lunes, 14 de marzo de 2016

LA NOCHE EN QUE DENNY COLT SE TOPÓ CON LUCA TORELLI  EN UN OSCURO CALLEJÓN 



  Dos son los personajes de papel que, en mi humilde opinión,  representan mejor la relación del cómic con el llamado "film noir" o género negro: el norteamericano The Spirit, de Will Eisner (contemporáneo de todas aquellas magníficas películas que todos recordamos de Humphrey Bogart, James Cagney o Edward G. Robinson); y Torpedo 1936, de Sánchez Abulí y Jordi Bernet, una de las mejores aportaciones españolas al cómic de los años 80. No podía haber unos individuos más contrapuestos en sus caracteres, ya que el primero encarna al justiciero intachable, en la línea de los que antes y después que él han usado de la máscara para desfazer entuertos, y el segundo es un pistolero a sueldo, inmoral y psicópata, aunque caiga a menudo simpático a sus lectores. Pero  ambos se complementan a la perfección, aportando cada uno a su manera su propio testimonio de una época, que coincide más o menos con los convulsos años de la  Ley Seca, la Gran Depresión en los USA y sus dramáticas consecuencias.

Con Will Eisner todos los amantes del buen cómic tienen contraída una deuda de gratitud, y no  precisamente porque se le haya considerado como uno de los padres de lo que hoy se conoce como la "novela gráfica", un género que ha producido muchos y malos imitadores de los últimos trabajos del maestro Eisner  y que, con mucha menos calidad gráfica y narrativa, hoy se acumulan en las estanterías de las librerías especializadas, haciéndose pasar por arte y literatura cuando no llegan a ser ni una cosa ni la otra. No, Eisner fue un genio en el arte de contar historias através de las imágenes, y en el contexto de las historietas de The Spirit fue creando un amplio abanico de recursos expresivos,originales encuadres y efectos de luz y sombra,  muy imitados después por otros dibujantes e incluso cineastas, pues supo anticiparse en ocasiones al séptimo arte en la resolución de problemas gráficos y visuales. Eisner fue el que mejor supo traducir al lenguaje del cómic, en los años 40 y 50, la atmósfera atormentada, expresionista y  barroca de películas como Ciudadano Kane, El Extraño o Sed de Mal (de Orson Welles), El Tercer Hombre (de Carol Reed), La Jungla de Asfalto , Cayo Largo (de John Houston) o Perdición (de Billy Wilder) por citar sólo algunas de ellas.
Eisner, como buen judeoamericano, vino al mundo en Brooklyn, en 1917. Su familia era oriunda del Imperio Austro-Húngaro, y su padre, del que heredó el talento artístico, se había ganado la vida pintando escenas sacras en el interior de las iglesias católicas de Viena. En los últimos años de su vida reivindicaría Eisner muy inteligentemente su condición de judeoamericano, en novelas gráficas tales como Contrato con Dios o La Conspiración  (esta fue su última obra, en la que se esfuerza por demostrar la falsedad de los Protocolos de los Sabios de Sión de una manera bastante bien documentada). El origen centroeuropeo y hebreo de Eisner, como el de Fritz Lang, no es ajeno a su capacidad de recrear, con estilo sombrío y expresionista, las atmósferas meyrinkianas con sabor a ghetto y corrupción que destilan las historias de género negro.
 Desde muy joven trabajó para el mundo editorial, dibujando ilustraciones y cómics. Pero lo que más fama le aportó fue el personaje que en 1940 creó para la prensa americana, The Spirit, un detective enmascarado que, a diferencia de Batman, carece de superpoderes (y a menudo es bastante vulnerable frente a sus enemigos, que le vapulean a mansalva). The Spirit combate el crimen desde el anonimato en la ciudad imaginaria de Central City, y el sobrenombre le viene de que Denny Colt, que así se llamaba en realidad el personaje, había quedado en un estado de animación suspendida tras ser víctima de los experimentos del doctor Cobra, fijando desde entonces su residencia y su base de operaciones en el cementerio de Wildwood. Denny es un tipo casi normal (bueno, un poco bastante de aspecto WASP) que cae bien, porque no siempre vence, y  hasta con el que uno "se iría de copas" si se terciara la ocasión. Es una especie de justiciero Anonymous de la época, vaya.
Las aventuras de The Spirit, que solían ser autoconclusivas y constaban de siete páginas que se incluían en los suplementos dominicales de algunos periódicos, no siempre contaban con la presencia del protagonista, o este aparecía de una manera muy incidental, tratándose muchas veces de una mera  excusa para contar las historias que a Eisner le interesaban. Además de The Spirit, otros personajes recurrentes de la serie son su ayudante Ebony White, un "negrito" que correspondía al estereotipo racial de la época, y por el que Eisner fue duramente criticado años más tarde, en la época del black powerel comisario Dolan , el típico y tópico  policía irlandés defensor de la ley y el orden ( contrapartida de la "mafia verde" irish, la más antigua de los USA y tan operativa entonces como a día de hoy, en que vuelve a rebrotar en su isla de origen) y su hija Ellen, la rubia sensacional que ejerce de novia del protagonista. También van apareciendo de cuando en cuando villanos como Octopus, un cerebro psicópata del que sólo llegamos a ver sus guantes, o la perversa P' Gell, prototipo de la femme fatale, tan presente en las novelas como en el cine negro de la época.
Antes decíamos que Eisner se había adelantado al cine negro en algunas célebres escenas, y  voy sólo a recordar una de las historias de The Spirit, "Life Below", que se publicó un año antes del estreno de "El Tercer Hombre" (1949) y en la que aparece también la famosa persecución por las alcantarillas y el personaje intentando escapar agarrándose a la reja. ¿Habían leído Carol Reed u Orson Welles el episodio y se inspiraron en él para  crear el clímax de su magistral película? Quién sabe.


