jueves, 1 de octubre de 2020

 DEL "MADRIZ" DE 2020 AL MADRID DE 1936


Se avecinan tiempos tenebrosos para la Villa y Corte y para el Reino de las Españas, en general. La amenaza de un  nuevo estado de alarma se cierne sobre una ciudad sitiada por la UME, y la psicosis y el miedo campan a sus anchas ante la perspectiva de otro confinamiento, quizás más duro que el anterior, y de una quiebra económica que parece programada. Hace ochenta y cuatro años otros miedos mucho más reales que los de un virus ignoto, el de las bombas cayendo sobre las casas desde el cielo  y el de unos psicópatas con licencia para torturar y asesinar a placer, aterrorizaban a los ciudadanos de  Madrid. Y eso es lo que nos enseñan con maestría los autores del libro recientemente publicado "Estampas 1936", del guionista Felipe Hernández Cava y el dibujante Miguel Navia.  Treinta y seis ilustraciones acompañadas de textos que constituyen un sobrecogedor y fidedigno retrato de aquellos años, que han sido tantas veces falsificados por la propaganda, al servicio de los intereses políticos de uno u otro signo.
Contra lo que pudiera parecer en un primer momento, no se trata de una más de las muchas publicaciones, libros, películas etc. que desde hace quince años se han subido al carro del oportunismo para resucitar los fantasmas de la Guerra Civil y del revanchismo, siguiendo los designios de ZP. Si durante la Transición se apeló a la Amnesia Histórica para intentar ocultar el siniestro pasado del PSOE, el de Largo Caballero, Indalecio Prieto y el Doctor Negrín, ya que este partido habría de servir fielmente en nuestro país a los intereses de la socialdemocracia alemana, la alta finanza y la OTAN, con ZetaParo y sus acólitos hemos asistido a un giro en favor del oxímoron de la Memoria Histórica, ya que este les  parecía dar mejores réditos electorales.
Los autores de  estas "Estampas 1936", ahora recopiladas en formato libro, empezaron a publicarlas en el suplemento de El País Semanal, y al principio plantearon su proyecto como una especie de fresco compuesto por una serie de historias que transcurrían durante los primeros meses de la guerra en varios lugares de España (El Estrecho, Cataluña, Extremadura, Madrid). Más tarde continuaron su publicación en la sección "Otros Tiempos" del magazine "M21", una revista editada y subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid y a cargo de Enrique Flores. Y a partir de entonces las estampas tienen como principal escenario la ciudad del "No pasarán" y que iba a ser la "tumba del fascismo". "M21" viene a ser la continuadora de la revista "Madriz", también subvencionada por el ayuntamiento y que dirigió en los ochenta el propio Hernández Cava, un referente  para el cómic y la ilustración en los años de la Movida madrileña (los Ceesepe, el Hortelano y compañía). Su continuadora no parece haber cambiado mucho de estilo al cabo de cuarenta años, aunque sí se la ve más en conformidad, como mandan  los cánones actuales, con el  feminismo, la ideología  LGBT, el multiculturalismo, etc. 




Con estos antecedentes, no parecía muy prometedora la cosa y a simple vista pudiera parecer el libro como un producto más del merchandising de la Memoria Histórica. Y sin embargo,  parece que sus autores se las compusieron muy bien para colársela  a Manuela Carmena, porque no se cortaron un pelo a la hora denunciar no sólo las atrocidades cometidas por el bando nacional, lo que sería previsible, sino que también  han ido sacando a la luz las salvajadas de los simpatizantes del Frente Popular, algo insólito hasta ahora porque casi siempre han aparecido estos últimos como unos heroicos resistentes y unos idealistas e inmaculados seres de luz, sobre todo en las producciones subvencionadas por las instituciones públicas de nuestro país.

