LA HORA DE LOS BUITRES
Un buitre es, por definición, una alimaña necrófaga, es decir un bicho que engorda a base de alimentarse de los muertos. Poco ha de faltar para que la ONU recomiende a la humanidad esta clase de dieta, cuando el veganismo y la guerra al diesel no sean suficientes para revertir el Apocalipsis climático. No cabe duda de que la futura premio nobel Greta Thunberg, con su aspecto de zombie alucinada., dara la talla cuando a Soros se le ocurra lanzar esa campaña. No tardaremos en ver spots de Atresmedia, protagonizados por Susana Griso o Matías Prats, en los que nos aleccionen sobre lo suculento y nutritivo que resultaría un guiso preparado con los huesos de la abuela, al más puro estilo "Soylent Green". Pero mientras llega ese día, ya tenemos entre nosotros a los políticos y periodistas sistémicos, y otros pajarracos carroñeros por el estilo, que van dando ejemplo a la ciudadanía y abriendo el camino a esos novísimos hábitos culinarios.
De la chusma que trabaja para los medios de incomunicación y desinformación y que se hacen llamar a sí mismos "periodistas", no hace falta explayarse mucho. El espectáculo cotidiano de cómo se explota el morbo en los programas televisivos cada vez que tiene lugar alguna desgracia o hecho criminoso, mejor si lleva algún niño incorporado, o como se va fabricando una alarma social, como sucede con la supuesta "violencia de género", por ejemplo, es algo que no ha hecho más que crecer en nuestro país desde que empezaron a funcionar los canales privados de la telebasura. Hoy cabría hablar de "telecarroña" para referirse a lo que ofrecen, sin excepción, todos los canales televisivos en nuestro país.
Políticos como el carroñero Torra (el representante de la oligarquía independentista catalana, que aguarda expectante a que algún muerto en la calle legitime su procés) o el amorfo Errejón (que junto con Sánchez espera darse un atracón con los despojos de ese cadáver político llamado Pablo Iglesias) representan a la perfección esta especie de necrófagos repugnantes.
En particular el okupa de la Moncloa, como antes su predecesor ZP, no está dudando en explotar a las víctimas de la guerra civil o en utilizar la exhumación del cadáver de Franco para conseguir un dudoso rédito electoral. Tanto es así que coincidiendo con la convocatoria de las enésimas elecciones, en las que tendremos que elegir entre seguir votando a los de siempre o votar a los nuevos partidos del sistema que canalizan el cabreo cada vez mayor que cunde entre la población, los del Tribunal Supremo han resuelto avalar el traslado de los restos del Valle de los Caídos, dando así un espaldarazo a las pretensiones del okupa Sánchez.
En particular el okupa de la Moncloa, como antes su predecesor ZP, no está dudando en explotar a las víctimas de la guerra civil o en utilizar la exhumación del cadáver de Franco para conseguir un dudoso rédito electoral. Tanto es así que coincidiendo con la convocatoria de las enésimas elecciones, en las que tendremos que elegir entre seguir votando a los de siempre o votar a los nuevos partidos del sistema que canalizan el cabreo cada vez mayor que cunde entre la población, los del Tribunal Supremo han resuelto avalar el traslado de los restos del Valle de los Caídos, dando así un espaldarazo a las pretensiones del okupa Sánchez.
Y al hilo del tema vamos a poner el foco en un par de "artistas necrófagos" que han tenido a bien aprovechar este morboso asunto de la disputada momia del caudillo en beneficio propio. Me refiero en primer lugar al flamante y oscarizado director de cine Alejandro Amenábar, quien sigue la senda de su casi clon Almodóvar de convertirse en el intelectual orgánico del PSOE. Su última película "Mientras dure la guerra", protagonizada por Karra Elejalde en el papel de Miguel de Unamuno, se viene preparando desde que el proxeneta de la Moncloa expresó sus pretensiones de desenterrar al muerto de Cuelgamuros, y se estrena ahora con grandes dosis de oportunismo, cuando el gobierno se dispone a ejecutar su golpe de efecto para captar el voto de izquierdas en las próximas elecciones. No he visto la película, ni pienso verla, pero por las declaraciones del director y los comentarios que circulan por ahí, se intuye que la versión ofrecida sobre los hechos en el 36 será totalmente sesgada y grata a la chusma que gobierna a este país desde hace cuarenta años.
Aunque a un nivel más modesto que el sobrevalorado cineasta de "Mar adentro", y con escasa repercusión más allá de los confines del Telón del Grelo, tenemos al performancero Enrique Tenreiro, un vivales que durante años ha buscado desesperadamente la forma de destacar en el mundillo del arte contemporáneo y de hacerse famosillo, y que cree por fin haberlo logrado profanando con pintura roja la lápida del Invicto durante una supuesta "intervención artística" en el Valle de los Caídos el 31 de octubre del año pasado. Ahora acaba de inaugurar en la Casa Museo de María Pita de La Coruña, junto con la alcaldesa sociata y con todos los honores, la exposición "Pola libertade", que registrará para la posteridad esa apoteósica y sublime acción. Con nuestros mejores deseos esperamos que el atracón de carroña que se van a dar sus señorías y el público que acuda a esa exposición se les indigeste y les produzca como mínimo un cáncer de colon.
Sí, amigo lector, yo también pienso lo mismo que tú. El hedor a putrefacción que despiden estas hediondas rapaces contamina más que el CO2...
Aunque a un nivel más modesto que el sobrevalorado cineasta de "Mar adentro", y con escasa repercusión más allá de los confines del Telón del Grelo, tenemos al performancero Enrique Tenreiro, un vivales que durante años ha buscado desesperadamente la forma de destacar en el mundillo del arte contemporáneo y de hacerse famosillo, y que cree por fin haberlo logrado profanando con pintura roja la lápida del Invicto durante una supuesta "intervención artística" en el Valle de los Caídos el 31 de octubre del año pasado. Ahora acaba de inaugurar en la Casa Museo de María Pita de La Coruña, junto con la alcaldesa sociata y con todos los honores, la exposición "Pola libertade", que registrará para la posteridad esa apoteósica y sublime acción. Con nuestros mejores deseos esperamos que el atracón de carroña que se van a dar sus señorías y el público que acuda a esa exposición se les indigeste y les produzca como mínimo un cáncer de colon.
Sí, amigo lector, yo también pienso lo mismo que tú. El hedor a putrefacción que despiden estas hediondas rapaces contamina más que el CO2...