. Para ello, además de robar el cetro, el partido de Musstler intentará apoderarse de ciertas posiciones clave en el seno del país para hacerse con el control del estado. Este procedimiento, según confesiones del propio Hergé, se lo sugirió la lectura del libro Técnica del golpe de Estado (1931) de Curzio Malaparte.
En una aventura posterior, El asunto Tornasol (1956) Tintín viajará hasta Borduria, y veremos que el régimen político allí imperante se parecía más al de cualquier satélite soviético del Bloque del Este durante la posguerra; eso sí, los uniformes de los oficiales conservaban un cierto estilo a lo Tercer Reich. El dictador Plekszy-Gladz lucía un mostacho similar al de Stalin y su ideología recibía el nombre de "bigotismo". Ejercía un control absoluto sobre la ciudadanía a través de su policía secreta, la ZEP. Por otra parte, se trataba de un país con una economía precaria y un escaso desarrollo tecnológico, ya que necesitaba secuestrar científicos de otros países para mejorar su sistema de armamento. En este sentido, poco tenía que ver ya con el desaparecido régimen nacionalsocialista.
Portada del 9 de mayo de 1940 |
Para curarse en salud, Hergé a comienzos de los setenta declaró a Numa Sadoul en una entrevista: "Yo creo que todos los totalitarismos son nefastos, tanto si son de derechas como si son de izquierdas, y los meto a todos en el mismo saco". Ese era tal vez su posicionamiento en aquel tiempo, pero no siempre tuvo las ideas tan claras, como veremos.
El cetro de Ottokar se empezó a publicar primero en blanco y negro en 1938 en Le Petit Vingtième, y al año siguiente, poco antes de que estallara la guerra, se recopiló en forma de álbum. Alcanzó un enorme éxito de ventas, pero tuvo que esperar a 1947 para que Casterman lo publicara en color. Para esa edición contó con la colaboración de Edgar P. Jacobs, quien se encargó de redibujar con más detalle los fondos y cambiar el aspecto de las escenografías, los aviones, etc., como ya dijimos. Las figuras se mantuvieron prácticamente en el mismo estilo, salvo la indumentaria de la Castafiore y de los guardias del castillo de Kropow, que en su versión primitiva resultaba un tanto extraña. El diseño del cetro del pelícano es diferente, ostentando unas alas abiertas en la segunda versión. La historia permaneció casi inalterable, aunque hubo que adaptarla para el nuevo formato de 62 páginas, reduciendo el tamaño de algunas viñetas, cambiando el orden de algunas escenas, etc.
La última historia de Tintín que comenzó a aparecer periódicamente en Le Petit Vingtième antes del cierre definitivo de esa publicación en mayo de 1940 fue En el país del oro negro. Hergé la empezó a dibujar tras ser movilizado en 1939, en vísperas de la guerra en Europa, y estacionado durante un mes en Herenthout, regresando posteriormente a Bruselas. En ella el reportero investiga la procedencia de una gasolina adulterada que ha invadido el mercado y que hace explosionar los motores de los coches. Sus pesquisas lo llevan hasta Haifa, durante el Mandato Británico de Palestina, donde es detenido por supuesta posesión de cocaína. En el momento que es conducido por los gendarmes ingleses a la Prisión Central, unos terroristas judíos del Irgún que lo confunden con uno de los suyos lanzan una bomba de humo y se lo llevan en un coche. Acto seguido los palestinos al mando de Bab El Ehr, que también piensan que Tintín es un agente judío, les tienden una emboscada a los del Irgún y se llevan con ellos a Tintín como rehén. Cuando descubren su verdadera identidad, lo abandonan a su suerte en el desierto. Tintín, de forma accidental y rocambolesca, encuentra un paraguas enterrado en la arena, y con sus varillas a guisa de zahorí intenta descubrir un pozo de agua potable. Más adelante es testigo de la explosión de una tubería de petróleo por unos árabes, que resultan estar asesorados por el Doctor Müller. Este forcejea con Tintín y en lugar de malgastar un cartucho de su rifle, deja que el simún se ocupe de él. La serie quedó interrumpida en la plancha 56, que viene a ser la página 27 de la actual edición.
Tintín confundido con un judío en la versión de 1948 |
Como se puede ver, esta aventura de Tintín en su planteamiento original hacia alusión a unas circunstancias históricas muy concretas y conflictivas, con rumores de que la guerra podía extenderse también a Oriente Medio, con las tensiones entre británicos, judíos y palestinos a flor de piel y la cuestión del petróleo como telón de fondo. Parece ser que Hergé se basó en un artículo de la revista Le Crapouillot acerca de un supuesto complot alemán para sabotear el suministro de petróleo de los aliados y paralizar así su aparato militar. O sea, que es posible que de no ser interrumpida por la llegada de las tropas de ocupación del Reich, la historia hubiese evolucionado en esa dirección.