Nos vamos a fijar ahora en otro de los moradores de esas Nuevas Babilonias que fueron creciendo en Norteamérica amasadas por el crimen y la corrupción, y que ahora se extienden por el resto del mundo, amenazando con ser el modelo para las futuras grandes urbes del tercer mundo y del continente europeo, en esta era de la globalización. Torpedo es el sobrenombre del italoamericano Luca Torelli, y "torpedo" era el pseudónimo de la época para los asesinos a sueldo. Sus "progenitores", el guionista Enrique Sánchez Abulí y el dibujante Jordi Bernet (hijo del autor de "Doña Urraca" para los tebeos de Bruguera) lo crearon en 1982 para las revistas del editor español Josep Toutain. El primer episodio se publicó en Creepy, y el dibujo corrió a cargo en aquella ocasión del norteamericano Alex Toth (quien había ilustrado anteriormente algunas historias de Superman, y era una especie de estrella de la casa). Aparte del flojo grafismo del que hizo gala Toth entonces, sus escrúpulos morales y sus pretensiones de redimir al personaje protagonista convencieron a Abulí de que debía buscarse otro colaborador. Y fue una decisión afortunada, porque el tándem que llegó a formar con Bernet merece figurar entre los más notables de la historieta española de  los últimos tiempos. El éxito de una serie que combinaba con acierto violencia, sexo y humor fue inmediato y sus autores recibieron, entre otros galardones, el premio al mejor álbum extranjero en el Festival de Cómic de Angulema de 1986. Hubo contactos con la Warner para llevar a Torpedo al cine, y llegaron hasta a ofrecer 500 mil dólares de la época por los derechos, pero los autores declinaron la oferta porque se les exigía renunciar a la propiedad sobre sus personajes. Incluso "Loquillo" le dedicó una canción en el 2000, y desde diez años antes se habían ido publicando sus peripecias en El País Semanal, con algún que otro problema con la censura, que no permitió la publicación de uno de los episodios ("Lolita") por considerarlo  "poco correcto". Por cierto que la incorrección, el desparpajo y cierto sentido del humor negro son algunas de las señas de identidad que el guionista Abulí supo imprimir desde el principio a la serie, y todo ello salió reforzado por el magistral trazo de Bernet, gran ensalzador de la anatomía femenina y correcto intérprete de la atmósfera de film noir.

Prototipo del matón siciliano emigrado a los USA, tal como aparece en las míticas películas de Coppola o Scorsese y cuyo único código es la vendetta, Luca Torelli  es decididamente un mal bicho y "alguien con el que uno no se iría de copas"( Abulí dixit). Es un frío y cínico asesino, cuya profesión la lleva escrita en la geta, y que si nos cae simpático alguna vez es porque intuímos que en el fondo no es más que un pobre diablo y un perdedor nato, que nunca logrará ascender en el sindicato del crimen... a diferencia del "honorable" Archibald (un retrato muy aproximado de Jordi Pujol que aparece en el episodio "RIP y Amén") y otros hampones corruptos metidos en política o en el mundo de los negocios, y que tanto menudean en la serie (tan real como la vida misma). También la peculiar forma de hablar del personaje, consecuencia de su analfabetismo proverbial y escaso dominio del inglés, nos arranca a menudo una sonrisa, por los frecuentes e insospechados juegos de palabras que se producen. Le acompaña siempre su fiel ayudante Rascal, el contrapunto ideal, un individuo  que a diferencia de su jefe tiene pinta de buena gente, acaso un poco pusilánime y perruno, y uno se pregunta cómo demonios ha terminado dedicándose al oficio de sicario. El pobre acaba pagando siempre el pato, y llevando la peor parte de los golpes. En uno de los episodios más incorrectos y polémicos ("La otra cara de la monada") acaba siendo incluso enculado en un antro por un grupo de músicos negros de la "cáscara amarga".
La serie abunda, como no podía ser de otra forma, en hembras fatales y explosivas,ladinas y sin escrúpulos, que Bernet representa con particular gracia, y a menudo con escasa o sin ninguna indumentaria, para regocijo del público masculino; y que suelen salir mal paradas de sus escarceos con Torelli, un "maltratador de género" nato (el personaje no es desde luego un ejemplo a seguir para los niños). Aún así, siempre sale alguna más lista que él, como Susie en "El día de la mala baba".


En varias ocasiones el propio Abulí llegó a afirmar que en España, tras la muerte de Franco, había más manga ancha que en otros países y se podía publicar casi  de todo...En la actualidad, con los avances del pensamiento único progrefeminista, que marca la pauta de lo que se puede y no se puede decir, escribir, pensar... se están poniendo las cosas cada vez más difíciles y ya veríamos si un proyecto como Torpedo 1936 podría volver a repetirse.





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