viernes, 20 de enero de 2017

 ¿COLAPSARÁ ALGÚN DÍA EL MALHADADO CINE ESPAÑOL?

Cada pueblo tiene los gobernantes y políticos que se merece, decía el conde Joseph de Maistre, y tal vez hoy se podría decir también que cada pueblo tiene el cine que se merece. Los españoles nos hemos acostumbrado a que se financie con nuestros bolsillos un ente horrendo llamado el "cine español", que ni es cine ni es español, santuario para culturetas progres y sectarios, que además de habernos castigado durante años con auténticos paquetes inmundos, han proyectado en la mayoría de los  casos  una imagen deformada y esperpéntica de nuestro país en el exterior, aunque por desgracia ahora quizás se esté convirtiendo en realidad. Al servicio del pensamiento políticamente correcto y de la ingeniería social más descarada, estos parásitos han engordado casi exclusivamente gracias a las subvenciones de las administraciones públicas, porque la mayoría de los espectadores hace mucho tiempo que les han dado la espalda (aunque de vez en cuando les guste refocilarse en el apestoso fango para visionar chabacanadas como "Torrente 6" u "Ocho apellidos catalanes"). Si las salas donde se proyecta "La Reinona de España" del apátrida Fernando Trueba están hoy prácticamente vacías no se debe tanto a un boicot contra él, por permitirse el lujo de morderle la mano que le ha dado tan generosamente de comer, sino porque sus películas son una reconocida bazofia, y el personal no está dispuesto a pagar una entrada tan cara para soportar un  nuevo tostón. Este puede que sea un síntoma alentador de que algo está cambiando en nuestro país, pero no nos fiemos demasiado, pues la capacidad para el masoquismo del pueblo español puede llegar a ser ilimitada... Más bien es un indicio de que los poderes públicos se están planteando la conveniencia de retirarles a los del cine los caudales que tan abundantemente recibían hasta ahora y que, en ausencia de una industria nacional fuerte que pueda competir con Hollywood, les son indispensables para poder sobrevivir. Esto ocurre porque, a pesar de las noticias optimistas y las estadísticas maquilladas, la deuda del Estado y de las autonomías sigue siendo enorme, y la amenaza de quiebra de España permanente. Si de verdad se va ha recortar el presupuesto del cine-basura, enhorabuena, ya era hora, aunque la medida llegue demasiado tarde. Y a todo esto ¿por qué le ha interesado a la administración mantener en pie este tinglado durante tanto tiempo, y contra viento y marea?

Otra de las "grandes estrellas" de nuestro firmamento cinematográfico, Pedro Almodóvar, involucrado junto con su hermano y socio en el asunto de los papeles de Panamá, parece también estar  de capa caída, al no haberse seleccionado su último bodrio para la candidatura de los Óscar. Y eso tras haber sido un aspirante habitual año tras año a este galardón, al contar con todo el apoyo del poder político y mediático, y del sector cultureta progre, empeñado en promocionar al principal difusor en nuestro país y en medio mundo de la ideología LGBT.  Esto es algo que ya se veía venir desde los desencuentros del manchego con la Academia de cine y, sobre todo, desde que sufrió el "fuego amigo" del crítico de El País Carlos Boyero, quien puso convenientemente a caldo su comedia gay "Los Amantes Pasajeros", ocasionando la consiguiente pataleta almorraniana.
Otro estreno reciente y en el que se habían puesto muchas esperanzas, "1898: Los Últimos de Filipinas" de Salvador Calvo ha decepcionado bastante al público y está cosechando muy malas críticas, tal vez porque los españoles empezamos a estar ya un poco hartos de que se nos venda una imagen distorsionada de nuestra historia y que se nos machaquen constantemente en nuestra autoestima. Ya Carlos Saura había dirigido con un presupuesto millonario en 1987 "El Dorado", película que marca la cima a la que es capaz de llegar el cine histórico en España, y que pretendía celebrar el V Centenario con un ejercicio de endofobia de manual. Ahora no se les ha ocurrido cosa mejor que ciscarse en los héroes de El Baler, que tuvieron la osadía de plantarle cara al imperialismo yanki con un par, y fueron en su día admirados incluso por sus enemigos en el frente. Pero estos frecuentes engendros de nuestros cineastas que han  interiorizado perfectamente la Leyenda Negra no son casuales, sino que responden a un estudiado plan que se lleva larvando desde hace décadas, y que ahora por fin ha cristalizado en la ideología de Podemos, Alberto Garzón y otros herederos de Zapatero, sus más perfectos representantes y valedores en la actualidad.

