jueves, 17 de julio de 2025

 HAY MAURICIOS EN LA COSTA, EN EL INTERIOR Y HASTA EN EL WC DE TU CASA


De esta guisa defendían los monjes del Císter en el siglo XVII nuestras costas de las razias de los jovenlandeses de la época, a los que se conocía de aquella época por el nombre artístico de "piratas berberiscos".  Se trataba de los monjes artilleros del Real e Imperial Monasterio de Santa María de Oya, sito no muy lejos de La Guardia, en la provincia de Pontevedra. En aquel entonces hasta la Iglesia tenía muy claro que había que defenderse, a ser posible a cañonazo limpio, de las acometidas de la Media Luna, si no se quería acabar siendo pasto de las llamas, de los saqueos, las violaciones en masa o del lucrativo negocio de la trata de esclavos, como sucedió, sin ir más lejos, en la vecina villa de Cangas del Morrazo. 
Porque envalentonados por las arengas del Gran Sultán otomano Ahmed I aquellos perros circuncisos de Alá se atrevían hasta a surcar las aguas del Atlántico y a arrasar cuanta población marinera encontraban a su paso. Ahora la Iglesia sinodial (tanto la del extinto Bergoglio I como la del Abate Prevost) sólo sabe elaborar encíclicas en papel higiénico, con llamamientos happy flower a las "fronteras abiertas" y al compromiso con los "refugiados", en consonancia con el pensamiento filomasónico de la ONU.
Ahora que a otro sultán, de más al sur y más cercano a nosotros, le gusta también arengar lo suyo y promover la guerra híbrida y la conflictividad social en nuestro país, tal vez sería hora de desempolvar esas viejas ánimas e imitar a aquellos monjes soldados de Oya, que otrora apuntaban con sus cañones (a Dios rogando y con el mazo dando) hacia todo lo que llegaba por el mar con intenciones hostiles... Y no pienso en las pobres pateras, precisamente, sino en esos barcos de apoyo de las oenegés que se aprovechan de la carne humana barata, en los yates de los emires ricachones que financian las mezquitas salafistas o en las narcolanchas de la Mocro Maffia que operan en el Estrecho. Odiar a alguien porque sea de otra raza es absurdo, salvo que se demuestre que es una mala bestia dañina. Pero sentir aversión y una rabia visceral por los hijos de mil perras que promueven la esclavitud y otras formas de delincuencia, me parece lo más normal del mundo.
Tampoco estaría nada mal apuntar hacia tierra adentro, donde están los mayores responsables y los que han traído los problemas de convivencia a nuestros barrios: los políticos de las agendas turbocapitalistas de toda laya, verdaderos verdugos de nuestro pueblo, los agentes de seguridad y los medios de comunicación que los sirven como fieles lacayos, los empresarios que se aprovechan de la mano de obra semiesclava, los bancos que financian a todos ellos y hasta a la sede de la Conferencia Episcopal si hiciera falta, cómplices necesarios de este contubernio. 
Se trata de un sueño, claro está. No sé si en estos tiempos se podrá legislar también contra los sueños, como se legisla contra los sentimientos de la gente, pero si es así tendrán que practicarnos la lobotomía para impedir que sigamos soñando.
Como decían los monjes guerreros cuando lanzaban sus descargas, "esto va en nombre de la Virgen María de Oya y de Nuestra Señora del Carmen".


Patio de armas del monasterio, con las troneras y la picota en primer término


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