Hasta la llegada cada vez más numerosa de los colonos judíos promovida por los sionistas y favorecida en un principio por el Reino Unido, Palestina había sido una región donde coexistían de una forma relativamente pacífica la mayoría árabe con las minorías judía y cristiana. Pero los conflictos más serios empezaron ya en el año 1929, con el primer estallido en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, del que se echaron la culpa mutuamente los judíos y los palestinos, e Inglaterra decidió intervenir restringiendo la inmigración sionista como medida de precaución. Pero los disturbios se recrudecieron en 1935, cuando los judíos "revisionistas" comenzaron a armarse y organizaron una sociedad secreta de terroristas que se dedicaron a arrojar bombas y cometer atentados aislados: el famoso Irgún.
Con el tiempo, el Irgún acabaría por integrarse en las Fuerzas de Defensa israelíes y más tarde algunos de sus líderes darían origen al partido político Likud, el mismo del actual presidente de Israel Benjamín Netanyahu.
Tras un primer proyecto de tripartición del territorio que no gustó a nadie, estalló la guerra civil que llegó a su punto álgido en 1938, provocando unos 1.997 muertos, 1.635 de los cuales fueron palestinos. Al no satisfacer los británicos las promesas expresadas en la declaración Balfour de crear un Estado Judío independiente, comenzaron la inmigración clandestina, los mítines de agitación, las huelgas y los atentados. El terrorismo moderno había llegado a Oriente Medio, y en aquella ocasión no por culpa de los árabes.
Atentado del Irgún contra el Hotel Rey David (1946) |
Por la época en la que Hergé comenzaba En el país del oro negro la reacción antijudía en Alemania y en Austria estaba produciendo la avalancha de cientos de miles de fugitivos a los que había que dar albergue en otros países. En la Conferencia de Evian de 1938 hubo una respuesta muy poco entusiasta por parte de las otras potencias a la sugerencia de instalarlos en sus colonias, porque existía el lógico recelo de que se reprodujeran las habituales tensiones antijudías también dentro de sus territorios. Y mientras tanto el Irgún atacaba ahora directamente a los británicos, saboteando sus infraestructuras estratégicas, en vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Una vez iniciado el conflicto, se produjo un amago de cooperación con los esfuerzos de guerra del Mandato Británico, sobre todo contra las fuerzas proalemanas en Irak, pero ni aún así cesaron los ataques contra los ingleses a través de una escisión del Irgún, el grupo Leji de Stern.
En 1943 cesó toda colaboración con los británicos no sólo por parte de Irgún, dirigido ya por Menájem Beguin, sino de la Haganá en general. Se hizo un llamamiento a la rebelión armada, se atacaron las oficinas de inmigración, a la policía y la comandancia, se asesinó al viceministro Lord Moyne y se siguieron saboteando las infraestructuras. En 1946 se produjo el atentado del Irgún contra el Hotel Rey David en el que murieron 91 personas, por lo visto para destruir los documentos que demostraban los vínculos entre la banda terrorista y la Agencia Judía. En efecto, el llamado Movimiento de Resistencia Judía estaba unificando los diversos grupos armados. Otro atentado tuvo lugar en el Hotel Semíramis que acabó con la vida de 26 civiles, entre ellos la del cónsul español en Jerusalén.
De manera simultánea, en 1947 se recrudecieron los ataques contra la población árabe, en cafeterías, estaciones de autobuses, mercados como el de Ramla, etc. Se daba inicio al discurso del Holocausto que justificaba cualquier acción que llevaran a cabo los sionistas, por muy sanguinaria que esta fuera, y así seguimos hasta el día de hoy. Con la Declaración de Independencia de Israel anunciada por la ONU, la llegada al poder de los laboristas de David Ben-Gurion y la retirada definitiva de los británicos, comenzó la Nakba, es decir el desplazamiento de unos 700.000 palestinos que perdieron así sus casas y sus medios de vida. Mientras se desataba la guerra árabe-israelí, se perpetraron matanzas como las de Deir Yassin o Bald al-Shayj, en las que centenares de civiles palestinos fueron masacrados y más de 500 pueblos árabes fueron borrados del mapa.
Los británicos atrapan a los terroristas del Irgún. |
Esta versión será la que se publicará en forma de libro en 1950. Pero en 1971 los quisquillosos editores británicos volvieron a plantearle a Hergé que era mejor eliminar toda referencia a la situación histórica de 1948, y a los problemas que tuvieron que soportar en Palestina los ingleses por culpa de los terroristas judíos. De esa forma el dibujante acabó por ceder y modificó el arranque de su historia. Palestina pasó a ser el país imaginario de El Khemed, las autoridades y soldados británicos se convirtieron en árabes y hasta el alijo de cocaína que le endosan a Tintín fue sustituido por unos documentos secretos que lo señalaban como un espía extranjero. Y esta es la versión modificada que ha quedado como oficial en todo el mundo, en la que los ingleses e israelíes hacen mutis por el foro, evitando así los malos recuerdos de comandos terroristas que saltaban hoteles por los aires, y dejando bastante mal a los árabes que se rebelaban contra el imperio británico. Son esta clase de sacrificios los que había que hacer para que Tintín llegara al numeroso público de habla inglesa, y de paso para que los okupas de Oriente Medio se quedaran más tranquilos.
CONTINUARÁ...
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