La gota malaya del marxismo cultural

Basta seguir el espacio televisivo "Historia de nuestro cine" para comprobar el deterioro progresivo que ha ido experimentando el cine español a partir de la década de los 70 en adelante. Antes había también películas buenas, regulares y  malas, pero estas últimas han ido aumentando exponencialmente en los últimos años. Y esta decadencia, no nos equivocaríamos mucho en afirmarlo, ha corrido en paralelo con la de la cultura del país en general, porque con todos sus defectos la España de Franco, por mucho que se diga, no fue ese "páramo cultural" que nos han hecho creer desde la Transición, y esto ya lo dejó bien claro un filósofo tan poco sospechoso de franquismo como Julián Marías ( léase "La vegetación del páramo", El País 21 de noviembre de 1976). Sólo hay que fijarse en el nivel educativo de entonces, cuando se estudiaba griego y latín en las escuelas, y se traducía a Jenofonte (Pérez-Reverte dixit) y el de las actuales generaciones del whatsapp y del twitter. Y es que en algunas dictaduras de derechas o incluso comunistas, se cuidaba bastante más la cultura auténtica (esa que ahora se desprecia llamándola elitista) que en estas democracias de baratillo que ahora disfrutamos.
Más allá del ínfimo cine patriotero y de cruzada y de las típicas españoladas   para atraer el turismo foráneo, aunque el cine español nunca ha sido en  conjunto gran cosa, podríamos recordar a algunos directores de aquella época como Edgar Neville, Berlanga, Rafael Gil o José Antonio Nieves Conde, capaces de realizar películas muy dignas y a veces incluso hasta geniales, que salvando las distancias y la falta de medios podían llegar a parangonarse con las del cine americano y europeo de entonces. Y sin salir del medio audiovisual, podemos recordar espacios televisivos como Estudio 1, que desde 1965 emitía teatro clásico por TV, con destacados actores capaces de interpretar papeles con versatilidad y que todavía se les entendía cuando hablaban. O La Clave de Balbín, otro programa mítico de algunos años después, donde se debatía con bastante más seriedad y libertad que en la televisión actual y que solía programar cine de calidad. Ya no es lo mismo, si bien es verdad que ahora tenemos (y en muchos casos sufragamos con nuestros impuestos) cientos de canales de telebasura, locales, estatales y autonómicos, con Salvamé, la enésima temporada del Gran Hermano y el reality show de las Campos, para compensar.

La carrera de los Óscar


Todo el occidente capitalista viene sufriendo esta decadencia del cine y la televisión, Hollywood es una buena muestra de ello, que responde además de a la mercantilización, infantilización y menosprecio de la cultura, a la estrategia iniciada por Gramsci y la Escuela de Frankfurt conocida como el "marxismo cultural". Aparcada la lucha armada y la agitación obrera, es un medio que va dando sus frutos a largo plazo, a base de modelar poco a poco los gustos y las mentalidades para alcanzar sus propósitos de dominación, que siempre se esconden bajo algún disfraz buenista y bienintencionado. Desde el final de la Segunda Guerra mundial, y mientras el modelo capitalista liberal se expandía hasta culminar en la actual Globalización, la política cultural se ha ido dejando cada vez más en manos de la izquierda, la cual ha desarrollado métodos e instrumentos sofisticados de adoctrinamiento y de control social, que parecen seducir también a las élites del capitalismo multinacional. Los neocons como  Aznar, Rajoy, Merkel y compañía les han dejado hacer, siguiendo sumisamente las "recomendaciones" de la Unesco y los dictados de la UE, demostrando su carencia de miras y de escrúpulos, y consintiendo que la población se embrutezca cada día un poco más, siempre que sus sucios trapicheos no se vean perjudicados.
Y es que en el fondo, hay coincidencia en los fines de unos y de otros, aunque unos pongan el ralenti y otros pisen a fondo el acelerador. En eso consiste el "pensamiento correcto", la "ingeniería social", y el lavado de cerebro constante al que estamos sometidos, y que al más puro estilo chekista va troquelando desde la infancia a las nuevas generaciones, con los resultados que ahora  aparecen a la vista de todos con el "Coletas" y cía (que hasta hace dos días se veía a sí mismo como el futuro presidente de un gobierno bananero. Y por cierto ¿quién se acuerda ya de la famosa conjunción planetaria de Obama y ZP?).

