lunes, 23 de marzo de 2020

EL AÑO BEETHOVEN



Este año se celebra el 250 aniversario del nacimiento del "old Ludwig van", efemérides que está pasando bastante inadvertida entre tantos sobresaltos y hecatombes. Tampoco ayudan mucho los gustos musicales que imperan ahora, en la era de las Beyoncés y del reggaeton; hablar del genio de Bonn a un determinado público sería como echar de comer margaritas a los puercos...

Además está el maldito Covid-19, que lo ha  eclipsado todo, la pandemia del Juicio Final, la Pestilencia del siglo XXI, algo que no se conocía en Europa desde las plagas de la Edad Media, y que se extiende como un reguero de pólvora por todos las naciones y los pueblos. Y más en países como el nuestro, con un gobierno de irresponsables que estuvieron en la berza varias semanas para que la alarma sanitaria no les estropeara sus multitudinarias manifestaciones del Chocho-M, la apoteosis feminista tan anhelada (y disputada) por la ministra de Igualdad, la señora marquesa de Galapagar, y por Carmen Calvo. Ahora nos toca sufrir los efectos de esta arma biológica, cuya génesis seguramente haya que buscar en la guerra comercial librada entre China y los USA, y que algunos gobiernos inútiles como el de aquí pretenden aprovechar ahora en su beneficio, para tenderles una encerrona a la población,  decretando su arresto domiciliario  y el toque de queda. Y si de paso, el virus se lleva por delante a los ancianos de las residencias o a los que se les haya aplicado el "triaje" en los hospitales colapsados, mejor que mejor, que es dinerito que se ahorra la seguridad social. Los ciudadanos que pierdan a un ser querido de edad avanzada en estos días  aciagos, ya sabrán a quienes tienen que dar las gracias.
De sufrimiento sabía mucho Beethoven, que sufrió palizas desde niño a manos de un padre alcohólico, y cuya vida no fue precisamente un camino de rosas. Su música fue considerada como un canto a la fraternidad del género humano, sobre todo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y como una invocación al desarme y al pacifismo,  a pesar del tono vehemente, apasionado, e iba a decir "violento", de muchas de sus composiciones. Como, sin ir más lejos, la "terrible Novena Sinfonía" (1)  y la no menos terrible Séptima, cuyo segundo movimiento (el allegretto, que a pesar de su nombre tiene muy poco de alegre) reproducimos aquí como homenaje al gran músico alemán, que supo representar como nadie el dolor y la desesperación humanas.
Como curiosidad, indicar que esta sinfonía se estrenó en Viena en 1813, dirigiendo el propio Beethoven la orquesta, para un público de soldados heridos en la batalla de Hanau durante la retirada de las tropas napoleónicas. Concluye con un frenético finale, allegro con brío, que contrasta con este segundo movimiento algo fúnebre en su comienzo, y que suele interpretarse como la danza desenfrenada del dios Baco. Como el júbilo que arrebatará, sin duda, a muchos de los que sobrevivan, bailando posiblemente sobre los cadáveres infectos de las miembras y los miembros, cuando por fin la sombra del negro pájaro de la muerte haya pasado de largo, si es que pasa.



(1) El adjetivo lo utiliza con mucho acierto Alex en  "The Clockwork Orange"de Stanley Kubrick. La banda sonora de esta película utiliza  temas de música clásica de varios compositores, entre ellos la Novena Sinfonía de Beethoven, empleando a veces una distorsión cómica a base de sintetizadores (una profanación perpetrada por el músico transexualizado Wendy Carlos) que encajan con el tono sarcástico de la historia. No pocas profanaciones más ha tenido que sufrir la pobre Novena , entre otras la "Canción de la Alegría" de Miguel Ríos o que la hayan convertido en himno del nido de buitres ese de la Unión Eurpea...

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