"ATLAS" O EL TITANISMO DE LOS CAPITOSTES NORTEAMERICANOS
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Escultura de Atlas en el Rockefeller Center (Fuente: Imagología) |
Los historiadores del Arte que se ocupan de la pasada centuria acostumbran a denostar la grandilocuencia del "arte totalitario", que para ellos era el oficial de los regímenes fascistas o de la Unión Soviética, pero se olvidan (tal vez de forma intencionada) de añadir a la lista el colosalismo que tanto caracterizó a la pujante Norteamérica de comienzos del siglo XX. Se puede afirmar que fue la Estatua de la Libertad, traída por la Masonería desde Francia en 1886, muy pocos años después de que un francmasón, Thomas Alva Edison se hiciera, sin muchos escrúpulos y dejando fuera de juego a Tesla, con el monopolio del servicio eléctrico. Los "Hijos de la Viuda" se hacían así los dueños de la "Luz del Mundo". También coincidió la llegada de la Dama francesa con los primeros antecedentes de los famosos rascacielos de Chicago y Nueva York, motivados en un principio por el aprovechamiento económico del suelo, pero que muy pronto empezarán a competir entre ellos para sobresalir en el skyline. Estas grandes urbes o babilonias contemporáneas encenderán la imaginación de los artistas futuristas y de los creadores cinematográficos, desde sus inicios, sirviendo de escenario de películas tan icónicas como Metrópolis o Blade Runner. Otro ejemplo de este colosalismo al que aludimos sería el "Santuario de la Democracia" sito en el Monte Rushmore, territorio rapiñado a los indios Sioux, e iniciado por el escultor Gutzon Borglum en 1927, a la mayor gloria de los cuatro presidentes que allí aparecen tallados en granito. Pero, por encima de los demás, cabe destacar el complejo arquitectónico de rascacielos del Midtown Manhattan, más conocido como el Rockefeller Center, una auténtica ciudad dentro de la ciudad de Nueva York.