domingo, 29 de marzo de 2020

ARTE SACRO EN EL SIGLO XXI: ESTADO DE LA CUESTIÓN

Atención: Católicos de la nueva ola y ateos asaltacapillas o nietzscheanos con prejuicios, abstenerse de leer este artículo.

San Nicolás de Bari abofeteando a Arrio, por Giovanni Gasparro
En este blog nos gusta comentar toda clase de cosas que van contracorriente, y que molestan a los que quieren imponer un pensamiento único sobre lo que se debe entender como "arte contemporáneo". En pleno siglo XXI todavía  existen artistas que no sólo no han renunciado al oficio de la pintura, sino que beben directamente en las fuentes del Barroco, y que incluso se atreven a revivir los temas de la iconografía cristiana desde la más pura ortodoxia. Y eso a pesar de vivir inmersos en un mundo que ha declarado una guerra a muerte a todo lo sagrado, en el que vemos como la Iglesia católica y sus máximos representantes se ponen cada día más en ridículo y ofrecen un espectáculo de lo más abyecto, degradante y desalentador, para aquellos que todavía conserven un ápice de auténtico sentimiento religioso. Esta vez vamos a hablar del pintor Giovanni Gasparro y de su particular cruzada en un doble frente: contra la mediocridad del arte contemporáneo y contra la oligarquía del Vaticano, entregada a con lujuria a los brazos del NOM.

Fresco de Santa María de Terni, por Cinalli
Me acerco como observador imparcial, como alguien que no comulga con los dogmas desde hace tiempo, al panorama que ofrece en la actualidad el presunto "arte sacro" de la Iglesia católica, la misma que en un tiempo inspiró la construcción de las catedrales góticas o la capilla Sixtina de Miguel Ángel, y en general este no puede ser más decepcionante. Si antes se estilaban las postalitas cursis al estilo Sacré-Coeur, hoy en día no se puede decir que haya mejorado mucho la cosa. Basta contemplar los murales de la basílica de la Almudena  pintados por el neocatecumenal Kiko Argüello para descubrir un arte fallido, que pretende ser bizantino pero que suena a falso, vacío, sin aliento espiritual. En realidad de lo bizantino sólo conserva la pompa exterior y carece de esa terrible majestad que impresiona cuando penetramos en el recinto de alguna iglesia ortodoxa de verdad, griega o rusa. Es un reflejo de la devoción moderna, una cáscara vacía y putrefacta, y de la falta de respeto que inspira una institución que sobrevive en gran parte gracias a la financiación encubierta del Estado social-comunista, a través de las exenciones fiscales; la mano que le da de comer y a la que obedece con fidelidad perruna.




En Italia la cosa está todavía  peor, con Bergoglio a la cabeza y su camarilla de la "mafia lavanda" dando instrucciones de cómo debe ser el arte católico actual. Algunas muestras ya las hemos podido ver también en España, donde se intenta promover un "neobarroco gay", con una interpretación morbosa de la imaginería  religiosa del pasado y bendecida por algunos obispos avanzados .Pero el ejemplo más palmario de esta sensualidad decadente imperante en la Iglesia de hoy son los frescos de la contrafachada de la catedral de la diócesis de Terni-Amelia, pintados por el artista argentino y homosexual Ricardo Cinalli en 2007, y supervisados por el arzobispo Paglia y el cura Fabio Leonardis. Recordemos que Monseñor Paglia es la mano derecha de Bergoglio, presidente del Instituto Pontificio para el Estudio del Matrimonio y la Familia, y un conspicuo protector del lobby gay del Vaticano. El tema del fresco es una Ascensión de Jesús, cuyos rasgos corresponden a los de un peluquero amigo del artista, acompañado de dos racimos de figuras que representan retratos de homosexuales, transexuales, prostitutas y narcotraficantes desnudos y semidesnudos y en actitudes homoeróticas. El propio Paglia aparece retratado abrazado con un barbudo a la moda hipster, y el Leonardis también aparece en cueros y en pose equívoca. Así de lamentable es el espectáculo, pero nada que nos resulte sorprendente a estas alturas de la película.