El "marxismo cultural" descansa en algunas "santas mentiras", que se van implantando de un modo creciente en las sociedades donde germinan. La última, por ejemplo, consiste en el negacionismo del sexo y de la familia, con la ideología de género, pero también cabría añadir el negacionismo de las patrias, de las identidades, etc. Todo esto se va implementando a través del cine, a través de la tele (sobre todo con programas basura e "informativos") y cuando esto no es suficiente y pueden surgir focos de disidencia, tipificando nuevas formas de delito (por ejemplo, el de odio o el de discriminación ideológica, que en la forma abusiva como ahora se están aplicando en algunos juzgados constituye todo un juicio de intenciones, muy en línea con la policía del pensamiento orwelliana) para tener amedrentado al personal, para que no pueda ni siquiera opinar ni protestar. Y la culminación de este proceso está clara:  la  deconstrucción de la personalidad, todo ello en aras de una ideología que arrasa con cualquier sentido de pertenencia a una comunidad o de arraigo, convirtiendo a los individuos en átomos indefensos ante los manejos del sistema mundial.




El caso del cine español de los últimos 40 años

Si mentar hoy en día la llamada "comedia de destape" de los 70 causa, y con razón, sonrojo y vergüenza ajena, con aquellos infames intérpretes masculinos de aspecto desvirilizado y ridículo, y aquellas jamonas que se despelotaban al dictado de guiones absurdos y pretendidamente graciosos (que sólo se justificaban para demostrar que "ya no había censura") no es menos decepcionante la impresión que produce en conjunto, salvo contadas excepciones, el resto de la producción patria de los últimos 40 años. Con más pretensiones, pero con la misma falta de talento, las películas de compromiso político del postfranquismo, todas ellas cortadas por el mismo patrón ideológico de izquierdas, son en su conjunto un soberano peñazo que gira en torno al círculo vicioso de la guerra civil, la represión franquista y demás demonios familiares que nunca acabarán de exorcizarse del todo. Pero, ya se sabe, "a moro muerto, gran lanzada".
Cuando se produjo el ascenso al poder del PSOE de Felipe, muchos actores y directores procedentes del franquismo se esforzaron por demostrar que ellos habían sido "demócratas de toda la vida" y que incluso habían luchado en las filas del antifranquismo en la clandestinidad. A ellos se incorporaron nuevas hornadas dispuestas a engrosar la creciente mamandurria de los "bien pagados" por el Ministerio de Cultura, que de aquella no escatimaba en gastos para crear una cinematografía mucho más ideologizada que la del franquismo, clientelar y totalmente sumisa y dependiente del poder político al estilo cubano.
En la misma línea, las películas de crónica social de Vicente Aranda o el llamado "cine quinqui" de Eloy de la Iglesia y otros, de marginados y de droguetas, seguía la línea ideológica de jueces para la democracia  de glorificar a los delincuentes, chorizos y asesinos (cada vez más presentes en las calles de las ciudades españolas) y presentar a la policía y a las fuerzas del orden público como lo más detestable y corrupto de este mundo. Leña para el fuego de las kaleborrokas,  y aliento para los amigos e imitadores de ETA, que surgían como setas a todo lo largo y ancho de la geografía nacional. De hecho no faltaron directores bastante filoetarras, como Imanol Uribe ("Días contados") que no hacían ascos a la hora de cobrar suculentas subvenciones del estado español para hacer sus peliculillas.
