sábado, 25 de mayo de 2019
miércoles, 15 de mayo de 2019
Capricho de Goya:"Tú que no puedes" |
LOS POLÍTICOS Y LA KULTURA
Este año los buenos ciudadanos, responsables y con sentido cívico están de enhorabuena. Si queríais caldo, hay van tres o cuatro tazas bien colmadas. La fiestuca de la democracia, el show de la partitocracia, el gran carnaval de las siglas y los políticos caraduras que aspiran a vivir de nuestros impuestos y de la mamandurria pública, el circo de los programas repletos de promesas que casi nunca se cumplen... en suma la matraca electoralista de siempre ya está otra vez en marcha, y la que te rondaré, moreno.viernes, 10 de mayo de 2019
PINTORES DE BATALLAS
Francisco Paula Van Halen y Gil ."Las Navas de Tolosa" (detalle) 1864 |
Las guerras, los ejércitos, los campos de batalla han sido motivo y fuente de inspiración para los artistas desde la noche de los tiempos, y mientras la corrección política no logre impedírnoslo, que cualquier día de estos pasará, es algo que cualquiera de nosotros podemos comprobar visitando los museos, los espacios arqueológicos o consultando los libros de historia del arte. Recordemos "La Batalla de Issos", una pintura mural de origen helénico que conmemoraba la victoria de Alejandro Magno sobre el rey persa Darío, y que fue más tarde copiada por los romanos en un mosaico de Pompeya, o la Columna Trajana en el Foro de Roma que celebra el triunfo de aquel emperador hispano-romano sobre los dacios; o el Tapiz de Bayeux del siglo XI que nos narra la batalla de Hastings que entregó las Islas Británicas a los invasores normandos; o la Batalla de San Romano que pintó Paolo Ucello en un tríptico del quattrocento; o el famoso duelo artístico que enfrentó a Leonardo y Miguel Ángel para representar la Batalla de Anghiari en los muros del Palacio Vecchio de Florencia... En el siglo XIX con el neoclasicismo y sobre todo con el romanticismo se produjo en Francia una apoteosis de la pintura de historia con representantes como Louis David, el Barón Gros (ensalzador de las glorias napoleónicas) Gericault y Delacroix, y que más tarde fue imitada por los pintores de otros países.
El pacifismo contemporáneo, tan antiépico él, bramará aduciendo que estos eran encargos de los poderosos de antaño, que así se aseguraban que sus glorias militares pasarían a la posteridad. Y en muchos casos puede que sea cierto, pero no es menos cierto que este tipo de encargos eran muy anhelados por los propios artistas, por los pintores y los maestros del cincel, porque su complejidad suponía para ellos un reto que les permitía lucirse. Este tipo de cuadros requerían un gran dominio de la composición, de la representación de multitudes de soldados, de animales (sobre todo caballos, pero también de elefantes, camellos y otros empleados en el arte de la guerra) poniendo en juego los conocimientos anatómicos, la destreza para expresar el movimiento, la creatividad para organizar grupos dinámicos aplicando con más o menos rigor la lógica militar, la capacidad para recrear mediante la luz y el color la atmósfera de un campo de batalla... Además, como cualquier pintura de historia, exigían que el artista realizara previamente una exhaustiva labor de documentación acerca de los uniformes, armamento y artefactos bélicos, banderas e insignias, organización y estrategia militar, etc.
La guerra tiene pues una componente estética innegable, más allá de cualquier consideración moral sobre sus causas o consecuencias. Esto resulta obvio también en la música o la literatura, con ejemplos tan notorios como los de Beethoven, Shostakovich, Homero, Stephen Crane o Ernst Jünger, por citar sólo a algunos compositores o escritores que fueron inspirados por el dios Marte.
El pacifismo contemporáneo, tan antiépico él, bramará aduciendo que estos eran encargos de los poderosos de antaño, que así se aseguraban que sus glorias militares pasarían a la posteridad. Y en muchos casos puede que sea cierto, pero no es menos cierto que este tipo de encargos eran muy anhelados por los propios artistas, por los pintores y los maestros del cincel, porque su complejidad suponía para ellos un reto que les permitía lucirse. Este tipo de cuadros requerían un gran dominio de la composición, de la representación de multitudes de soldados, de animales (sobre todo caballos, pero también de elefantes, camellos y otros empleados en el arte de la guerra) poniendo en juego los conocimientos anatómicos, la destreza para expresar el movimiento, la creatividad para organizar grupos dinámicos aplicando con más o menos rigor la lógica militar, la capacidad para recrear mediante la luz y el color la atmósfera de un campo de batalla... Además, como cualquier pintura de historia, exigían que el artista realizara previamente una exhaustiva labor de documentación acerca de los uniformes, armamento y artefactos bélicos, banderas e insignias, organización y estrategia militar, etc.
La guerra tiene pues una componente estética innegable, más allá de cualquier consideración moral sobre sus causas o consecuencias. Esto resulta obvio también en la música o la literatura, con ejemplos tan notorios como los de Beethoven, Shostakovich, Homero, Stephen Crane o Ernst Jünger, por citar sólo a algunos compositores o escritores que fueron inspirados por el dios Marte.