lunes, 24 de febrero de 2020


Se canceló la MWC de Barcelona con la excusa del coronavirus, aunque los motivos reales hayan sido más bien la desconfianza creciente que inspira en todo el mundo la desastrosa ciutat comtal, y el proceso acelerado de bananización bolivariana de la política española. Por desgracia, no parece que vaya a suceder lo mismo con la feria de Arco y, lejos de suspenderse, los satánicos del arte contemporáneo tienen asegurada su cita en el IFEMA, para el aquelarre que vienen organizando allí todos los años.
Siendo este uno de los países más corruptos que cabe imaginar, donde toda la clase política y buena parte de la empresarial ha estado y sigue estando pringada en cantidad de negocios turbios, entre los cuales el del narcotráfico ocupa un lugar destacado, no podía  dejar de celebrarse un año más una cosa tan deplorable como lo es Arco. El arte contemporáneo tiene mucho que ver con esa clase de tráficos a los que nos estamos refiriendo, "artistas" y críticos son grandes consumidores habituales  de estupefacientes, sino ¿cómo se explican las mamarrachadas que hacen los unos y las paridas que escriben los otros?


Y por otra parte, no hace falta recordar la íntima relación que subyace entre el negocio especulativo del arte en general ( y del artecontemporáneo en particular) y el blanqueo del dinero sucio procedente del narco. Aquí ya hemos hablado del tema largo y tendido en alguna ocasión y a las entradas antiguas me remito: http://morenoruizignacio.blogspot.com/2015/12/a-los-buitres-del-sagrado-templo-del.html
Y los que marcan la política cultural y la otra no paran de dar ejemplo. Qué más da que sirvan al cártel de Cali, al de Sinaloa o al de Caracas. Tanto Núñez Feijoo, como Joker-ZP, Cocomocho o Pablo Iglesias-Manson (sin olvidarnos del fantoche de Pedro Sánchez, al que tienen agarrado los indepes y los podemonguers por las criadillas) todos estos y muchos más están vinculados con tramas oscuras de narcotráfico a través de relaciones peligrosas con los Marcial Dorado, Elba Terán, Gonzalo Boye, los Soles, Hugo Carbajal, etc., etc.



Estos que dicen gobernarnos ahora, unos manginas incapaces de mandar ni en sus propios casoplones, permiten que un bocazas imitador del dictador Tapioca (si vas de villano, al menos ten algo de estilo, so casposo) como Maduro les marque la agenda, a cambio de maletas cargadas de oro amarillo u oro blanco, vaya usted a saber. Bonita regeneración de la política nacional nos espera con esta panda de mentecatos a sueldo de las narcodictaduras. El pútrido mercado del arte contemporáneo sabe muy bien que en España sigue habiendo una excelente clientela (tanto privada como vinculada a las diversas administraciones públicas) dispuesta a adquirir sus productos para blanquear sus ganancias ilícitas... Así que con progre-rojos o sin ellos, que continúe la fiesta.


miércoles, 19 de febrero de 2020

lunes, 17 de febrero de 2020

LOS BÁRBAROS CONTRA EL ARTE CONTEMPORÁNEO


La alarma ha cundido en los medios estos últimos días, y no me estoy refiriendo al coronavirus made in PRC. El arte contemporáneo, esa exquisita flor que ha necesitado 5.000 años, nada menos, de civilización para eclosionar y repartir al fin sus dichas y sus dones sobre la menesterosa humanidad ¡¡¡ ha sido vilmente atacado por una criatura salvaje, sin escrúpulos, ni entrañas ni sensibilidad!!!
Si ya antes Avelina Lésper era señalada como la bestia negra por los pontífices del ready made y la performance, del grafiti y de la burbuja artística, ahora la tildan de "payasa", "enemiga de la cultura" y no se sabe cuántas cosas más. Sólo falta que la etiqueten de nazifascista, a ella que siempre ha presumido de sus vínculos con la izquierda y hasta con Podemos.
Pero vayamos por partes, ¿qué ha hecho la célebre crítica de arte para haber atraído así las iras del populacho y ser expuesta en la picota? La cosa sucedió durante la última edición de ZONAMACO, la feria más importante de arte contemporáneo que se celebra en Ciudad de México, un equivalente a lo que es aquí ARCO. Allí se exponía, entre otras inmundicias, una obra consistente en un vidrio que sostenía una serie de objetos atravesados (dos pelotas, una piedra y una pluma) y que la galería valoraba en una cifra entorno a los 20.000 $.
Parece ser que a Avelina, que ese día pasaba por allí, se le ocurrió la peregrina idea de colocar la lata vacía de un refresco sobre todo aquel tinglado, sin otra intención que hacer una demostración sobre la banalidad de los objetos expuestos, y sin ánimo de ocasionar daño alguno a la instalación. Sin embargo, resultó que el cristal no fue capaz de soportar tanta tensión, y como consecuencia estalló en mil añicos. Toda una metáfora de la inconsistencia del arte contemporáneo, que tan caro se vende, y de la endeblez de muchas de las cosas que se exponen en estas ferias, que se desintegran con sólo estornudar cerca de ellas.
No han tardado algunos en presentar el suceso como una "catástrofe irreparable", cuando estamos cansados de ver como esta clase de piezas se sustituyen con suma facilidad, y cuando la propia Avelina se ha responsabilizado y se ha ofrecido a correr con los gastos... Los mismos que se empeñan en traspasar todos los días los límites y de cambiar las reglas del juego de lo que se debe aceptar como arte, se han rasgado en esta ocasión las vestiduras ante lo que consideran un acto vandálico, erostratista e iconoclasta. Y de paso, para calificar de destructores de la cultura a todos los que tenemos una opinión parecida a la de Avelina, a saber que lo que se denomina "arte contemporáneo" es en realidad una impostura, cuando no una auténtica bazofia.
Tal vez todo esto no haya sido más que un truco publicitario, una representación o happening acordado por todas las partes, para que se hable más de ZONAMACO, el artista o de la propia Avelina Lésper ¿quién sabe? Vivimos en la sociedad del espectáculo, y es habitual que la gente venda hasta sus más firmes convicciones por un plato de habichuelas. En España lo vemos a diario, con el ejemplo que dan nuestros políticos; así que a estas alturas no ponemos la mano en el fuego por nadie.
Lo malo son las consecuencias penales que pueda acarrear en el futuro criticar a los artistas contemporáneos, que llegue a tipificarse también, como en otros casos en los que la mera opinión está siendo criminalizada, como "delito de odio" o de incitación a la destrucción de la basura expuesta en ferias como ARCO, por ejemplo. Tal como están las cosas, no me extrañaría que el acto imprudente protagonizado por Avelina sirviera de pretexto para un proyecto de ley en el Congreso contra la contemporaneofobia, y que fuese aprobado con el consenso de las fuerzas progresistas. Más pasta que recaudarían esos caraduras a mayor gloria del videoarte y la instalación.