LA POLICÍA DEL PENSAMIENTO LLEGA HASTA LOS MUSEOS
Orwell y su distopía "1984" (donde se hablaba de un ficticio Ministerio de la Verdad) se quedaron cortos en comparación con la censura que cada día se impone en occidente en nombre de lo "políticamente correcto". La última majadería ha tenido lugar en Holanda, en el RIjksmuseum de Ámsterdam, donde se ha llegado a cambiar el nombre a unas 300 obras de arte (entre dibujos, lienzos y grabados) porque se considera que los títulos que les dieron originalmente sus autores incluían términos "peyorativos" que podían ofender a alguien. Así, mediante un proceso de sublimación del lenguaje, obras como "La jovencita negra" del pintor Simon Maris por ejemplo pasan ahora a llamarse " Mujer joven con abanico", porque palabras como "negro", "indio" o "moro" se consideran supuestamente inapropiadas.
La responsable de este proyecto al que han bautizado como "ajuste de la terminología colonial", una tal Martine Gosselink, jefa del departamento de historia del museo, explica que se pretende evitar los "nombres que dieron los blancos al resto de las razas" (al menos admite implícitamente la existencia de "razas", algo que se suele negar ahora afirmando que, al igual que el género, se trata tan sólo de una "construcción social" sin apenas base biológica).
Y es muy probable que esta "loable" iniciativa sea muy pronto imitada por muchos otros museos del Viejo Continente, para adaptarlos a los nuevos criterios multiculturalistas.
Estamos llegando en Europa a unos niveles de bobaliconería realmente absurdos y preocupantes, que amenazan con tergiversar, falsificar y deformar nuestro pasado histórico y artístico al gusto de los guardianes del Pensamiento Único. Se quiere someter a un lifting nuestra cultura para "arreglarla" y para que no incomode a los abogados de los "nuevos europeos", esos que venían a hacer los trabajos que no queríamos desempeñar nosotros y a pagar nuestras pensiones (¿se acuerdan?), y que ahora llegan como refugiados de esas guerras que hemos "provocado" los europeos blancos ¿o han sido los Estados Unidos?(y de paso, algunos a tomarse su "justa" venganza por estos y otros antiguos agravios, claro está).
Como comenta el historiador de arte Julian Spalding, esta maniobra que intenta reescribir la historia resulta a todas luces deshonesta y se trata de una nueva forma de censurar el arte.
Ya hemos conocido otros intentos de retocar o sacar de circulación algunas películas, dibujos animados, cómics y otras manifestaciones de la llamada "cultura popular" que hoy de consideran incorrectas. Una actitud que corre pareja al empeño que tienen las feministas en reescribir los cuentos para niños. Nos vienen a la memoria "Lo que el viento se llevó", los dibujos de Merrie Melodies o "Tintín en el Congo", entre otros títulos que están en el Índice. Pero lo del Museo holandés supone un salto cualitativo de más embergadura, ya que de la inquisición no van a escapar, por lo visto, ni las más venerables obras del acervo artístico de occidente. A este paso, un día llegarán a repintar los cuadros de Fra Angélico para que haya más presencia africana y multiculturalismo en ellos, o a retocar las figuras del Partenón, añadiéndoles rastas y unos labios más abultados, para que no tengan ese aspecto tan ofensivamente europeo.
¿Y qué decir de la literatura anterior a la segunda mitad del siglo XX, y tan "poco correcta"? ¿Habrá que censurar a Quevedo y a Shakespeare por antisemitas? ¿A Melville, Jack London o Poe por poco amantes de los negros?
En estas decisiones políticas tienen mucho que ver esa "cultura de la queja" de la que habla Robert Hughes, y el "masoquismo occidental" que denuncia el filósofo Pascal Brouckner. Pero habría también que añadir el complejo de culpabilidad que tienen especialmente los alemanes de la señora Merkel (los abanderados de la nueva Europa de los mercaderes) con el tema del holocausto, que ahora intentan compensar con sus políticas exageradas de acogida y a favor del multiculturalismo, y que pretenden que deben secundar los demás países de la Unión.
Por cierto, resulta curioso que se tomen medidas así después de los atentados de París (situada no muy lejos de Ámsterdam) lo que se parece bastante a lo sucedido en España tras la matanza de Atocha del 2004. Recordemos que el Cabildo de la catedral compostelana se planteó retirar la estatua ecuestre de Santiago Matamoros (que rememora su aparición milagrosa en la batalla de Clavijo) para no ofender a los musulmanes, y que finalmente se optó por ocultarla parcialmente con unas flores de plástico. Otra de las cosas que se hizo durante aquella bajada de pantalones colectiva fue modificar el ancestral escudo de armas del Reino de Aragón que incluía cuatro cabezas de moros cortadas, y de tez un tanto oscura por añadidura (otra alusión a una batalla, la de Alcoraz en este caso). Poco faltó para que ZP devolviese la Mezquita de Córdoba al culto islámico, en un gesto que rubricara la "alianza de civilizaciones" con Turquía (mientras que esos no se plantean devolver ni Santa Sofía de Estambul, ni la totalidad del territorio turco que robaron a los griegos, y que siguen ocupando después de cinco siglos).
Estupidez y cobardía van a menudo cogidas de la mano en estas edades oscuras.
Y para terminar, un pequeño homenaje a todas aquellas petardas que pretenden imponernos una nueva forma de puritanismo, más estrecho de miras e hipócrita si cabe que el de la época victoriana:
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