LA PLÁSTICA Y LOS PLÁSTICOS
|
Obra de Mattia Blagi |
En el arte contemporáneo en general se utiliza mucho el plástico, porque vivimos rodeados de plástico, y según se dice los artistas tienen que echar mano de lo que hay a su alrededor, y no de los "materiales nobles", que son cosa del pasado. Desde que, a finales del siglo XIX, la arquitectura empezó a experimentar con los nuevos materiales, la escultura y la pintura no se quedaron a la zaga y esto ha llevado a que, por ejemplo, los pigmentos más empleados por los profesionales y aficionados actuales sean las resinas sintéticas (los acrílicos) que no dejan de ser una clase de polímeros elaborados por la industria petroquímica. Mucho peor aún ha sido la moda del
ready made y del reciclaje a toda costa, no parando de crecer el número de "esculturas" e "instalaciones" realizadas a partir del plástico desechable, de la basura que genera en cantidades industriales nuestra sociedad... Porque buena parte de estas obras continúan siendo precisamente eso: basura. No obstante, hay algunas creaciones que llegan a ser ingeniosas, como las de
Sayaka Ganz o
Thomas Deininger, pero ¿a quién le apetecería llevarse a su casa o instalar en su jardín un amasijo de muñecas de plástico quemadas, que sólo a una cierta distancia reproducen el efecto de un cuadro de Van Gogh en 3D?
El "progreso", que tanto fascinaba a nuestros abueletes futuristas, ha traído como principal excrecencia el plástico, un producto hoy por hoy tan omnipresente que ha acabado por pasar a la cadena alimentaria y a formar parte ya de nuestro organismo, de nuestra sangre y de nuestro cerebro.
A nadie puede sorprender a estas alturas que, gracias a la acción combinada de los plásticos que cada día tiramos al mar y acaban en el estómago de los peces, y de los herbicidas "Monsanto" (glifosatos) del camarada
Happy Soros, que sazonan nuestras hortalizas y cereales, el número de participantes en los desfiles del orgullo LGBTI se haya incrementado de un modo espectacular en los últimos años.
El plástico y demás derivados sintéticos del petróleo están en el meollo de este maravilloso mundo nuevo del que ahora "disfrutamos". Los avances técnicos que han posibilitado la "plasticidad" de estos materiales han contribuido a afianzar esa idea peregrina de los futuristas de que era posible crear algo nuevo partiendo de la nada, haciendo "tabula rasa" del pasado y de la experiencia. Pero en el arte, en la cultura o en la política nunca hay nada nuevo bajo el sol y, como bien decía
Eugenio d'Ors, todo lo que no es tradición es plagio. Los futuristas aprendieron de los cubistas el dibujo y de los neoimpresionistas el color, que a su vez aprendieron de
Cèzanne y de los impresionistas, que a su vez aprendieron de
Poussin y de
Velázquez, etc, etc.
Y la principal materia prima del plástico, el petróleo, es un veneno, un aborto del Averno, una sustancia viscosa, gorgoteante y putrefacta que la Madre Tierra esconde en lo más profundo de los abismos infernales desde la noche de los tiempos ,y desde el período Jurásico en el que se extinguieron los dinosaurios, y de cuyas entrañas nunca debiera haber salido. Y que sin duda constituye uno de los factores que hará cada vez más penosa nuestra supervivencia como especie y más inhabitable este planeta en el que vivimos y sus alrededores, siendo incluso todavía más letal que las emanaciones tóxicas esas que tanto preocupan a los ecologetas en acción.
Y hablando de petróleo y de arte, tenemos que hablar naturalmente de Qatar. Ese régimen integrista, corrupto y criminal, que ha ido comprando voluntades y complicidades de todos aquellos arrastrados que se dejan sobornar por los que han amasado una fortuna a base de los sucios petrodólares. Léanse los Pep Guardiola, la FIFA, Sarkozy, Platini...y muchos más. Un país donde se construyen instalaciones futboleras en el inhóspito desierto, empleando para ello como auténticos esclavos (sistema kefala) a miles de trabajadores nepalíes, a los que se somete a unas condiciones laborales infrahumanas (sólo en 2018 palmaron más de 2.000). País que intoxica y manipula a medio mundo a través de un canal de televisión como Al Jazeera, especialista en fabricar noticias falsas mediante decorados y actores para difamar, por ejemplo, al régimen sirio y favorecer de paso la causa del yihadismo. País que especula con el "arte contemporáneo" y con el arte en general, y que aspira a convertir a Doha en la nueva capital mundial del arte, porque allí creen que basta con tener muchísimo dinero para hacer realidad cualquier sueño... justo como en Las Vegas.
Como parte de la política de la familia real Al Zani para cambiar su imagen y atraer el turismo, la hermana del emir,
Sheija Al Mayasa, dispone de un presupuesto anual de 1000 millones de dólares, y se encarga de adquirir costosas obras de arte en occidente para abastecer al Museo Nacional de Qatar, o de atraer a arquitectos famosos como
Jean Nouvel o al chino
I.M.Pei para que desarrollen allí sus proyectos. Otros artistas contemporáneos que no han tenido ningún escrúpulo en ponerse al servicio de los emires qataríes son los escultores
Richard Serra (el de las espirales oxidadas esas del Guggenheim) o
Cai Guo-Qiang (el mismo chino que convirtió
el salón de Reinos del Prado en un polvorín el año pasado).
Siempre ha habido artistas que no han tenido reparo alguno en trabajar para tiranos corruptos, pero al menos los papas de Roma contaban con colosos de la talla de
Buonarroti o de
Bernini, mientras que en estos tiempos de plástico los emires de Qatar se tienen que conformar no con artistas plásticos, sino con artistas de plástico.