sábado, 11 de abril de 2015

LA VÍA IMPERIAL (Y  A VECES SINIESTRA) DEL SEÑOR DALÍ

Detalle del Retrato de Paul Eluard (1929)
"No os créais que soy un pintor; lo he dicho y proclamado muchas veces: yo soy pintor porque los otros no saben pintar. Lo que os acabo de decir es absolutamente cierto"
  "Yo no soy el payaso, pero esta sociedad, monstruosamente cínica y de una simpleza inconsciente, representa el papel del serio para disimular mejor su locura. Mi lucidez ha alcanzado un nivel tal de agudeza y concentración, que no existe una personalidad más heroica y prodigiosa en este siglo y, aparte de Nietzsche (que murió loco) no se encuentra un equivalente en otros siglos"

Le gustaba escandalizar para llamar la atención sobre su persona, cosa que consiguió sobradamente, y acabó convirtiéndose en un personaje excéntrico, a veces grotesco, siendo él mismo su creación más surrealista. Fue la viva estampa del "genio loco"(algunos afirman que acabó loco de verdad), alimentada por su desmedido narcisismo y afán de lujo, y quedó atrapado por la imagen de bicho raro que tanto se complacía en ofrecer al público ¿Qué podemos decir sobre Dalí que no se haya dicho ya? Tal vez el pintor más mediático y controvertido de la pasada centuria, fue un caso único por encarnar a la perfección muchas de las taras del arte moderno (la egolatría, el mercantilismo, las neurosis convertidas en extravagancias). Y sin embargo, nadie como él se tomó más en serio, en pleno siglo XX, el "oficio de pintor" y , tras haberse saltado todos los tabús en su etapa "revolucionaria" y freudiana, siguió bregando a contracorriente cuando las vanguardias se hicieron respetables, convirtiéndose en el principal detractor de los "cornudos del viejo arte moderno" , el antagonista de Picasso y el azote de la pintura abstracta; el preconizador de una vuelta al realismo y a los antiguos maestros, a los que quería arrancar sus conocimientos más secretos. Muchos críticos y artistas modernos arremetieron contra él, no tanto por su histrionismo sino por considerarlo un reaccionario, y le reprocharon su desmedido anhelo de  fama y de riquezas por pura envidia, ya que esto mismo es a lo que aspiran casi todos ellos, sin conseguirlo en la mayoría de los casos. Pero Dalí era mucho más que un histrión; su paso por la vanguardia no debe ocultar su excelente formación como dibujante y como pintor, era un espíritu curioso de la cultura y la ciencia de su tiempo, a menudo con intuiciones geniales, y un conocedor  del hermetismo y la alquimia, como veremos. Reaccionario y revolucionario al mismo tiempo, fue capaz de lo mejor y lo peor en el arte de nuestro tiempo, y merece que hagamos una breve semblanza ofreciendo sobre él y su obra un enfoque diferente al habitual, siempre que sea posible.




Ilustración para los "50 secretos mágicos para pintar"

Ríos de tinta se han vertido sobre sus antecedentes familiares de Dalí, el magma del que emergió la atribulada personalidad del pintor. Muchos ven en Dalí un producto típico y exclusivo de los efectos de la tramontana o mistral (el viento que vuelve loco). Otros sin embargo, como Josep Pla, lo consideran un rara avis en el microcosmos ampurdanés, una comarca cuyas gentes estarían caracterizadas por una gandulería ancestral y por ser negadas para la pintura, tal vez por haberse  considerado el paisaje que les rodea, árido y pizarroso, como poco inspirador, hasta que Dalí decidió convertirlo en la escenografía de sus visiones. Por eso hay quien ha apuntado un origen lemosín o provenzal de su apellido, estableciendo tal vez un vínculo con los trovadores y los Fieles de Amor del medioevo, con los que Dalí tuvo cierta afinidad, dada la veneración por "Gala", la Dama que se convirtió en su principal fuente de inspiración.También se ha señalado, como en Picasso, su aire aflamencado, de patriarca gitano, que fue ganando con los años. De todas formas, él se consideró siempre catalán (ampurdanés) y español. En su persona quiso encarnar a dos personajes genuinamente hispánicos: uno real (Velázquez, cuyos bigotes imitó) y otro ficticio (el Quijote, el caballero que cabalga a lomos de su propia locura). En el contexto de la Cataluña actual, hay cierta dicotomía a la hora de valorar a Dalí, ya que se trata de uno de sus paisanos más célebres, pero al mismo  tiempo molesta su españolismo militante y sus veleidades franquistas y joseantonianas, y también el hecho de haber rebasado las fronteras catalanas y haber conquistado la fama internacional, a pesar de todo.