Así vemos desfilar individuos a los que se entrega un arma en teoría para defender a la República en el frente, pero que están dispuestos a emplearlas contra sus vecinos a los que odian a muerte; milicianos que se pasean por las calles con una cabeza cortada y clavada en una bayoneta; niños que juegan entre los escombros de una iglesia incendiada, arrancándoles mechones del cabello a las momias de las religiosas enterradas allí; un gobierno cobarde que huye a Valencia dejando a los madrileños a la merced de sus enemigos; domicilios asaltados e inquilinos secuestrados por las "brigadas del amanecer"; pilotos de la Legión Cóndor que recibieron instrucción en Wivupal (la URSS) para ahora combatir a los  rojos y atacar a al población civil; autobuses de la Sociedad Madrileña de Tranvías empleados en las sacas de prisioneros con destino a Paracuellos y que están impregnados por el olor del miedo; moros de los regulares que cuentan su botín de dientes de oro arrancados a los muertos y a veces también a los vivos; periodistas extranjeros a la caza de la foto sensacionalista que sirva de portada al "Regads" y que les importa un pimiento el sufrimiento de la gente; el anciano señorito que escucha en la oscuridad de su cuarto las diatribas legionarias de Queipo de Llano en Radio Sevilla; los espectadores de una película soviética que arrastran el cuerpo sanguinolento de otro que aplaudió cuando no debía; la prostituta que ofrece su cuerpo como recompensa a los valientes que luchan en el frente y que luego es despreciada como portadora de enfermedades venéreas; el agente del Kremlin que regresa a Moscú después de haber cumplido con su "trabajo", etc, etc.  Quizás se eche de menos alguna referencia más a las tristemente famosas chekas, cárceles de todos los partidos políticos y sindicatos en zona roja donde se torturaba a destajo a los enemigos, entendiendo como tales a los llamados "fascistas" y además, en muchas ocasiones, a los militantes de otros partidos y sindicatos rivales, aunque apoyaran también al Frente Popular.



Todos estos episodios y algunos más, incluso los más escabrosos, están representados con gran realismo pero al mismo tiempo con suma elegancia y sentido de la estética. Aún así, es seguro que ofenderán a más de un fanático que haya convertido ese período histórico en su particular fetiche.
El guionista, más allá de que en ocasiones pueda mostrar en sus declaraciones una cierta dosis de mal disimulada  nostalgia hacia los dorados tiempos del felipismo y del profesor Tierno Galván , lo que le lleva a un  rechazo hacia la actual deriva del socialismo pedrosanchista,  parece estar muy bien documentado y haberse basado para sus ficciones en testimonios de primera mano de la guerra civil, en  anécdotas leídas y escuchadas, además de sentir  una profunda adhesión hacia esa Tercera España casi siempre olvidada, aquella de los que sufrieron la violencia de las otras dos y no se alinearon con ninguna de ellas. Sus escritos están realzados por las soberbias ilustraciones, que a menudo traen a la memoria los fotogramas del mejor cine negro ("El tercer hombre") de Miguel Navia, un experto dibujante de arquitecturas  como ya lo demostró en sus álbumes anteriores "Gran Vía " o "Chueca", dedicado este último al barrio de su infancia ahora reconvertido en meca del gay pride. La obra del dibujante español Navia puede compararse ventajosamente con la de su colega belga François Schuiten, el creador del ciclo de "Las ciudades oscuras". Su documentación sobre la época es muy rigurosa y su talento es capaz de captar muy bien los ambientes sombríos y transmitir con toda intensidad el dramatismo de las escenas evocadas por el guionista. 

Este trabajo tiene un especial valor e interés porque procede de autores muy próximos a lo que llamaríamos "intelectualidad progre", aunque afortunadamente en este caso hayan procurado ser lo más honestos y objetivos posible y no se han dejado llevar por ese sectarismo que hoy parece predominar tanto entre los que se reclaman "de izquierdas" en nuestro país. 


Cheka de las Cuarenta Fanegas


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