domingo, 21 de septiembre de 2025

 LOS NIÑOS FERALES

Detalle de viñeta de "Tarzán de los monos" de Burne Hogarth

La existencia de casos reales de cachorros humanos que, al ser abandonados a su suerte por sus progenitores, han sido cuidados y amamantados por las hembras de otras especies de mamíferos, está documentada desde por lo menos el siglo V antes de Cristo. Hay leyendas y mitos fundacionales como los de Enkidu en la Epopeya de Gilgamesh, en la antigua Babilonia o el de Rómulo y Remo, que se refiere a la fundación de Roma, protagonizados por los llamados "niños ferales". El propio Zeus fue criado en su infancia por la cabra Amaltea en la isla de Creta y la niña Atalanta fue abandonada en el bosque por su padre y una osa se ocupó de ella.
Uno de los primeros hallazgos de un auténtico niño salvaje se produjo en Alemania hacia 1344, cuando en Hesse apareció un crío de siete años que vivió durante cuatro en un hoyo con una manada de lobos. Al llegar el siglo XVIII, en la época en la que Rousseau elaboró su teoría del "buen salvaje" se conocían al menos catorce casos de niños que habían crecido en compañía de lobos u osos, la mayoría en Europa, aunque también está documentado el caso de una joven esquimal de no más de diez años en 1700. También en Alemania apareció con trece años en 1724 Peter de Hannover, abandonado por su padre en un bosque. Vivió hasta los 68 años en sociedad, pero nunca aprendió a hablar.
En Francia destacaron dos casos muy famosos, el de la niña Marie-Angélique Memmie Le Blanc en 1731 y el de Víctor de Aveyron, hallado en Languedoc en 1799. Este último tenía unos doce años y fue atendido por el médico Jean Marc Gaspard Itard, quien lo tuvo en su casa durante cinco años para intentar que aprendiera a hablar como un ser humano y a socializarse. No consiguió ninguna de las dos cosas, únicamente que leyera y escribiera frases simples, comprobándose de este modo que era imposible a esa edad revertir el proceso de salvajismo de la criatura. El pobre acabó sus días en un manicomio de París. El caso fue llevado al cine por Truffaut en la película "El pequeño salvaje" (1970).
Otro lugar donde se documentaron muchos encuentros de niños ferales fue la India, como el de las niñas-lobo Kamala y Amala ocurrido en Midnapur (Calcuta) en los años veinte del pasado siglo, el de Ramu en los años 50 o el de Shamdeo ya en 1972. 
En la época de Franco, en España, un muchacho llamado Marcos Rodríguez Pantoja, que fue abandonado por su familia, vivió en completo aislamiento durante doce años, conviviendo hasta los diecinueve  con una manada de lobos, en un recóndito lugar de la Sierra Morena. En 1965 fue encontrado por la Guardia Civil y  pudo después adaptarse a vivir en sociedad. Su historia fue llevada al cine por Gerardo Olivares en "Entre lobos" (2010).



Viñeta de "El libro de las selvas vírgenes" de José Luis Salinas

La mayoría de estos sucesos reales de niños criados en la naturaleza parece que no le dan demasiado la razón a las teorías russonianas sobre el buen salvaje, un arquetipo idealizado en grado sumo: si bien desarrollaron en gran medida los sentidos del oído y el olfato (y en algunos casos eran capaces de ver en la oscuridad) y eran insensibles a las inclemencias del tiempo como el frío, andaban con mucha dificultad o a cuatro patas, eran mudos y no se mostraban para nada sociables, estando dominados por frecuentes ataques de ira.
En la literatura son célebres los personajes de Mowgli, creado por Rudyard Kipling en "El libro de las tierras vírgenes" (1894) y Tarzán, aparecido en la novela homónima de  Edgar Rice Burroughs en 1912. En el primer caso se trata de un niño que en la India es adoptado por una pareja de lobos, Ramma y Raksha, y que será instruido en las leyes de la selva por el oso Baloo y la pantera Bagheera. En el caso de Tarzán, se trata de John Clayton de la casa Greystoke, de la aristocracia británica, recogido tras la desgraciada muerte de sus padres por la mona Kala, una hembra perteneciente a la especie de los grandes simios, que viven en un remoto rincón de la jungla africana.
Es evidente que los autores no quisieron contarnos la historia real de unos niños ferales, pues en lugar de unos héroes valientes y poderosos, nos hubieran presentado probablemente a unos tarados muy poco atractivos para el gran público.
Ambas figuras literarias y sus imitaciones han sido llevadas innumerables veces al cine y al cómic, con mayor o menor fortuna, destacando en este último medio las creaciones de José Luis Salinas y de Burne Hogarth.

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