Dalí, el provocador nato

Junto al cabalista Fuchs y  el hiperbóreo Arno Breker


El caso es que a los pocos años, y viendo que en el ambiente provinciano donde había nacido no tenía futuro, convenció a su padre para que lo enviara a estudiar Bellas Artes a Madrid, que en aquel tiempo vivía  una auténtica efervescencia cultural. Allí conocerá la obra de los maestros del Museo del Prado que tanto influirán en él (El Bosco, Patinir, Velázquez, Valdés Leal), hará amistad con otros compañeros de la Residencia de Estudiantes, como Lorca o Buñuel, tendrá sus primeros contactos con  el arte de vanguardia y el cubismo de Picasso, y comenzará a leer a Freud. En la Escuela de Bellas Artes aprende toda la técnica que necesita, pero su continuo enfrentamiento con los profesores a nivel teórico le valdrá la expulsión por dos veces, la primera en 1924 y la definitiva en 1926.
Tras la peculiar relación con Lorca, y su posterior ruptura con el poeta (que rubricaría colaborando con Buñuel en el corto surrealista "Un perro andaluz"), conoce a Gala que desempeñará desde entonces el papel de la musa por excelencia del pintor. A partir de ese momento empezará la etapa más productiva y creativa de Dalí, al principio muy influida por el psicoanálisis freudiano ("El gran masturbador"de 1929, "La persistencia de la memoria", "El juego lúgubre","El enigma de Guillermo Tell" o "La metamorfosis de Narciso") y donde asistimos al nacimiento de una mitología personal, con símbolos que remiten persistentemente al egocentrismo sexual del artista. En algunos de estos lienzos, Dalí pretende captar las imágenes hipnagógicas, las que se producen justo antes del estado de sueño profundo.


Retrato de Sigmund Freud

Por fin en 1938, y gracias a la mediación de Stefan Zweig, el padre del psicoanális accedió a entrevistarse con Dalí, aunque lo recibió con cierta frialdad. De aquel encuentro resultarán algunos estudios y retratos geniales, y la famosa comparación que hizo el pintor del cerebro de Freud con la forma de un caracol.


