jueves, 18 de julio de 2024

HIBAKUSHAS Y OTROS SUPERVIVIENTES EN LOS MANGAS Y ANIMES JAPONESES

Detalle de una página de "Panorama Infernal" de Hideshi Hino

Hibakusha o "persona bombardeada" es el término peyorativo con el que se conocía en el Japón a los supervivientes de los ataques atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Después del trauma de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad japonesa optó oficialmente por hacer borrón y cuenta nueva, olvidarse del pasado y despreocuparse de aquellos que habían sufrido más directamente los efectos de la radiación atómica. Se evitaba cualquier alusión literal al tema, en la literatura o en el cine, pues era un tabú que se mantuvo vigente durante el periodo en que las tropas yanquis estuvieron presentes en el archipiélago, y más tarde seguía resultando incómodo. Pero eran muchos los que no podían borrar de sus mentes el recuerdo de los horrores sufridos y de la humillación de haber sido ocupados por el enemigo norteamericano.
Pasada la censura de posguerra, en los años 50, el cine nipón se atrevió a abordar aquella hecatombe en dos películas, "Los niños de Hiroshima" (1952) de Shindo Kaneto e "Hiroshima" (1953) de Hideo Sekigawa. La primera era una aproximación sentimental a la tragedia de los niños hibakusha, y al ostracismo al que se les condenó por el pánico a la radiación, mientras que la segunda es más gráfica en su descripción de las secuelas del bombardeo y tiene más carga crítica. Hubo de esperar a1991, año en el que el genial cineasta nipón Akira Kurosawa volvió a dirigir, después de un largo impasse, y lo hizo para narrar una historia relacionada con el holocausto de Hiroshima, "Rapsodia en agosto". El tema del pánico nuclear ya lo había tratado en "Crónica de un ser vivo" (1955) pero de un modo menos directo. Aquí se contaba la historia de tres generaciones de una familia japonesa descendiente de una abuela hibakusha, reflejando sus puntos de vista sobre el infame holocausto atómico y sus consecuencias. El film recibió muy severas críticas en el extranjero cuando se estrenó, por no denunciar también el comportamiento de las tropas japonesas en la contienda (como si eso justificara el hecho de arrojar dos bombas atómicas sobre la población civil) y Kurosawa tuvo que defenderse afirmando que no era una película política ni de buenos y malos, sino que se trataba sencillamente de un drama humano.
Fotograma de "La Tumba de las Luciérnagas"


Algunos años antes ya se habían realizado algunos animes que abordaban el espinoso asunto de los bombardeos norteamericanos. Destaca la película "La tumba de las luciérnagas" (1988) del realizador Isao Takahata, el mismo director de las exitosas series de Heidi y Marco, un largometraje de dibujos animados de carácter adulto y realista, que aunque no alude directamente al genocidio de Hiroshima y Nagasaki, sí muestra las consecuencias de los atroces bombardeos a los que en general estuvo sometida la población japonesa  por parte de los norteamericanos, siendo atacadas 64 de sus ciudades más importantes en los últimos meses de la guerra. Se basa en la novela homónima, publicada en 1967, y en gran medida autobiográfica de Akiyuki Nosaka, quien a los quince años asistió al ataque de Kamakura. Los protagonistas son dos niños de corta edad, Seita y su hermana Setsuko, hijos de un oficial de la Armada Imperial japonesa, que durante el  ataque a la ciudad de Kobe pierden a su madre adoptiva. La historia comienza en la estación de Sannomiya, al término de la Segunda Guerra Mundial, mientras Seita se muere de inanición ante la indiferencia de los transeúntes. Su espíritu se encuentra con el de su hermana, que  falleció también de desnutrición unos días antes, y recuerdan juntos lo que les ha sucedido a partir del  bombardeo, teniendo que vagar desorientados en un entorno hostil. 
El anime fue bien recibido por la crítica, que la consideró una película "antibelicista", a pesar de que Takahata (simpatizante del  comunismo) no la consideraba como tal. Aún así, en Occidente tardó un lustro en llegar a las salas de cine, y fue la única película del estudio Ghibli que no fue distribuida por la Disney. Más tarde se realizaron dos adaptaciones más de esta historia en imagen real.