Un producto típico de la filmografía de la transición fue Jose Luis Garci, cuyas insufribles películas abarcan desde el realismo social (Asignatura pendiente) al cine negro (El crack), pasando por el drama facilón (Volver a empezar) y alguna incursión en el cine histórico. Este director nunca llegó a encontrar su ubicación, porque el que mucho abarca poco aprieta, y aunque es cierto que es un gran conocedor del género negro, sus esfuerzos por hacer de Alfredo Landa (excelente actor, en todo caso) un Harry el sucio a la española, resultaron en su día bastante patéticos. El mismo Garci ha reconocido que nunca ha hecho una buena película, sus razones tendrá.
Las incursiones durante aquellos años de la transición del cine español en otros géneros como el  de terror o el erótico-fantástico, con realizadores como Jess Franco  a la cabeza, oscilaban entre lo asqueroso y lo inmundo. Su heredero Bigas Luna, creador del género del erotismo gastronómico, no resultaría mucho mejor, consistiendo su principal "aportación" en haber descubierto para el cine mundial insignes talentos como Penélope Cruz y  Javier Bardem...
 Estaba claro que era en la comedia donde nuestro cine había cosechado los resultados menos malos, pero incluso en esto se aprecia un declive con la aparición de la Nueva Comedia Madrileña, perpetrada por Fernando Colomo y otros desaprensivos de semejante jaez. Una nueva generación de detestables "actores" con pinta de toxicómanos alelados (como Victoria Abril, Jorge Sanz, Imanol Arias, Juan Echanove y compañía) se estaba gestando, que ya permitían presagiar el almodovarismo de los 80, un nuevo typical spanish al decir del crítico británico Paul Julian Smith, compuesto de gays, travestidos y transexuales, que poco tenía que ver con la realidad española de aquel entonces, pero que cada vez está más presente en los medios de comunicación y las televisiones públicas (de Tele 5 en adelante).
 La década de los 80, la época de la movida, supuestamente un momento de gran desinhibición y creatividad, marca el inicio de nuevas técnicas de ingeniería social mucho más sutiles, menos  ideologizadas en apariencia, pero mucho más devastadoras pues iban poco a poco modificando hábitos, gustos y costumbres entre las generaciones más jóvenes para alcanzar sus objetivos: fomento del consumismo sin límites (incluso del consumo de drogas y porno de todo tipo), el debilitamiento moral, el pasotismo y el desinterés por todo lo que no fuera la diversión del fin de semana, la teledependencia que preparaba el camino a otras adicciones relacionadas con videojuegos y demás artilugios tecnológicos, etc;  infantilización de los adultos y embrutecimiento de los niños,  exaltación del orgullo gay y del feminismo rampante, etc, etc. Todo ello consecuencias del "marxismo cultural", aunque cualquier parecido con lo que se estilaba en la URSS del viejo Stalin o en la Cuba de los Castro sería mera coincidencia...
La televisión tuvo en cuenta que había que empezar a modelar las mentes infantiles, y así  surgieron programas como La Bola de Cristal, en los que oficiaban de maestros de ceremonias Alaska y Javier Gurruchaga, y donde los futuros votantes de ZP empezaron a aprender su catecismo. Y es que para el marxismo cultural no hay nada que sea sagrado, ni siquiera los niños, que pueden ser asesinados impunemente en el vientre de sus madres o ser considerados "cosas" a las que cualquier matrimonio o matrimonia tiene el derecho de adoptar. Tampoco han faltado destacados representantes del marxismo cultural, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, partidarios de despenalizar ciertas prácticas con menores que conocía muy bien Daniel Cohn-Bendit, el "Dani el rojo" del Mayo de 68. Y recordemos de qué manera insisten ahora las feminazis en promover la transexualidad infantil.