En 1929 está en París y contacta, através de un esmoquinado Joan Miró, con Breton y el núcleo duro de los surrealistas de la rue Fontaine. Para ingresar en la cofradía, Dalí tuvo que abjurar de su familia e insultar la memoria de su madre muerta, lo que le costó la enemistad con su padre. Pronto se convertirá en el principal pintor del movimiento, que hasta entonces había sido tan sólo una camarilla literaria, y es capaz de dotarle de una cierta coherencia teórica, aportando el método "paranoico-crítico" (antes de Dalí , los surrealistas no habían experimentado más que con los "cadáveres exquisitos" y la escritura automática- inspirada en los mediums y el espiritismo- y cuyas aplicaciones en el campo de la plástica ya había descubierto mucho antes el británico Austin O. Spare).
La relación de Dalí con los surrealistas (y especialmente con el sumo pontífice Breton) serán tensas desde el primer momento, ya que el afán de protagonismo del primero chocaban con la "autoridad" y rigidez de planteamientos del segundo. Los surrealistas pretendían escandalizar a la burguesía, pero seguían teniendo en el fondo muchos prejuicios pequeño-burgueses . Breton estaba empeñado en conciliar surrealismo y comunismo (las dos "revoluciones" del siglo) pero la cosa no le había salido del todo bien, ya que los de  "L'Humanité" y otros órganos del aparato comunista les seguían presentado a él y a los suyos como un grupo de alcohólicos y burgueses, entregados al erotismo y a las mayores simplezas intelectuales.
Dalí quiso poner a prueba la supuesta "libertad" y ausencia de tabús preconizada por Breton, y empezó a exteriorizar su obsesión por Hitler y la esvástica. En concreto afirmaba tener sueños eróticos con Hitler (lo que no podía ser más surrealista) y estaba fascinado por el irracionalismo romántico alemán, que él veía representado por los nazis.  Decía de Hitler que "encarnaba al gran masoquista, capaz de desencadenar una guerra mundial por el único placer de perderla y sepultarse bajo las ruinas de un imperio". Ciertamente, resultaban mucho más surrealistas los delirios nazis entorno al Grial, la Atlántida o la Lanza del Destino, por ejemplo, que todo el aburrido aparato de la burocracia de Stalin. En 1934, tras un auto de fe, Breton decide expulsar a Dalí del grupo por "tender a la glorificación del fascismo hitleriano", a lo que el otro replicó con su célebre paráfrasis del rey Sol: "el surrealismo soy yo".


"El enigma de Hitler" (1937)
El cuadro certifica la ruptura con los surrealistas. El teléfono alude a las negociaciones entre la Gran Bretaña y Alemania por la soberanía de los Sudetes. El paraguas de Chamberlain cuelga de un árbol, cual vellocino de oro, pero adoptando el aspecto de un murciélago. Sobre el plato descubrimos un pequeño retrato del "comestible" Adolf.




Y no se equivocaba, porque si hubo algún pintor surrealista conocido universalmente, ese llegaría a ser Salvador Dalí (que a partir de ese momento empezaba a exponer en la Galería Julien Levi de Nueva York) mientras que sus antiguos correligionarios, que le habían bautizado con el anagrama de Avida Dollars, quedaban en su mayoría condenados al ostracismo . Todavía siguió exponiendo durante algún tiempo junto a los surrealistas, pero viendo que haciendo y pintando las mismas excentricidades que en París (sus relojes blandos, metamorfosis y canibalismos pictóricos) podía cosechar fama y dinero en los USA, no se lo pensó dos veces y probó a hacer las Américas. Antes, al estallar la guerra civil, vivió algún tiempo en la Italia de Mussolini, donde pudo conocer muy bien la obra de los maestros del Renacimiento y el Manierismo, por los que sentía gran admiración. De esta época son algunos cuadros premonitorios, en los que supuestamente se anticipa a la guerra civil española ("Construcción blanda con judías hervidas") o a la segunda guerra mundial ("El enigma de Hitler" o "La invención de los monstruos").



"Construcción blanda con judias hervidas" (1936)
Esta poderosa imagen de una criatura desgarrándose a sí misma, simboliza la guerra civil española mucho mejor que el archifamoso Guernica, un encargo que Picasso resolvió reciclando unos bocetos para una corrida de toros, y por el que cobró una pasta, unos 200.000 francos de la época, a la depauperada república del Frente Popular. Después sería Picasso quien daría lecciones de ética comunista al frívolo Dalí.

Luego, cuando la guerra incendió el resto del Viejo continente, hizo las maletas y se estableció con su señora, y animado por ella, en Hampton Manor (Virginia) y más tarde en Pebble Beach (California). Se dió la circunstancia de que por entonces estaba de moda en los USA la terapia psicoanalítica, y siendo la obra de Dalí hasta la fecha una ilustración de las elucubraciones de Freud, tuvo el éxito asegurado, e incluso la entrada en Hollywood por la puerta grande, llegando a colaborar con Hitchcock y Walt Disney. Además,  realizará numerosos decorados y escenografías para ballets, ilustrará libros como El Quijote o La Divina Comedia para ediciones de lujo, y empezará a hacerse famoso por sus excentricidades (se había dado cuenta de lo importante que era la publicidad para triunfar en América).
Había llegado para él la época en la que le sonreía la fama y el éxito material y, sin embargo, se irá poco a poco percibiendo un nuevo giro en el pensamiento y en la obra de Dalí, que ya había agotado las posibilidades pictóricas y temáticas del psicoanálisis,y sentía la necesidad de desprenderse de "todas las viscosidades del materialismo".



