EL COLABORACIONISTA BANKSY Y OTRAS YERBAS DE SU CALAÑA
Como una gran noticia de interés cultural nos la han servido hace poco en los telediarios. El artista rebelde y subversivo Banksy, siempre tan comprometido él con las causas sociales, ha vuelto a representar uno de sus numeritos, esta vez en la Central Line del metro de Londres. Disfrazado de operario de la limpieza ha grabado un vídeo en el que aparece pintando grafitis en los vagones, ante la mirada pasmada del público. Esta vez sus garabatos y sus ratas promueven un mensaje, totalmente alienado con lo que ordenan el establishment y el alcalde talibán de Londres: usa la mascarilla y quédate en casa. De hecho una de las consignas que escribió en las paredes del tren es bien explícita: "I get lockdown" (Yo me confino). He aquí la contribución de los artistas contemporáneos al clima de psicosis que promueve la dictadura posmoderna. En el caso del antisistémico Banksy nada tiene de sorprendente, porque su doble moral ya ha quedado de manifiesto en más de una ocasión, lo mismo que la de otros personajes de su ralea.
En el Reino Unido al menos todavía están en una fase en la que el uso de la mascarilla sólo es obligatoria en los interiores, siendo en los exteriores no obligatoria y recomendable si no se puede mantener la distancia mínima, como sucede en la mayoría de los países civilizados. Sólo aquí, en la España gobernada por los Psoecópatas se está imponiendo en la mayoría de las Comunidades Autónomas el uso obligatorio del bozal en cualquier circunstancia. Recordemos que fue primero la vil zorra de Torra la que, una vez pasada la alerta sanitaria y por iniciativa propia (aunque siguiendo los siniestros planes del gobierno sociata) aplicó esta nueva Normativa para la "nueva normalidad", que enseguida ha sido imitada por otras comunidades, algunas de ellas tras haber convocado unas elecciones en las que no se dijo nada a los ciudadanos sobre la aplicación de esta clase de medidas. Lo que antes se decía como un chiste es ahora una realidad: los políticos nos están cobrando por el aire que respiramos, más concretamente entre 100 y 600 euros puede costar la sanción por no llevar puesto el tapabocas del régimen.
Huelga decir que el uso continuado de la mascarilla, una auténtica guarrada en todo caso y más en estos meses de verano, no tiene ya ningún sentido desde el punto de vista sanitario, si es que alguna vez lo tuvo, como tampoco lo tiene el confinamiento medieval al que nos sometieron durante tres largos meses a todos los españoles y todavía están sufriendo en algunos lugares de nuestro país. Su único objetivo es sembrar el pánico y la Psoecosis entre la población, ya de por sí bastante aterrorizada gracias a las televisiones, aislar y clasificar a la gente como sumisos y "peligrosos", enfrentando a unos contra otros. Además, y esto es lo más importante, sirve para que se culpabilice a los ciudadanos de los supuestos "rebrotes", y no a los gobernantes que quedan así limpios de toda mancha, de lo que ocurrió en el pasado y de lo que suceda a partir de ahora.
En resumen, que este país antes llamado España decepciona cada día que pasa más y más. Se puede decir que a estas alturas la mayoría de los españoles son colaboracionistas del régimen que los encarcela y tortura, y que muchos acatan con entusiasmo las normas, por muy absurdas que estas sean, y hasta estarían dispuestos a denunciar y a agredir a los díscolos haciendo de "policías", obedeciendo al tarado de Miguel Ángel Revilla.
En otro tiempo ni a Franco se le hubiera consentido esta clase de imposiciones. No hubieran tardado en arder las calles ni en colgar de las farolas a los responsables. Pero los descendientes actuales de los iberos estamos hechos de una pasta mucho más maleable y blandiblú, a lo que parece. Estamos del todo adaptados a la "nueva normalidad".
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