viernes, 28 de junio de 2024

LOS CONSTRUCTORES


Publicada en 2022 como primer volumen de una serie con el título original de "Les Bâtisseurs" ("Los constructores"), "La resurrección de Notre Dame" narra la increíble historia de Viollet-le-Duc, el salvador no sólo de la catedral de Notre Dame, sino también de buena parte de los monumentos góticos de Francia. Esta novela gráfica es el resultado del trabajo conjunto de dos  autores españoles, el guionista Salva Rubio (Doctor en historia y Artes por la Universidad de Granada) y el dibujante Eduardo Ocaña (arquitecto y autor asimismo de "Los cuadernos de Darwin"). Se trata de un homenaje a la catedral  que tan solo tres años antes había sufrido un extraño y devastador incendio, no del todo aclarado, y que a punto estuvo de destruir uno de los monumentos franceses y europeos más emblemáticos.
 El tratamiento histórico de este cómic es excepcional, siguiendo el estilo riguroso del cómic francobelga que aborda esta clase de temas. Nos cuenta  cómo la catedral de Notre Dame sufrió ya algunos ataques por parte de los Hugonotes y diversas remodelaciones para adaptarse al gusto de y los caprichos de los monarcas. En el siglo XVI se eliminaron las gárgolas, que eran las que protegían los muros de la humedad, y Luis XIV encargó a Soufflot que modificara el altar y las vidrieras, y que destruyese el parteluz y buena parte del tímpano para que pudiera entrar allí bajo palio. Pero lo peor vendría con la Revolución Francesa, en el transcurso de la cual los ignorantes sans-culottes derribaron los reyes bíblicos de la galería, tomándolos por monarcas franceses. La Convención la consagró al culto del Ser Supremo y de la Diosa Razón, y más tarde llegó a servir como almacén de vinos.
Pasado un tiempo, su deterioro fue tal que muchos intelectuales del mundo de la cultura eran partidarios de su demolición, por razones estéticas (ya que los neoclasicistas consideraban al gótico como un "estilo bárbaro")  y por los jugosos contratos de reedificación que podrían recaer entre los miembros de la Academia. 
Pero no todos estaban de acuerdo. Primero Chateaubriand con sus "Memorias de ultratumba", había abierto el camino al Romanticismo y a la revalorización del Medievo, y sobre todo Víctor Hugo con su novela "Nuestra Señora de París" (1831), convertida en un best-seller de la época, caló como nadie en el imaginario colectivo y llamó la atención de los parisinos sobre la situación de este monumento. 
Sería durante el reinado de Luis-Felipe que Prosper Merimée, el libertino autor de Carmen y recién nombrado Inspector de Monumentos Históricos, daría con el hombre adecuado que salvaría esta joya medieval: Eugène Viollet-le-Duc.


Se trataba de un joven dibujante sin formación académica ni prejuicios neoclasicistas, que  había realizado largos tours a lo largo y ancho de Francia en compañía de su tío Etienne J. Delécluze, realizando bocetos de los principales edificios góticos, muchos de ellos en ruinas, componiendo mediante la observación directa una especie de vocabulario de los muros, decoraciones, diseños y soluciones técnicas. En su viaje de bodas visitó Italia con su mujer y comprobó con tristeza el estado de abandono y de expolio al que se había sometido a los edificios antiguos, y eso le empujó a intentar rescatar por todos los medios "el viejo estilo francés", frente al empeño de los "vándalos" de la Academia que pedían la piqueta para sustituirlos por pastiches sin alma de los templos grecolatinos.
Merimée decidió ponerlo a prueba, encargándole la restauración de la Madeleine de Vézelay, en riesgo de derrumbamiento, y habiendo superado con éxito la prueba lo embarcó en la aventura de Notre Dame, un proyecto para el que hubo de superar no pocas resistencias de la Academia de Bellas Artes, problemas técnicos y de presupuesto, los devaneos de la política y una difícil conciliación con su vida familiar, a lo largo de más de dos décadas, desde 1845 hasta 1864 en que finalizaron las obras durante el reinado de Napoleón III. Viollet-le-Duc se puso al frente de un equipo, en colaboración con otros maestros menos conocidos por el gran público, como el arquitecto Baptiste-Antoine Lassus (restaurador de la Santa Capilla) y el escultor Geoffroy-Dechaume (autor de las famosas quimeras). Hubo que reconstruir la catedral casi por entero, literalmente piedra por piedra, restaurando el altar mayor, todas las capillas interiores, la  Galería de los Reyes de la fachada principal, reponer las gárgolas, las vidrieras, los rosetones y la aguja, etc. Este trabajo titánico lo tuvo que compatibilizar con otras muchísimas intervenciones en otros edificios medievales franceses durante aquellos años, que demuestran el despliegue de una actividad pasmosa: Carcassone, Pierrefonds, Semur, Toulouse, Arles, Avignonj, Lyon, etc. 
Años después se le ha criticado por su empeño en recuperar el diseño original del edificio en base a un "gótico ideal", cuya existencia auténtica hoy se pone en entredicho. En este cómic se le defiende de estas críticas, que no son otra cosa que un empeño de corregir el pasado desde la óptica del presente, la actitud dominante y considerada "correcta" en la actualidad.
Modestamente, y como autor de "Muerte y apoteosis en Notre Dame", doy fe de lo difícil que resulta dibujar de un modo convincente un monumento como este, con esa profusión de detalles y conocimiento de la arquitectura que demuestra Eduardo Ocaña. Pero no sólo por su aspecto visual resulta ésta una obra muy recomendable, ya que su lectura nos da a conocer aspectos insólitos y muy poco conocidos de aquella asombrosa primera restauración.

"Non amplius dubito" Viollet-le-Duc como Santo Tomás






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