Jesús y Barrabás, por Giovanni Gasparro

En otro nivel cabe situar la obra del joven pintor nacido en  Bari hace 36 años Giovanni Gasparro, cuyo estilo virtuoso remite a la tradición figurativa occidental postridentina, y sobre todo a los maestros del claroscuro como Caravaggio o Ribera. Contemplando los cuadros de Gasparro uno no sabe a ciencia cierta si se encuentra ante un autor del siglo XXI o del siglo XVII, tal es la capacidad que ha tenido este artista de asimilar y mimetizar el modo de pintar de los artistas antiguos del Barroco. La temática de su obra es tanto profana como sacra, siguiendo las directrices tradicionales.También puede rastrearse en su estilo alguna huella del futurismo italiano, patente en muchos de sus retratos en los que representa multiplicadas las manos del personaje, un recurso que le permite expresar mejor el carácter del retratado y que resulta a la vez  muy inquietante y  dinámico, y desde luego bastante original. Por diversos motivos, Gasparro lleva camino de convertirse en un maestro clásico de la pintura de nuestro tiempo. 


Giovanni Gasparro
Pero este pintor es también un outsider, que no tiene empacho a la hora de declarar sus ideas artísticas: "Como pintor vivo la urgencia y el deber moral de contribuir a la sensibilización de las conciencias. Si mi pintura se quedase en un plano puramente estético y decorativo, sería una baratija de mobiliario patética o una especie de complacencia intelectual autorreferencial." Su interés por el realismo y el estudio del cuerpo humano descansa en el principio tomista, derivado a su vez de Aristóteles, de que el hombre tiene acceso al conocimiento sobre todo a través de los sentidos corporales. Y como sucede con la pintura religiosa occidental que le sirve de referencia, se adhiere al dato real como instrumento para transmitir las verdades de la fe. Su posición en este sentido está bastante alejada del Concilio Vaticano II y más cercana al  tradicionalismo y al segundo Concilio de Nicea, que consagró la devoción por las imágenes de los santos.
Esta actitud le ha valido por una parte el verse marginado por las galerías, las subastas y los premios de arte (por no seguir los dictados de la moda contemporánea) y por otra el repudio de las comisiones diocesanas de arte sacro, formadas por clientes, obispos y sacerdotes modernistas, que prefieren un estilo más blandiblú y una iconografía improbable que exalte a figuras nunca canonizadas o de dudosa santidad.
Uno de sus cuadros, titulado Casti Connubi, ganó sin embargo un concurso de la Cátedra de la UNESCO de Bioética y Derechos Humanos. Al propio autor le sorprendió que una institución tan globalista y promotora del pensamiento único como la UNESCO premiara una de sus obras, y más tratándose de un alegato antiabortista, pero es de sospechar que no llegaron a calar del todo la intención y el mensaje que el artista pretendía transmitir.

Casti Connubi, por Gasparro

En estos últimas días, y con la proximidad de la Pascua judía y la Semana Santa cristiana, que va a verse empañada en todas partes por culpa del coronavirus, una obra de Giovanni Gasparro ha saltado a la palestra y ha sido objeto de una polémica. Se trata de un cuadro dedicado al niño mártir de dos años San Simonino de Trento, que según una creencia popular fue asesinado el 21 de marzo de 1475 por un grupo de judíos, para hornear con su sangre el pan de Pascua. Debido a los aires conciliadores del Vaticano II y del "Nostra Aetate" este y otros  santos que habían recibido un culto devoto en el pasado como San Cristóbal o San Jorge, pasaron a ser considerados ficticios o medio ficticios, quedando su devoción como opcional o siendo suprimida del todo. Ese fue el destino de San Simonino, cuya historia quedó asociada desde entonces al llamado "libelo de sangre", dictaminando la Iglesia que la acusación contra los judíos se había basado en confesiones falsas obtenidas bajo la tortura.Esa es la posición de la Iglesia de hoy, pero la de antes decía una cosa bien diferente, eso está claro. Los que siguen profiriendo las mismas cosas feas contra los cristianos, y contra los goyim en general, son los rabinos; esos sí que no han cambiado nada en siglos ni cambiarán. 

Martirio de San Simonino por sacrificio ritual judaico, por Gasparro

El caso es que la obra de  Gasparro ha ofendido muchísimo a los sionistas, y el Centro Simón Wiesenthal se ha apresurado a enviar una protesta a Bergoglio para que desautorice ese "cuadro grotesco" por antisemita. "El libelo de sangre continúa sangrando todavía" han dicho los responsables de esa organización, que no me extraña serán complacidos por el actual okupa del Vatikano, que si así se lo piden se apresurará a destruir el cuadro y, si le fuera posible, al autor en algún Auto de Fe sionista.

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