martes, 12 de octubre de 2021

JOE BIDEN, EL INDIGENISTA 



En octubre se celebran o (mejor dicho) se celebraban varias efemérides vinculadas con nuestra Historia. Una de ellas, la menos conocida pero no por ello la menos importante, tiene lugar el 7 de este mes y se refiere nada menos que a la Batalla de Lepanto, en la que la España de los Habsburgo jugó un papel fundamental para pararle los pies al Turco, que en su expansionismo amenazaba con tragarse a Europa entera y acabar para siempre con la Cristiandad. Conviene recordarles una y mil veces a esos estirados protestantes y masonazos de la UE  que si Europa pudo llegar a  desarrollarse y a convertirse un día en líder de los pueblos, fue gracias a los españoles. Y  que otro tanto reza para el okupa del Vaticano; la Iglesia católica (y por ende, los cristianos en general) tienen una enorme deuda de gratitud contraída con España, porque si no llega a ser por los españoles hoy se alzaría un minarete en plena plaza de San Pedro y los alemanes, franceses, inglesitos, suecos, etc. llevarían rezando de cara a  la Meca muchos más siglos de lo que ya lo hacen. Al menos pudimos retrasar la inevitable islamización/aficanización durante unas cuantas centurias; el tiempo suficiente para que llegara a consolidarse eso que algunos llaman la identidad de los europeos.

También el 12 de octubre es el Día de la Hispanidad, el Día de la Raza y la Fiesta del Pilar, por mucho que les moleste a tantos mentecatos y globalistas que ahora pululan por el mundo y, muy especialmente, dentro de nuestro solar patrio. Resulta curioso comprobar que esta tradición festiva, lejos de ser un "invento franquista" como afirman los indocumentados y grandes fabricantes de bulos habituales de la izquierda, se inició a comienzos del siglo XX en la Argentina, y que la palabra "Hispanidad" la acuñó nada menos que Don Miguel de Unamuno. Pero eso, naturalmente, a los amantes del cine de Amenábar se la trae al fresco. 
Ahora, en plena vorágine sorosiana y con las estatuas de Colón por los suelos o  decapitadas por la chusma que trabaja a sueldo de ese cerdo jázaro, se ha puesto de moda lo de transformar el Día de la Hispanidad (o el día de Colón, como les gusta llamarlo a los italoamericanos) en día de "los pueblos indígenas". Es lo mismo que si en Rusia, en lugar de hablar de la toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques, celebraran el día de los yuracus, samoyedos, saamid, etc. Claro que los pueblos siberianos tienen derecho a ser homenajeados si les da la gana, pero no tendría ningún sentido solapar una fecha con otra, salvo que se tratara de oscurecer uno de los acontecimientos más cruciales de nuestro pasado histórico.
Al señor "Amlo" le cabe el dudoso honor de haber iniciado el nuevo ciclo negrolegendario, a la mayor gloria del NOM postcovidiano. Ese personaje, cuyos apellidos y orígenes carpetovetónicos son muy difíciles de ocultar, no tiene ningún empacho en hablar continuamente en nombre de los pueblos amerindios, y en añorar el Imperio de los aztecas, como una especie de Arcadia mítica y feliz, en la que la tierra mexicana manaba leche y miel. Y eso  que cada vez que los arqueólogos pegan una patada a las piedras de México D.F. salen a la luz nuevos testimonios de los multitudinarios sacrificios caníbales que allí se celebraban casi a diario. Y eso que fueron los criollos, como  él, los causantes de la mayor explotación y las mayores matanzas contra los indígenas en suelo americano, una vez que consiguieron emanciparse, con ayuda de las logias inglesas y francesas, de la Madre Patria (que no de la "matria", como dice la analfabeta de Yolanda Díaz). Y eso que todavía la población nativa mexicana sigue estando marginada por el gobierno que preside el cretino de Amlo. 
Luego salió a escena el antipapa jesuita Francisco, el clásico italo-argentino resentido contra todo lo que suene a español, un arribista siniestro y sin escrúpulos que se apoderó de la Cátedra de San Pedro mediante truculentas maquinaciones, de las que no fueron ajenos ni Barak  Obama ni los Clinton ("la primavera católica") y que oculta un pasado de colaborador y confidente de la dictadura militar argentina en su etapa más represiva. Este auténtico bujarrón y degenerado, protector de pederastas de su cuerda, se permite ahora el lujo de pedir perdón en nombre de los católicos por el Descubrimiento y la Conquista de las Indias. Habría que recordarle que si no llega a ser porque los españoles llevamos allí el Evangelio, no tendría apenas clientela a la que dirigir sus homilías y sus preces a Bafomet o a la Pachamama, esta patética marioneta de la Agenda 2030.
Y por último llegó Biden, el indigenista y protector de los humildes Joe Biden.  El mismo que en otros tiempos simpatizaba con los segregacionistas. El mismo genocida que apoyó las aventuras imperialistas del clan Bush en Oriente Medio para robarle el petróleo a Sadam. El mismo que ha colaborado como ningún otro en el plan de exterminio sanitario de la OMS.  El mismo que sigue maltratando a los migrantes que intentan cruzar la frontera sur de los Uesei. Ese hipócrita moribundo, que apesta a carroña hedionda, acaba  de darle la puntilla al Columbus Day para proclamar el 12 de octubre como "el día de los pueblos indígenas". 
 ¿Qué propósito tiene todo esto sino destruir los vínculos comunes que unen a todos los pueblos hispanoamericanos, para debilitarlos aún más y enfrentarlos entre sí, porque de lo contrario podrían constituir algún día un bloque compacto y opuesto a la uniformización cultural mundial promovida por el globalismo anglosionista? Qué más quisieran los Biden, Soros y compañía que verlos reducidos al papel de meros salvajes estancados  en el neolítico, para poder seguir explotando así los recursos que necesitan  para mantener su tinglado y seguir sometiendo a esos pueblos a sus caprichos. Celebremos una vez octubre, desde las barricadas si es preciso. 

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