"Geopoliticus contemplando el nacimiento del hombre nuevo"(1943)
Aparecen por vez primera (aunque no muy evidentes todavía) los símbolos de la concha y el huevo. Este último tiene forma de planeta tierra, y vemos como de una fisura, localizada en los Estados Unidos, está surgiendo "el hombre nuevo", cuya mano visible se apoya con firmeza en las Islas Británicas. Dos personajes, un niño asustado y una especie de andrógino, contemplan este pasmoso acontecimiento.


Tras el caos anárquico del surrealismo, y la posterior aventura americana, el artista regresa a Port-Lligat en 1948, y busca el equilibrio interior y cierta armonía espiritual. Algo que se percibe casi siempre en la obra de Dalí, y que lo diferencia de la mayoría de los pintores del siglo XX, es la correspondencia entre la forma y el mensaje, y la gran importancia que reviste este último. Su pasión por la perfección formal, que nunca le había abandonado, le lleva a interesarse por los métodos pictóricos de los antiguos maestros flamencos y del Renacimiento italiano. Estudia sus técnicas y sus composiciones, cuyo andamiaje geométrico y predilección por los esquemas de base pentagonal o la sección áurea derivaba del pitagorismo y el hermetismo, y se esfuerza con entroncar con el espíritu de épocas pasadas, pero pretendiendo conciliar la ciencia con la metafísica. Parece que entre 1948 y  1962 hubo un intento sincero por parte de Dalí de crear obras maestras de nuestro tiempo, que respondieran a este "ideal clásico", y en mi opinión anduvo cerca de conseguirlo.

De ahí el creciente interés de Dalí por la alquimia y sus símbolos, y más tarde por la mística del Siglo de Oro (baste leer su "Manifiesto Místico", de 1952), pues él en su magín relacionaba la una con la otra de alguna manera. Pero, al mismo tiempo, intentaba traducir pictóricamente los avances y descubrimientos más recientes de la ciencia: la estructura del ADN, la física cuántica o la energía atómica. Así, mientras buscaba la fórmula de la mixtura de Vermeer, aplicaba los principios de la holografía (la fotografía en tres dimensiones) en su pintura.Todo esto lo estudia muy bien Ernesto Milá en su obra "Dalí, entre Dios y el Diablo" (Editorial PYRE),a cuya lectura remito a los  interesados.


"Cesta de pan" (1945) donde reproduce la estructura del Mercurio filosofal o la doble hélice del ADN

En muchas de las pinturas de este período está presente Gala, su "musa"inspiradora, através de la cual pudo canalizar sublimándola esa sexualidad suya, siempre problemática, que amenazaba con autodestruirle. La imagen idealizada de Gala, que poco se correspondía con la persona real (una mujer fría y calculadora como una "caja registradora", al decir de muchos, promiscua y con fama de brujilla echadora de cartas), encarnaba para él el símbolo de la Perfección, el andrógino de Platón, y a la manera de la Beatriz de Dante o las Damas de los Fieles de Amor, supuso para él una influencia despersonalizadora en su obra, que contrarrestaba su egocentrismo narcisista, y le permitía rozar en ocasiones el Absoluto.
En otros cuadros, da rienda suelta a ese "misticismo atávico español", como en el famoso "Cristo de San Juan de la Cruz" (1951), basado en un dibujo realizado por el santo que se conserva en el Convento de la Encarnación de Ávila. O como en "La Última Cena" (1955) donde, además de su preocupación por la luz, volvemos a asistir a su obsesión por la geometría en esa estructura agométrica dodecaédrica, representando la perfección del universo, que planea sobre los personajes de la escena.