Fotograma de "Hadashi no Gen" (1983)

Con más crudeza si cabe aborda el asunto la serie de manga de Keiji Nakazawa Hadashi no Gen (Pies Descalzos), que se empezó a publicar en 1973. Este dibujante fue un auténtico hibakusha, nacido en Hiroshima en 1939,  que vivió en carne propia  la explosión nuclear del 45, perdiendo a toda su familia excepto a su madre en aquella carnicería. No será el único mangaka, como veremos, que reflejará sus experiencias relacionadas con las bombas atómicas sobre el papel. La serie de diez volúmenes es muy autobiográfica y gira entorno a Gen Nakaoaka, un niño de seis años estudiante de primaria, cuyo padre rehusó alistarse para intentar llevar una vida normal durante guerra, sacando adelante a su familia. El fatídico 6 de agosto un B-29 norteamericano sobrevuela su ciudad dejando un "regalito", el llamado Little Boy. El niño ve morir bajo los escombros de su casa a su padre y a dos de sus hermanos, mientras que su madre da a luz a un hermanito, bajo los efectos de la nube radioactiva. A partir de entonces comienza un deambular de pesadilla por un paisaje devastado, en el que los pocos supervivientes transitan como verdaderos zombis, descompuestos o con horribles deformaciones, y en el que el protagonista debe enfrentarse continuamente a la desesperación y al desprecio de sus semejantes.
En 1983 se adaptó el manga al formato anime, dirigiendo Mori Masaki dos películas que se han convertido en objetos de culto, especialmente la primera, en la que se plasma con gran verosimilitud y espanto el bombardeo de Hiroshima. El desarrollo posterior puede que sea un poco surrealista, pero es bastante efectivo para crear esa atmósfera de horror y desconcierto en la que está sumido el personaje de Gen. No obstante, tanto esta historia como la anterior encierran un mensaje de resentimiento hacia los líderes militares y civiles japoneses, a los que se responsabiliza de haber conducido al país a la guerra, y no se critica tanto a los verdaderos causantes del genocidio: los norteamericanos.

Viñeta de "La ciudad del atardecer" de Fumiyo Kuono


Más reciente es el manga "La ciudad del atardecer. El país de los cerezos" (2007) de la dibujante Fumiyo Kuono, nacida en Hiroshima en 1968. La autora, tras una investigación exhaustiva, nos cuenta a través de la protagonista femenina y de una forma emotiva que genera empatía en el lector, las secuelas físicas y emocionales del bombardeo diez años después de que sucediera, y la lucha por la supervivencia y la reconstrucción de aquella comunidad.
Desde los años 50 en adelante, el impacto del terror nuclear se dejó sentir de manera indirecta en las realizaciones de manga y anime japoneses. Al principio, mientras predominaba el tierno estilo kawaii, muy tímidamente, con personajes como Astroboy (llamado primero Atom el Poderoso) de Osamu Tezuka, el Walt Disney nipón. También en los mangas shojo, destinados al público femenino, en el que se cuentan romances entre jóvenes víctimas de los bombardeos, pero sin ninguna referencia al contexto histórico de la guerra. En general, se enfatizaba en estas historias la fragilidad de los niños o de las mujeres víctimas de aquella contienda, como un reflejo de las Genbaku Otome, las "doncellas de la bomba atómica", símbolos vivientes de aquella devastación.
No será hasta la década de los ochenta que los temas postapocalípticos, los monstruos mutantes y la ciencia y la tecnología percibidas como una amenaza irrumpan con fuerza en el imaginario japonés, apareciendo en multitud de mangas, animes y videojuegos. Estas producciones están destinadas a un público joven que no sufrió las consecuencias de los ataques atómicos y que sabe poco o nada de lo que sucedió entonces. Por lo general, ofrecen un mensaje antimilitarista, antinuclear y antiautoritario, y evitan mencionar la bomba atómica sino es mediante eufemismos, presentando la energía nuclear como una fuerza alienígena o un poder futurista incontrolable. Es común la referencia a los campos de energía como un arma poderosa (así sucede en Dragon Ball Z), a la reanimación y mutación de los seres humanos producidas por la tecnociencia, o a esta última como algo sobrenatural y aterrador, como vemos en Akira, Neon Genesis Evangelion, etc.