La gala de los Goya



Pero volviendo al tema que nos ocupa, así vamos llegando al paupérrimo panorama cinematográfico del presente, un coto de amiguetes que ellos se lo guisan y ellos se lo comen, muy contentos de haberse conocido y de seguir disfrutando de privilegios y cobrando subvenciones por unas películas  que no va a ver ni el tato. Ahora bien, todos ellos se tienen muy creído su  papel de "intelectuales orgánicos" y su compromiso con la "cultura" y la "sociedad". La gala de los premios Goya ha acabado convirtiéndose en los últimos años en el escaparate de esta gran hipocresía, donde unos niños tontitos y  malcriados juegan a la pataleta crónica exhibiendo pancartas del "No a la guerra", "Esto pasa por tener un gobierno facha", "Welcome refugees", "Fuera Super Trump"o lo que se tercie.
No hace mucho Almodóvar, Bardem y Penélope Cruz, llevados por su entusiasmo mesiánico, firmaron un escrito en contra del "genocidio practicado por  Israel contra el pueblo palestino", sin que nadie por lo visto les hubiera explicado antes lo que pesa el lobby judio en Hollywood. Naturalmente, tuvieron que recular, descubriendo para su sorpresa que allá no se andan con coñas y que aquellos que dan mucho la lata son puestos de patitas en la calle sin más contemplaciones. Todos recordamos el espectáculo bochornoso de estas meretrices apesebradas apoyando la candidatura de un perfecto inútil como ZP ("El clan de la ceja") para agradecerle entre otras cosas la Ley Sinde, pensada para tenerles contentos a ellos y a la insaciable depredadora s.g.a.e. Hace algunos años, el presidente de la Academia de Cine  Alex de la Iglesia (quien tras su exitoso El día de la Bestia, ha ido poco a poco perdiendo gas) se despidió en la gala de los Goya con un discurso que sorprendió a todos por alejarse de la autocomplacencia habitual, aludiendo precisamente al divorcio entre los "creadores" y su público. Pero esto sucedió en 2011, y desde entonces las aguas del cine español no se han salido de su cauce, es decir siguen desembocando en el lodazal donde llevan estancadas durante al menos ocho lustros. Y por supuesto, el próximo 4 de febrero es casi seguro que no veremos tantas pancartas ni camisetas con eslóganes contra el PP en los Goya. Ya escarmentaron con Trueba, y al final el que manda, manda carallo.

Ahí tenemos el curioso caso del chileno Alejandro Amenábar, para muchos el gran genio del cine español contemporáneo, a la altura de un Hitchcock o un Kubrick, pero ¿en realidad es para tanto? Siendo un perfecto desconocido saltó a la fama por su ópera prima Tesis, un thriller de terror que giraba entorno a las películas snuff. Resulta curioso que el film se rodara en 1995, tres años después del asesinato de las niñas de Alcácer. Y según una llamada "teoría de la conspiración" del criminólogo Juan Ignacio Blanco, que apunta al clan de la Moraleja, uno de los implicados en el caso sería un productor de cine (y de películas snuff, según la teoría antes aludida) apellidado Castro, igual que uno de los malos de la película de Amenábar, que curiosamente también se dedicaba a producir snuff. Puede que el encumbramiento de este director, que desde entonces conoció un lanzamiento internacional sin precedentes y vió expedito el camino hacia los Óscar, esté relacionado con ciertos secretos de nuestra corrupta clase política y empresarial...Habría que preguntárselo a él.
De todas formas, el cine se está quedando obsoleto como herramienta de adoctrinamiento de la sociedad, porque salvo allí donde hay una industria fuerte como en Hollywood, resulta hoy en día un medio demasiado caro y minoritario. Ese papel lo está cumpliendo con creces la televisión, que se financia en gran parte con la publicidad y llega a mucha más gente, y aquellos espacios de Internet que el poder político-financiero es capaz de controlar, que cada vez son más.


