jueves, 18 de octubre de 2018
LOS TRANSHUMANOS NO LO ENTENDERÁN
"Der Wächter" ("El centinela") por Arno Breker (1941) |
Como decía el gran historiador del arte Ernst Gombrich, todo avance conseguido en materia de arte en un sentido conlleva un retroceso en otra dirección. Y qué duda cabe que nuestro arte contemporáneo ha avanzado muchísimo en los últimos años, todos podemos congratularnos por ello. Vivimos en un período de enorme cratividad. Nunca ha habido tantos genios como ahora; el Renacimiento y la Atenas de Pericles eran unas fruslerías comparados con lo que Banksy o Jeff Koons son capaces de crear en este año de gracia de 2018...
Y no obstante, reconozcámoslo, Gombrich tenía "un poco" de razón.
Aplicando ese mismo adagio a la vida cotidiana cabría decir, de un modo análogo, que nuestra sociedad habrá progresado muchísimo en tecnología digital y en telecomunicaciones, en democracia y comprensión del feminismo y la teoría de género, en empatía con el multiculturalismo y los derechos de animales, minerales, plantas, microorganismos, androides y demás especies afectadas... pero esos logros incuestionables en todos los órdenes, y que todos disfrutamos con gozo y profunda satisfacción tienen, sin embargo, una contrapartida.
El coste que hemos de pagar por vivir en este paraíso progresista es una minucia al fin y al cabo, una cosa insignificante sin la cual la mayoría de nosotros podemos vivir... Tan solo se trata del retroceso de la especie humana, la transformación de sí misma en una cosa distinta, una mutación, un ente híbrido y abortivo, mitad gusano-mitad ciborg. Eso que ya vamos viendo a nuestro alrededor, pululando por doquier alegremente por nuestras calles: sebosas poligoneras y telettubbies tetrapléjicos, podemitas antisistema recargados de tatuajes, de percings y de otros diversos adminículos, algunos de ellos apoltronados ya, merced a la maravillosa democracia y a sus trampantojos en las trincheras del Poder, en esta Expaña tan vanguardista y tan podrida, que se apunta a toda la mierda moderna para estar a la última y que no la tilden de facha.
No hemos querido aplicar, por no sé qué clase de escrupulos o de moralina, la eugenesia a tiempo y el resultado ha sido la proliferación de los tarados y los untermensch, de los energúmenos y los parásitos, de los elementos peor dotados de la sociedad. E incluso, como vemos ahora, su aupamiento a las más altos cargos y puestos de responsabilidad (esa élite despreocupada e irresponsable de la que hablaba Christopher Lasch) y la merma o la práctica desaparición de los individuos excelentes, de los pioneros, de aquellos cuya inteligencia o testosterona les hace aptos y los cualifica para realizar los grandes cambios sociales y culturales necesarios, porque son capaces de alterar el orden imperante y cambiarlo por otro distinto cuando sea menester.
A esos son a los que más temen nuestros mandamases, y están creando los anticuerpos que los destruyen antes de que puedan ser peligrosos.
Mientras tanto, en sus laboratorios de ingeniería social van creando la raza de los transhumanos eunucoides, de las bolleras femicomunistoides que crearán sin duda un mundo mejor, más igualitario, más seguro, con más SORO(s)ridad y todo eso... pero en el que el gran arte y los artistas que están en ello no tendrán cabida. Es la contrapartida necesaria, qué le vamos a hacer.
Y no obstante, reconozcámoslo, Gombrich tenía "un poco" de razón.
Aplicando ese mismo adagio a la vida cotidiana cabría decir, de un modo análogo, que nuestra sociedad habrá progresado muchísimo en tecnología digital y en telecomunicaciones, en democracia y comprensión del feminismo y la teoría de género, en empatía con el multiculturalismo y los derechos de animales, minerales, plantas, microorganismos, androides y demás especies afectadas... pero esos logros incuestionables en todos los órdenes, y que todos disfrutamos con gozo y profunda satisfacción tienen, sin embargo, una contrapartida.
El coste que hemos de pagar por vivir en este paraíso progresista es una minucia al fin y al cabo, una cosa insignificante sin la cual la mayoría de nosotros podemos vivir... Tan solo se trata del retroceso de la especie humana, la transformación de sí misma en una cosa distinta, una mutación, un ente híbrido y abortivo, mitad gusano-mitad ciborg. Eso que ya vamos viendo a nuestro alrededor, pululando por doquier alegremente por nuestras calles: sebosas poligoneras y telettubbies tetrapléjicos, podemitas antisistema recargados de tatuajes, de percings y de otros diversos adminículos, algunos de ellos apoltronados ya, merced a la maravillosa democracia y a sus trampantojos en las trincheras del Poder, en esta Expaña tan vanguardista y tan podrida, que se apunta a toda la mierda moderna para estar a la última y que no la tilden de facha.
"La loba herida". Terracota de Arturo Martini (1931-32) |
No hemos querido aplicar, por no sé qué clase de escrupulos o de moralina, la eugenesia a tiempo y el resultado ha sido la proliferación de los tarados y los untermensch, de los energúmenos y los parásitos, de los elementos peor dotados de la sociedad. E incluso, como vemos ahora, su aupamiento a las más altos cargos y puestos de responsabilidad (esa élite despreocupada e irresponsable de la que hablaba Christopher Lasch) y la merma o la práctica desaparición de los individuos excelentes, de los pioneros, de aquellos cuya inteligencia o testosterona les hace aptos y los cualifica para realizar los grandes cambios sociales y culturales necesarios, porque son capaces de alterar el orden imperante y cambiarlo por otro distinto cuando sea menester.
A esos son a los que más temen nuestros mandamases, y están creando los anticuerpos que los destruyen antes de que puedan ser peligrosos.
Mientras tanto, en sus laboratorios de ingeniería social van creando la raza de los transhumanos eunucoides, de las bolleras femicomunistoides que crearán sin duda un mundo mejor, más igualitario, más seguro, con más SORO(s)ridad y todo eso... pero en el que el gran arte y los artistas que están en ello no tendrán cabida. Es la contrapartida necesaria, qué le vamos a hacer.
"San Marcos" de Juan de Ávalos (1955) |
lunes, 1 de octubre de 2018
ARDE ALEJANDRÍA!
El Museo Nacional de Brasil se quema, y las llamas devoran millones de piezas de incalculable valor artístico o arqueológico, y los medios nos dan la información como si tal cosa, casi a beneficio de inventario... entre noticia y noticia sobre la violencia de género o sobre el último ministro de Sánchez que ha caído por corrupción.
Esta es la importancia que para los que hoy nos mandan o nos apacientan (los media) merece la cultura. y es sintomático que un país como Brasil se haya prácticamente arruinado para celebrar los Mundiales de Fútbol por todo lo alto, hasta el extremo de carecer ahora de medios para evitar esta clase de catástrofes... El mundo va cada día más de cráneo.