Viñeta de "Paraíso" (2023) de Suehiro Maruo


En Akira (1982) de Katsuhiro Otomo, se nos narra la destrucción de Neo-Tokyo a cargo de Tetsuo, una cobaya humana que se ha salido de control, y que como un ser posnuclear es capaz de cambiar su forma humana original. Este recuerdo de los efectos físicos, como las mutaciones, y psicológicos de la bomba atómica perdura en gran parte de las producciones de "body horror" y de las historias de catástrofes, tan frecuentes en la cinematografía japonesa. Esto indica que, de un modo latente, Japón aún se enfrenta a día de hoy a las secuelas de su legado nuclear.
Si hablamos de mangakas particularmente afectados por el holocausto atómico no podemos olvidarnos de Suehiro Maruo, maestro del manga de terror y del Ero-guro, quien nació en el Nagasaki post-atómico, sólo once años después de que los yanquis les obsequiaran con Fat Boy. En su infancia conoció la más espantosa  miseria y frecuentó la delincuencia juvenil. Gran parte de su personalidad neurótica y retorcida se explica en base a esas experiencias, y en algunas de sus historias como "La sonrisa del vampiro" (en la que aparece una mujer  hibakusha trastornada por la pérdida de su hijo y que se ha transmutado en una horrible bruja) o "Paraíso", se refiere directamente al holocausto de su ciudad natal, Nagasaki.

Portada de "Panorama Infernal"

Otro autor que además de cultivar el manga de terror ha sido guionista y director cinematográfico es Hideshi Hino, que él mismo afirma haber sido concebido por su madre durante el despertar del "Rey Demonio" (el hongo de Hiroshima). Sus familiares trabajaban como inmigrantes en Manchuria cuando él nació en 1946, justo cuando Japón se había rendido ya al final de la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron que desplazarse de nuevo hacia su país, presionados por las represalias de los chinos y los ataques de la aviación soviética, durante uno de los cuales su madre fue herida mientras aún estaba embarazada de él, salvando ambos la vida de puro milagro. Además de en estas experiencias traumáticas de su infancia, sus mangas se basan en la peculiar historia de su propia familia; su abuelo era un yakuza, su padre cuidaba cerdos y tenía una gran araña tatuada en su espalda, y su hermano pequeño, también  metido en el mundo del hampa, acabó convertido en un vegetal tras haber sufrido una brecha en el cráneo durante una disputa de borrachos. Todo esto se refleja en el manga "Panorama Infernal", delirante y espantoso testimonio de cómo la tragedia atómica marcó a toda una generación de japoneses. Otro manga bastante conocido del autor es "El niño gusano", una especie de metamorfosis kafkiana a la japonesa, que tal vez se trate de una alusión a las mutaciones producidas en algunos hibakusha por efecto de la radioactividad. Otra faceta de Hideshi Hino es la de director de películas de horror, como la serie conocida como "Guinea Pig", basada en sus propios mangas terroríficos.

Página de "Panorama Infernal"

Es curioso que a los españoles se nos exija ahora que nos autoflagelemos y entonemos el mea culpa por haber descubierto y conquistado el continente americano hace cinco siglos. Desde este blog no nos cansaremos de recordar que los norteamericanos no se han disculpado ni siquiera un poquito ante el pueblo japonés por el horror que desataron hace casi ochenta años, y que siguen justificando el uso que hicieron entonces, y quién sabe si harán el día de mañana (echemos un vistazo a la OTAN en Ucrania) del armamento atómico...


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