Esquema compositivo de "La Leda atómica"(1948)

Esta "obra atómica", realizada tras el bombardeo de Hiroshima, y en la que nada se toca con nada, contiene también muchas claves simbólicas, y una estructura matemática inspirada  en el Tratado de la Divina Proporción de Luca Paccioli (siglo XVI). Además, el artista contó con la colaboración del matemático Matila Ghika para calcular la  composición, basada en el pentágono y  la sección áurea.



"Madona de Port-Lligat" (1949)
Derivada de la anterior, se inspira igualmente en los trabajos de Paccioli y Ghika, y en el cuadro de "La Virgen y el Niño"(1472) de Piero della Francesca, del que toma el elemento de la concha y el huevo, símbolos entre otros de la eternidad y la Encarnación.



Poco después realizaría su serie de grandes escenas históricas, en las que también da rienda suelta a sus delirios místicos y ponen de manifiesto su buena sintonía con el general Franco. No obstante, algunas de ellas serán bastante notables como "Santiago el Grande" (1957) o "El Sueño de Cristóbal Colón" (1959). Esta etapa llevó a Josep Pla a proclamar a Dalí como el anti-Picasso, porque mientras el malagueño envejecía y se volvía cada vez más anárquico y desordenado, Dalí había derivado hacia un arte menos prolífico, pero mucho más meditado y elaborado.

"Crucifixión o Corpus Hypercubicus"(1954)
En esta obra asistimos al influjo de la lectura de "El Discurso de la Piedra Cúbica" del siglo XVI,  de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial. Algunos han querido ver también la plasmación del desarrollo del cubo en una cuarta dimensión.


Pero este momento de gloria, en el que probablemente pintó sus mejores lienzos, pasó pronto, y Dalí sufrió una regresión a nivel artístico y espiritual de la que ya no se recuperaría. A su alrededor se había formado una corte de dalinianos compuesta por hippies, tarados, aduladores y algunos aprovechados que alimentaron como nunca su ego enfermizo, sus neurosis freudianas y su fascinación por el ocultismo y supercherías tales como la Era de Acuario. Los hippies lo consideraban su apóstol, al igual que los artistas pop (más tarde vendrían los hiperrealistas), y en homenaje a ellos pintó uno de sus últimos grandes cuadros, "La Pesca del Atún" (1967), simbolizando la muerte de Piscis y el nacimiento de la New Age. Volvieron las extravagancias publicitarias, las maniobras lucrativas y los happenings orgiásticos a los que se entregaban los dalinianos, dispuestos a satisfacer las pulsiones sádicas y vouyeristas del "gurú" de Port-Lligat. Después se relacionaría con gente tan poco recomendable como Andy Warhol, Amanda Lear, H.R. Giger, y algunas estrellas del rock y la psicodelia de la peor estofa. Así Dalí fue cayendo en una espiral descendente, acentuada tras la muerte de Gala, que le llevará a la paranoia aguda y, como dice Ernesto Milá, a la "extinción lenta en el Hades".
Antes de morir, en 1974, inauguró el Museo-Teatro de Figueras, basado en el "Teatro de la Memoria", una idea del hermetista del siglo XVI Giulio Camillo. Pretendía ser un espacio físico que suscitase los recuerdos mediante los símbolos arquetípicos, pero muchos críticos que no entendieron nada de esto lo consideraron una especie de templo kitsch.


Hay que reconocer que, pese a todo, Dalí fue uno de los grandes pintores del siglo XX, y paradójicamente uno de los más serios. Le pudo con toda seguridad su desmesurado narcisismo y sus neurosis, y eso le impidió perseverar en el camino que se había trazado, para lograr la obra maestra que le parangonara con los grandes maestros que tanto admiraba. Pero estuvo cerca de conseguirlo. Tal vez debería haber recordado más a menudo aquella plegaria que hicieron suya los Pobres Caballeros de Cristo: Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomini tua da gloriam (no por nosotros, Señor, no por nosotros sino por la gloria de tu Nombre)

 


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