 Las series de la tele, la apuesta del momento

Actualmente la producción nacional se va concentrando cada vez más en las series para la televisión, donde no falta el trabajo, al haberse multiplicado los canales públicos y privados, locales, estatales y autonómicos, desde los años anteriores a la crisis; pero hay que reconocer que como sucede en el cine, y salvo raras excepciones,  los  resultados no son mucho más halagüeños. Hay series que incomprensiblemente alcanzan un gran éxito de audiencia, dentro y fuera de nuestras fronteras, como Aida, Los hombres de Paco, etc, etc. Tal vez se deba a que la gente tiene cada vez las defensas más bajas y se traga todo lo que le echen en la intimidad de su hogar. Por ejemplo, es increíble que pueda gozar de tanto seguimiento, incluso en Japón, una birria  de serie como Águila Roja, en la que aparece un giliprogre de protagonista y  unos personajes del Siglo de Oro que se expresan en lenguaje cheli y practican Taekwondo. Pero son cosas que pasan cuando el nivel de de exigencia de un público cada vez más infantilizado y analfabeto llega a alcanzar los abismos de la burricie más absoluta.
Técnicamente sí que se aprecia un gran cambio en las series españolas actuales, si las comparamos con la cutrería de Curro Jiménez o Verano Azul. Hay una gran cantidad de producción y se ha diversificado la oferta,  pero en cuanto al nivel de los actores, de la dirección o los guiones, la calidad sigue siendo penosa. Para cubrir la demanda, las productoras recurren a imitar, y muchas veces a clonar, los modelos americanos, por ejemplo las series de inspiración manga (como la ya citada "Águila Roja" o"El Ministerio del Tiempo") o de  estilo pseudohistórico, repletas de sexo y violencia explícitos, como Roma (Hispania) o Los Tudor (Isabel). Pero por mucho que copien, como lo hacen mal y con un estilo muy modosito, no consiguen otra cosa que  aburrir hasta a las vacas. Y eso que la historia de España daría para mucho juego, sin necesidad de clonar nada que venga de los anglosajones, porque aquí bastaría con relatar hechos como la conquista de las Indias, que son de por sí tan alucinantes que no haría falta añadir apenas ficción para enganchar al público. Pero claro, resultaría demasiado políticamente incorrecto tratar determinados temas, a parte de que nadie se atrevería a producir un proyecto semejante en nuestro país, a no ser que sea en clave desmitificadora y autoculpabilizante (justo al revés de lo que hacen yankis, anglos y hasta franchutes en sus series).
"Cuéntame cómo pasó", trasunto de la serie norteamericana "Aquellos maravillosos años", constituye un monumental intento de deconstruir la memoria colectiva para sustituirla por una memoria histórica fabricada al gusto de la oficialidad, y más impostada que la declaración de la renta de Imanol Arias. Si bien es verdad que no se puede engañar a tanta gente durante tanto tiempo, y muchos que recuerdan esa época saben que nada tuvo que ver con lo que ahí aparece, tal vez los que han perpetrado el desaguisado cuenten con que dentro de cien años las generaciones futuras se traguen la píldora, como pasa ahora con los perrofláuticos... Eso si no salen de nuevo a la luz  los documentales de Arteseros.
No faltan ahora los thrillers, enlazando con el tema quinqui de toda la vida de la corrupción policial ("El Príncipe", "Mar de plástico") sin aportar grandes novedades, salvo el tratamiento de temas más contemporáneos como el de la inmigración ilegal, la corrupción a todos los niveles de la sociedad, etc.. Pero siempre todo con extrema corrección, nada que ver con  True Detective o Breaking Bad, como corresponde a la "marca Spain".
Por último, y como veníamos comentando, la ingeniería social y la corrección política se ha introducido del todo en la mayoría de las producciones para la tele, y hasta con calzador si hace falta, tanto en las series pretendidamente de humor como en las que pasan por más serias. Pero no toda la gente es tan tonta, ni se deja manipular tan fácilmente, como pensaban los ingenieros de la Escuela de Frankfurt y los salchicheros de la telebasura... Confiemos en que la naturaleza (la naturaleza humana también) se abra paso tarde o temprano y se salga con la suya, que el buen gusto de las gentes bien constituidas se acabe por imponer, y se abomine cada día más del mal cine de los mediocres y de los programas de lavado de cerebro de los que manejan los hilos. Hasta la vista, cinéfilos.






3 comentarios:

  1. Se habrà quedado ud. a gusto Excelencia...

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  2. Lunes, 26 de Febrero de 2001 Actualizado a las 08:01

    INTELECTUALES DEL 68
    Sartre, Cohn-Bendit y Beauvoir, acusados de haber fomentado la pederastia




    Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y los actuales ministros de Sanidad y de Educación, Bernard Kouchner y Jack Lang, figuraban durante la década de los 70 entre los firmantes de cartas abiertas en las que se hacían llamamientos en favor de la despenalización de la pedofilia, según se ha sabido la pasada semana.

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    1. Estos personajes tan siniestros se infiltraron en las filas de la izquierda para traicionar a la clase obrera, porque hoy resulta clarísimo que perseguían unos fines muy distintos. Han llegado a corromper tanto a los partidos de izquierda, que ya se preocupan de cualquier cosa, salvo de la gente trabajadora.
      Del mismo modo se parapetan tras el mundo de la cultura, la universidad, los medios de comunicación, los púlpitos, etc para infeccionar con su sífilis a todo el occidente, siendo responsables intelectuales del actual estado de degradacioń en el que ahora se encuentra nuestra sociedad.

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